Vie 23.09.2011
las12

TRABAJO

Ese raro peinado llamado cooperativa

Fueron las primeras empleadas de la peluquería. Con esmero, obediencia y dedicación, conservaron su trabajo por catorce años. Durante ese tiempo, le tomaron cariño al lugar y sostuvieron económicamente a sus familias. Las cosas cambiaron dos años después, cuando su empleador les informó que el negocio no cerraba y les propuso armar una cooperativa. Ellas aceptaron la apuesta, pese a los miedos y el desconocimiento. Hoy son la Cooperativa de Trabajo Peluqueros y Estética Buenos Aires, que funciona en el barrio porteño de Flores. Lograron mantener las fuentes laborales, contratar más gente, mejorar los sueldos y, sobre todo, iniciar un proyecto basado en la solidaridad.

› Por Elisabet Contrera

Las vidrieras del local –ubicado en avenida Rivadavia 6255– están tapizadas con carteles con promociones especiales. Adentro, el personal funciona al ritmo de día de semana: hay algunas estilistas con tijeras en mano; manicuras dando el último retoque a su trabajo, otros que aprovechan el momento para almorzar o fumarse un cigarrillo bajo el sol del patio interno. “Es un día tranquilo, los sábados atendemos a 180 personas”, cuenta Celia Avila (45), manicura y presidenta de la cooperativa. “Eso igual no es nada. Hace un par de años, venían unas 700 personas”, compara. “De a poquito vamos a volver a esa época”, proyecta.

Junto a cuatro compañeras, ella es parte del consejo administrativo de la cooperativa desde hace dos años cuando comenzó la batalla por mantener abierto el local. Hasta 2009, la peluquería pertenecía a una reconocida cadena, con sucursales en todo el país. Las condiciones de trabajo eran precarias. Los sueldos también. La mayoría de las empleadas eran mujeres y jefas de familia que necesitaban el trabajo. Aduciendo problemas financieros, el empleador –conocido empresario del sector– les propuso montar una cooperativa.

“En ese momento, la opción era acompañarlo en el proyecto o quedarnos sin trabajo”, recuerda Celia. “Sabíamos que no nos iba a pagar la indemnización y le dijimos que sí. Queríamos mantener el lugar de trabajo”, explica Marcela Martino (48). Ella era una de las empleadas más antiguas. Trabajaba como colorista.

De inmediato, iniciaron los trámites en el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, una entidad que desde 1958 impulsa la creación de cooperativas en todo el país. Empezaron a preguntarse qué era el cooperativismo a los ponchazos y corridas. “Nuestro jefe iba con nosotras a las reuniones en el banco y en el instituto lo miraban raro, porque él quería organizar y dirigir todo y nosotras, por desconocimiento, al principio lo seguíamos”, recuerda Celia.

Cuando el proyecto estaba en marcha, su impulsor decidió cambiar los planes. “Nos dimos cuenta de que sus verdaderas intenciones era sacarnos del medio y formar una SRL (Sociedad de Responsabilidad Limitada)”, señala Marcela. Así, comenzó una pelea entre el empresario y este grupo de mujeres. “Primero empezó a decir que la cooperativa no funcionaba y nos pidió que cerráramos la cuenta en el banco, luego nos quiso vender el fondo de comercio a un millón de pesos, después nos quería vender como grupo de trabajo a otra peluquería”, enumeran. En el medio, llegaron embargos, deudas, cédulas de notificaciones por juicios de ex empleados, facturas de servicios sin pagar. En ese contexto, algunos empleados se fueron y otros continuaron en sus puestos.

Pese a todas las limitaciones, ellas resistieron y se organizaron. Empezaron por buscar abogados para asesorarse y lograron alquilar el establecimiento a su dueño, sin la intermediación de su ex jefe. “Hubo momentos que decíamos basta, pero después mirábamos hacia atrás y veíamos por todo lo que habíamos pasado y seguíamos hacia adelante”, recuerda Teresa Segovia (50), colorista y encargada del sindicato. “Pasar por todas estas cosas nos fortaleció como grupo, nos unió más”, afirma. “Además, no nos podíamos ir con las manos vacías, teníamos que proteger nuestro trabajo”, explica Flavia Mamani (45), depiladora y vocal en el consejo administrativo de la cooperativa.

La lucha se dio en diferentes frentes y todas a la vez: continuar con la peluquería abierta y en condiciones para no perder la clientela, ponerse al día con el papelerío legal, enfrentar las maniobras del empresario y capacitarse. “Era todo muy complejo y a la vez teníamos que seguir trabajando, no era que estábamos todo el día reunidas hablando de cooperativismo, teníamos que seguir facturando para vivir cada mes”, recuerda Teresa. “Fue un proceso largo de tomar conciencia, de saber qué era lo que queríamos. Hoy sabemos exactamente hacia dónde queremos seguir”, remarca Graciela Midún (50), tesorera del proyecto.

EL PAPEL DE LAS FAMILIAS

También tuvieron que dar la pelea en sus familias, donde no estaban convencidos de los pasos y planes de sus madres y jefas de hogar. “Cuando comenzó el conflicto, mi familia quería venir a agarrar al tipo (al ex jefe)”, recuerda Celia. “Cada una puso freno a eso. Les dije: ‘es mi lugar de trabajo y lo voy a resolver. No se metan, yo sé lo que pasa ahí adentro y sé como manejarlo’”, cuenta.

“Al principio, no creían en nuestro proyecto, pero con el tiempo y los cambios nos empezaron a apoyar”, cuenta Teresa. “Se dieron cuenta de que estábamos luchando por lo que queríamos”, remarca.

“Somos todas madres que sostenemos familia y siempre fuimos vulnerables por esa situación, pero los hijos crecieron y nos cansamos de ser explotadas, hoy estamos más firmes y sólidas para seguir con este proyecto”, sostiene Marcela.

Hoy, la peluquería funciona como cooperativa. En la teoría, el grupo de trabajo no está integrado por empleados, sino por “socios” del proyecto. Tampoco hay “jefes/as” mandones ni autoritarios y sí responsables o supervisores de áreas. Funciona un consejo administrativo que saca las papas del fuego en algunas ocasiones, pero que trabaja a la par del resto.

En la práctica, todavía queda mucho por hacer. “Necesitamos mucha educación en cooperativismo. Es necesario que todos los socios tomen conciencia del trabajo en equipo, de dónde viene el cooperativismo, por qué es importante continuar con esta forma de asociativismo, de ayudarnos entre todos”, señala Celia. “Es una tarea difícil cambiarles la mentalidad, pero de a poco lo vamos a lograr”, agrega.

Para promover este cambio, destinan el 5 por ciento de la recaudación mensual para que los jóvenes socios participen de talleres y charlas sobre el tema y además generan diferentes actividades para promover el trabajo en equipo. Recientemente organizaron un desfile con los nuevos estilos de cortes y peinados. Asistieron clientas, proveedores y referentes del mundo del cooperativismo que las acompañan desde el principio. “Pudimos demostrar lo que significa trabajar en conjunto, porque ahí todos hicimos todo, desde el catering, la decoración, el trabajo de peinadores y coloristas”, enumera Teresa. “Fue una experiencia muy emocionante, porque ves lo que se puede lograr si se pone la energía hacia un mismo objetivo”, remarca.

SALARIOS MAS DIGNOS

Otro de los pilares del modelo cooperativista es que se deja de cobrar sueldos para cobrar excedentes. Del dinero recaudado en el mes, y luego de restar los gastos fijos de mantenimiento, se reparte el excedente entre los socios, dependiendo de las comisiones de cada sector de trabajo.

Flavia es depiladora y desde que se conformó la cooperativa mejoró mucho sus ingresos. “Cuando teníamos jefe, hacia una facturación de 100 pesos y de ese total, a mí me pagaba 30 pesos. Con eso me tenía que conformar, pero hoy el porcentaje cambió y va a seguir mejorando”, señala. “Ahora gano el 40 por ciento de la facturación. En ninguna peluquería se paga tanto y además tenemos la posibilidad de generar promociones para los clientes, con las cuales me quedo con el 50 por ciento”, dice.

Luego de realizar unas refacciones en el edificio, el objetivo es subir al 50 por ciento el pago de las comisiones.

LAS SOCIAS

Muchas de las trabajadoras vienen de la etapa anterior y una pequeña minoría conoció al lugar con el nuevo sistema. “Se sienten mas relajados, algunos trabajaron en franquicias y no pueden creer el cambio”, remarca Celia. “Todavía no tienen conciencia, no comprenden bien la esencia del proyecto, pero se sienten cómodos.”

Emilce Delgado (23) es asistente en la peluquería desde hace tres años. O sea que sobrevivió a la transición. “Me gusta este nuevo sistema, estoy cómoda, no hay nadie que nos mande, un jefe que te diga qué hacer”, resalta. Es oriunda de Paraguay y la peluquería se convirtió en su hogar y su fuente de ingresos para cuidar a su beba de apenas de un par de meses.

Mercedes Ramírez tiene 25 años, conoció la peluquería en sus dos etapas y apoyó al consejo administrativo en el cambio. “Empecé como recepcionista y ahora soy estilista. Todos los miembros de la cooperativa me apoyaron mucho para que me capacite y estoy muy orgullosa de mis compañeras”, destaca.

De la etapa anterior, recuerda el miedo que reinaba en la sala. “Nadie se animaba a responderle al jefe, que nos faltaba el respeto. Hoy, la situación es totalmente diferente. Me siento bien, con ganas de venir a trabajar, vengo más temprano del horario para charlar con las chicas, son como mi familia”, resalta.

Brenda Morales es la más chica del grupo, tiene 20 años. Está a cargo de la recepción desde hace dos meses. “Mi mamá trabaja acá, así que conocía el funcionamiento de la cooperativa. Hay mucho compañerismo, el trato es distinto y sentís que tu compromiso y tu trabajo ayudan en algo, que es algo para todos”, sostiene.

MIRANDO HACIA EL FUTURO

Entre tijeras, secadores de pelo y tinturas, seguirán trabajando para que la peluquería crezca y los socios sepan la importancia del proyecto. Quieren empezar a organizar el trabajo en comisiones y promover la participación de las/es trabajadoras/es y tramitar su propia marca “Amazonas urbanas” para poder lanzar algunos productos. Mientras tanto, las peluqueras, manicuras, coloristas, peinadoras, asistentes, maquilladoras estarán allí de lunes a sábado, trabajando y reafirmando el rumbo iniciado.

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