MONDO FISHION
› Por Victoria Lescano
La colección de ropa masculina realizada por el artista y arquitecto Gaspar Libedinsky está hecha a base de trapos rejilla de diversos entramados, franelas limpiavidrios y repasadores símil piqué o toallas. Se llama Míster Trapo y parte de una docena de tipologías de uniformes y atuendos masculinos pensados cual hipotéticos uniformes para “los trapitos” –la tribu urbana que coloniza espacios valiéndose de una minúscula bandera de franela–. Se exhibió a fines de noviembre en el contexto de la Beca Kuitca 2011, en una sala de exposiciones del campus de la Universidad Di Tella.
Los maniquíes exhibidores de madera resultaron lo más parecidos a percheros valet: unos y otros ostentaban tanto un cárdigan en color nude cosido con trapos y ribeteados con las guardas en tonos rojo y azul que los caracterizan como la morfología de una chaqueta de jean recreada en trapo de piso, un pantalón con camisa guayabera realizado en repasador nido de abeja, un abrigo cual si un exquisito robe manteaux fuera cosido en franela naranja de la marca Media Naranja. Los sucedían un jean confeccionado en trapo de piso, una camisa de franela con dos bolsillos y charreteras cual una Brooks and Brothers venerada por los yuppies, pero con etiqueta Patito, que lucía un trapo rejilla a modo de foulard. Como soporte visual complementario, Libedinsky plasmó un encantador catálogo de variedades de trapos rejilla, orgulloso de la diversidad de colores y de tramas; el visitante caía en la cuenta de la amplia gama cromática de los naranjas que admiten las gamuzas para limpiar cual si pertenecieran al catálogo de una sedería consagrado al arte povera.
Pero el resultado de esa colección oda a “los trapitos” y a sus gestos admitió también un jogging y chaleco de trapo, lo más parecido a un uniforme de tenista y también una prenda en escocés azulado en alusión a ropas de caza de estilo british y a los modismos de un golfista. Hacia el final del recorrido, una mesa container de una pequeña serie de cajones exhibió tanto las prendas que quedaron a medio camino en el experimento como bocetos. La ficha técnica hacía honor a la labor de quien cosió tales prendas: la modista Peta Carbajal.
Todo comenzó cuando el arquitecto y artista de 36 años, graduado en la Architectural Association de Londres y cuyo currículum admite una pasantía de un año en el estudio de Rem Koolhas (el arquitecto que reformuló las tiendas Prada y también los modos de mostrar moda), volvió a vivir en Buenos Aires y enfatizó su gusto por observar los espacios urbanos, los cruces de disciplinas y los nuevos gestos alrededor de las ciudades, y se planteó una misión: iba a interactuar y establecer transacciones con cada valet parking espontáneo que apareciera cada vez que fuera a estacionar su auto. En cuestión de meses, Libedinsky (quien habitualmente viste de azul) atesoró tal cantidad de pañuelos de mano, repasadores, franelas fatigadas de dirigir el tránsito que sumaron 64 piezas; acto seguido las cosió cual si un quilt y las bautizó Vitraux, debido a que la sumatoria de esos textiles usados emiten luz naranja.
La obra inicial, que aún no se exhibió, se rigió por las medidas 5 x 2,50 que caracterizan a los espacios para estacionar. “Comprobé que además de ser la herramienta de trabajo, el trapo representa un uniforme y cuando les ofrecía comprárselos se sorprendían, no sabían cómo reaccionar, parecía que los desnudaba y que temían perder su identidad”, sostiene Gaspar sobre los disparadores que devinieron en Míster Trapo, las prendas conceptuales que exhibió en el contexto de la Beca Kuitca y que seguirá desarrollando.
El artífice de Míster Trapo –una clara alusión a una etiqueta consagrada a tales textiles, admite haber paseado durante meses por góndolas de supermercados chinos y maxikioscos tanto de Palermo como de Belgrano en busca de la materia prima en cuestión–, revela que conserva tickets de compras de rejillas y de franelas por 500 pesos y enuncia los precios de cada variedad y las diferencias entre mercados cual un integrante de la Liga de Amos de Casa. Pero su tributo al más doméstico de los materiales remite además a una operación opuesta, el momento en que un par de medias o una remera que integraban el placard devienen trapo para limpiar. Admite este fetichista del textil que las tipologías surgieron en su mayoría de prendas de su placard, si bien hay una prenda símil campera Moncler y otra en jean de corte clásico que le fueron prestadas por el artista Guillermo Kuitca, así como un trench Perramus que pertenece al pintor Máximo Pedraza.
Indagar tanto en la escala urbana como en los gestos domésticos representa el discurso de Gaspar Libedinsky, una de sus obras arquitectónicas más recientes (mientras trabajaba en el prestigioso estudio neoyorquino Diller Scofidio) fue la participación en la realización del remozado Parque High Line de Maniatan (que en las vías de tren y en alturas de nueve metros sumó jardinería y una huerta).
En el taller contiguo a la sala de exhibiciones tamaño local caja de zapatos se pudo apreciar un cúmulo de proyectos de arte escritos en cuadernillos adosados a las paredes o en cajas apiladas, algunas virulanas a la espera de una nueva obra, pero también los prototipos de otro proyecto de “Arquitectura para el cuerpo”, actualmente a la venta en la tienda Malba: se trata una colección de pantuflas realizadas con la moquette de lana más noble en tamaños small, mediano y large que surgieron de la operación “Dos siluetas aladas y plegadas para convertirse en un par de pantuflas de ensueño”.
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