Viernes, 7 de octubre de 2011 | Hoy
CINE Ocho películas particularmente valiosas dirigidas por mujeres figuran en la programación del DocBuenosAires 2011, muestra internacional que abre la semana próxima. Entre todas, una gema superior, Genpin, de Naomi Kawase, sobre la belleza y la felicidad del parto natural. Una selección de films que ofrecen una perspectiva amplia y desprejuiciada sobre temáticas relativas al género.
Por Moira Soto
Ya en su undécima edición consecutiva, el DocBuenosAires mantiene en alto su prestigio invitando a una programación de irresistible atracción por su variedad y calidad. A saber: 15 films inéditos de Alexander Sokurov; el documental de Naomi Kawase, Genpin; la revelación como brillante cineasta de la francesa Elsa Quinette, autora de La vida está en otra parte, y la presencia de una directora ya consagrada, Manuela Frésil, con Entrada de personal; un ciclo de cuatro obras de François Caillat, una de las cuales, El caso Valérie, se centra en la búsqueda de rastros de una adolescente desaparecida hace 20 años; en la sección Perspectiva Suiza, figura con méritos propios Lavandería, de Yamina Zoutat; mientras que en Foco Forum destacan las chilenas Marcela Said (El mocito) y Macarena Aguiló (El edificio de los chilenos); la ecuatoriana Gabriela Calvache firma Labranza oculta, y merece una mención Nacer. Diario de una maternidad, del colombiano Jorge Caballero. Asimismo, entre otras producciones, dentro de Proyecciones Especiales, vale remarcar A usted no le gusta la verdad: 4 días en Guantánamo, de Patricio Henríquez y Luc Côté.
El DocBuenosAires apuesta entonces a la difusión de un género en sus expresiones recientes más originales y creativas, con dispositivos narrativos que se desentienden de los del típico documental didáctico y disuelven los límites entre el mero registro de la realidad y la ficción. En las películas que se verán en el ciclo hay espacio para la denuncia y la experimentación, para el lirismo y el surrealismo, a veces con la presencia de los/as cineastas conduciendo el relato, incluso apareciendo en escena.
Manos curtidas de mujeres revisan prendas de vestir, las lavan, las planchan, las doblan, las acarician, las apilan... Son manos de madres que tienen a sus hijos en prisión. La directora Yamina Zoutat se interesó por estas mujeres cuando trabajaba como cronista judicial y decidió hacerles esta suerte de homenaje en Lavandería, un mediometraje donde sólo se ve fugazmente el rostro de algunas lavanderas, nunca aparecen los hijos –sólo su ropa– y de las cárceles se muestra su fachada. “No las considero ni víctimas ni heroínas”, dice Zoutat. “Son mujeres simples y dignas de distintos medios sociales. Ellas son las personas más fieles y perseverantes con las que cuentan los presos.” Con esa manera tan cercana y contemplativa de dar cuenta de esos gestos de amor hacia una camisa que repasan y que acaso tiene el olor de los hijos, estas mujeres transmiten una resignada dulzura. Hacen estas tareas por elección en las cárceles donde se concede este permiso. Con las madres, la directora mira esa ropa que se mece en el lavarropas, el vapor que despide una plancha... También se detiene en esa serie de medias colgadas al aire libre, agitadas por el viento, al igual que las florcitas silvestres que se agitan en una línea paralela, por debajo...
François Caillat regresa a la zona alpina donde estuvo hace 20 años con ánimo de hacer averiguaciones sobre una chica de 17 que desapareció en aquel entonces. Una bonita aprendiza de peluquería que trabajaba en estaciones de esquí. En El caso Valérie, Caillat alterna entrevistas a gente del lugar con imágenes del paisaje montañés de apabullante hermosura y vagamente amenazador, y con fragmentos de películas en súper 8 que filmó allí hace dos décadas. Pero los/as lugareños/as maduros/as parecen no recordar nada de Valérie; en todo caso, algunos/as evocan otras pérdidas, otras desapariciones. Como si la chica desapareciese de nuevo, como si no hubiese vivido nunca en esos pueblitos. ¿Existió realmente la tal Valérie o es un invento del director para disparar respuestas y capturar esos rostros de extraña intensidad? También podríamos preguntarnos borgesianamente ante este film enigmático, con música de Schubert grabada en el año en que supuestamente a Valérie se la tragó la tierra, o la montaña: ¿ya somos el olvido que seremos?
Elsa Quinette mira de frente con la cámara a su encantadora abuela de 90 que dice tan campante que quiere partir, que está lista, que ya es hora. Y se organiza una reunión familiar donde ella, Babouissia, celebra su duelo anticipado, su hijo mayor hace una entrada impactante tocándole una canción rusa con el acordeón. La vieja dama regresa al pasado, al paraíso perdido de su infancia, cuando su familia judía se escondió en 1943, en Chambon-sur-Lignon (un pueblo protestante que protegió a miles de judíos durante la Ocupación) y se filmaron esas películas caseras que el tiempo ha desteñido. Con semejante personaje, las alusiones al pasado y ese clima familiar, ya había un film más que interesante. Pero Quinette, con gran intuición poética, en el montaje intercala alucinantes imágenes de Benarés, esa ciudad sagrada de la India adonde los creyentes quieren ir a morir para ser luego incinerados y que sus cenizas se arrojen al Ganges. “La muerte es la dicha perfecta”, dice sonriente Babouissia. Y paralelamente, esas miradas perturbadoras de las personas que esperan en Benarés, ya están en otra parte.
El enfoque abiertamente político distingue a varios de los films dirigidos por mujeres, desde diferentes lugares de compromiso. Entrada de personal, de la francesa Manuela Frésil, se interna en establecimientos donde se mata, limpia, trocea, empaqueta a vacas, cerdos, aves. Y más allá del destino penoso en vida de estas bestias (que Frésil ya había denunciado en Si loin des bêtes, 2004, sobre el maltrato brutal aplicado a millones de chanchos), lo que a la realizadora le importa en esta oportunidad son los aspectos francamente inhumanos del trabajo del personal de blanco repitiendo incesantemente los mismos gestos, vaciando, cargando, cortando, envolviendo animales en pos de mayor productividad. Pero es el trabajo que consiguieron, ya que nadie elige trabajar en un abattoir, como lo reconocen algunos obreros. Frésil logró filmar un poco subrepticiamente las atrocidades del sistema industrial, en lugares de Francia y España, una denuncia que estremece y lleva al cuestionamiento luego de ver este documental que abre y cierra con una fila de trabajadores, fuera de la fábrica, que empiezan a hacer los gestos mecánicos de todos los días, una coreografía que sublima la violencia de esta forma de trabajar.
La franco-tunecina Nadia El Fani es una valerosa cincuentañera que este año presentó en Cannes (con una pelada lustrosa porque estaba en quimio por un cáncer de mama) la película que se verá en el DocBuenosAires, Ni Alá ni amo. Ella filmó este doc poco antes e inmediatamente después de la caída de Ben Ali, dialogando con gente en la calle, con integrantes de entidades como la Asociación Tunecina de Mujeres Demócratas, siempre metiéndose de lleno con un tema tabú en Túnez (y en el mundo árabe): la necesidad de un Estado laico, el derecho de que no se le imponga al pueblo una religión, la hipocresía de tantos que a escondidas no cumplen con el ayuno del Ramadán. Nadia –que se ha metido con otros temas urticantes como la homosexualidad en FiftyFifty, mon amour) se manifiesta atea, pide por todas las libertades individuales, incluida obviamente la de culto: “Cuando se logren, realmente habremos hecho la revolución”, dice la cineasta, amenazada de muerte por integristas religiosos.
La explotación y a la vez la negación de los pueblos originarios en Ecuador es representada por Gabriela Calvache en Labranza oculta, a través de los trabajos de reciclado de la Casa del Alabado, construida en el XVII por los indígenas, nunca reconocidos. Dos directoras chilenas presentan obras que remiten a la dictadura pinochetista desde temas bien diversos. El mocito, de Marcela Said (codirección de Jean de Certeau), traza el retrato de un personaje ambiguo y esquivo, Jorgelino, alguien que guarda en su retina imágenes tremendas de tortura y asesinato, de las que fue testigo muy joven, desde su puesto de camarero, sirviéndole el café a los represores y también empaquetando cadáveres para ponerlos en el baúl se los coches. Un hombre destruido por su pasado que al menos se quebró. Se sintió culpable y se decidió a identificar a 74 agentes de la Dina, un testimonio clave en la investigación de los derechos humanos en Chile. Por su lado, Macarena Aguiló es hija de dos militantes del MIR, Hernán Aguiló y Margarita Marchi. Como tantos otros integrantes de ese movimiento, los padres de Macarena se exiliaron cuando Pinochet usurpó el poder, pero al cabo de un tiempo muchos de ellos decidieron volver a la lucha, entre ellos, parejas con hijos chiquitos. Sesenta niños y niñas quedaron entonces al cuidado de padres y madres sustitutos, primero en Bélgica, luego instalándose en Cuba, donde permanecen durante diez años. Macarena Aguiló estuvo entre ese grupo y lo narra –mediante testimonios, cartas, dibujos animados, fotos, viejos documentales– en El edificio de los chilenos. “Siempre entendí a mis padres”, dice esta hija que valora el sacrificio de sus idealistas padre y madre. “Habiendo sido secuestrada en 1973 para conseguir la rendición de mi padre, desde muy niña supe dónde estaba el mal.”
Autora de obras maestras reveladoras de un exquisita sensibilidad humana y artística (Moe Un Zusaka, Shara, El bosque de luto), la japonesa Naomi Kawase (1969), también guionista y compositora, se interesó en las ventajas del parto natural cuando tuvo a su propio hijo en 2004 (experiencia que documentó en Tarachimi, 2006). Poco después, su acupunturista le presentó a un paciente que quería un documental sobre la clínica del doctor Tadashi Yoshimura, un obstetra que acompaña a las mujeres durante el embarazo y el parto desde hace 40 años, habiendo asistido a unos 20 mil nacimientos. “Me alcanzó sus libros, que me gustaron. Pero yo siempre filmo basándome en mis propias ideas. Sin embargo, me identifiqué con algunos conceptos del doctor sobre el parto natural y fui a visitarlo, sin mi cámara. Tomamos una bebida a la entrada de la vieja casa en medio del bosque, el sol brillaba sobre el verde, supe que quería volver allí.”
Así fue como Kawase filmó en 16 mm Genpin, la película más profunda, conmovedora y poética que se puede imaginar sobre el embarazo y el nacimiento. Desde luego, NK no hace docs convencionales: ella se acerca milagrosamente, respetuosamente al corazón de las personas y logra momentos de pura verdad y belleza con exacta economía de recursos. La directora dice que consiguió esa sinceridad y esa confianza de las mujeres “porque primero me abrí a ellas. En general, todas las que van a esa clínica tienen una determinación, ideas propias, fue fácil estrechar vínculos”. Y Naomi las registra amorosamente haciendo ejercicios, hachando leña, contando sus razones, hablando de la energía y la calma que disfrutan y que parece iluminarlas desde adentro. Pero ciertamente, las escenas de más alta emoción, de un inefable lirismo, son las de los nacimientos: en uno de los casos, la parturienta recostada es abrazada desde atrás por su marido, dos niñitos rondan la cama, la abuela sigue el curso de los acontecimientos a cierta distancia, la partera atenta. La mujer gime dulcemente, todo el grupo deja trascender un sentimiento de comunión entre sí y con la naturaleza... Aparece el bebé desde el punto de mira de la madre y es depositado sobre su pecho. Ella ríe y repite “Gracias, gracias”. Uno de los chicos le habla al recién nacido: “Yo también te esperaba”.
“El espíritu del valle no muere jamás”, escribió el filósofo chino LaoTzu (siglo III AC) y NK lo cita, “se llama Genpin, la mujer misteriosa... Las mujeres son las que dan nacimiento a la vida y esa función nunca cesa”.
Genpin, viernes 14 a las 19.30 en la sala Lugones (Corrientes 1530), y lunes 17 a las 20 en la Alianza Francesa (Córdoba 946).
Ni Alá ni amo, jueves 13, a las 14.30 (Lugones) Labranza oculta, sábado 15, a las 18 (Alianza Francesa).
La vida está en otra parte, lunes 17, a las 17 (Lugones).
El edificio de los chilenos, lunes 17, a las 18 (Alianza Francesa).
El mocito, martes 18, a las 19.30 (Lugones) Lavandería + Entrada de personal, miércoles 19, a las 17 (Lugones).
El caso Valérie, viernes 21, a las 22, y sábado 22, a las 14.30 (Lugones).
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