Vie 06.01.2012
las12

DEBATES

Detras de las noticias

La salud de Cristina Fernández, que en estas horas atraviesa exitosamente el posoperatorio de la tiroidectomía que se le practicó el miércoles, desplegó un listado de interrogantes malintencionados. El análisis del discurso de un sector de la prensa siempre proclive a crear atmósferas aterradoras, en contraposición al humor y la ironía con la que ella supo encarar, una vez más, una adversidad.

› Por Nathalie Goldwaser *

Al hacerse público el estado de salud de la Presidenta, la prensa “opositora” lanzó al respecto una andanada de malintencionados interrogantes: que si era “azar o destino de la política”, que “Nada es seguro hacia el futuro, (...) la política argentina suele tener más imponderables o factores sorpresivos, que el promedio de los demás países” (Rosendo Fraga), por tomar un ejemplo.

Es pertinente aquí recordar a Maquiavello, quien asevera que los dos elementos inherentes a los avatares de la administración de un Estado son la fortuna (el azar, los imponderables), que es “árbitro de la mitad de nuestras acciones” y la “virtud organizada para resistirle”. Si bien ante la fortuna resulta preferible el ímpetu a la precaución, es indudable que en CFK y su gabinete confluyen ambas posturas.

Secuencias:

El 22 de diciembre la Presidenta se sometió a un examen médico de rutina, como lo hacen los “simples mortales”. No tan simple en este caso. Como diría Susana Romano Sued, se trata de un sujeto que se encuentra en un “delicado equilibrio entre la endeblez del soplo vital y la responsabilidad de gobernar. Por ello su salud es cuestión de Estado”.

El parte médico se conoce el 27 de diciembre por el vocero, en el que se especifica la patología descubierta: un “carcinoma papilar de tiroides”. Luego, enumera los artículos constitucionales que avalan la licencia que la mandataria debe recibir.

Era previsible la sucesión de titulares, algunas suposiciones, de algunas intervenciones de especialistas en la patología, convocados por la prensa escrita y audiovisual. Tampoco iba a faltar la referencia a Eva Perón, en desmesurado paralelo comparativo (incluso podría haberse mencionado a Juan José Castelli, también una indudable figura revolucionaria para la construcción de la Nación Argentina).

Presumíamos las homologaciones con mandatarios latinoamericanos castigados por similares enfermedades e incluso las teorías conspirativas, que impactaron en los medios en mayor medida que las relevantes transformaciones políticas, sociales y culturales de fondo que cada uno de esos presidentes hicieron o hacen en sus respectivos países.

Es preciso que nos llamemos a la sobriedad, eludiendo el morbo mediático. Todos somos iguales ante la vulnerabilidad humana, es cierto; pero la enfermedad, siempre enigmática, cobra más relevancia en los cuerpos de quienes nos gobiernan.

Un día después, en el simbólico “Salón de la Mujer” de la Casa Rosada, la Presidenta se dispuso a hacer los anuncios sobre la firma de un convenio. Pero también, los pasos a seguir por el período que dure su tratamiento y recuperación. El discurso de CFK apeló a la responsabilidad de quienes deben hacerse cargo de un sector de la economía, así como del traspaso de servicios públicos, dirigiéndose además a aquellos quienes programaron sus vacaciones a fin que las pospusieran para cumplir obligaciones de Estado durante el período de licencia de la mandataria. Por si acaso, aclara: “Esta es la mala noticia que vengo a darles”.

El ejercicio de gobierno en una democracia tiene alcances y limitaciones. Implica la responsabilidad de quienes por voluntad de la ciudadanía ocupan un puesto político observando la ley. Pero una de las limitaciones es la finitud de la propia vida. En su potente y habitual estilo discursivo, irónico y preciso a la vez, CFK afirmó que “la biología enseña de Derecho Constitucional”. Somos seres divididos, imperfectos, con el don del pensamiento que nos hace vulnerables a la herida de saber que nos enfermamos, que estamos expuestos a la muerte. La acción política y los que opinan en la arena pública sobre aquella ante una coyuntura semejante, deberían anteponer la reflexión y la sobriedad.

En este sentido, los medios de comunicación condicionan el discurso. De allí que “el color” de la enunciación de la mandataria fue por momentos distendido e incluso apelando al humor y la ironía, supongo un gran esfuerzo de la oradora. Entre las explicaciones políticas y las de su estado de salud, hizo una articulación explícita: “Por eso mi apelación es a los unos y a los otros, a que todos tengan la necesaria prudencia, equilibrio y contribución porque (...) una sola persona no puede, aun cuando esa persona trabaje las 24 horas, aun cuando esa persona ponga su salud al servicio del país”. El mensaje es claro: hay que evitar que “el mundo de la política” produzca una inmolación sacrificial.

Precisamente, al comentar la solidaridad recibida, refiere a su enfermedad con un tono poco común. Cuenta que el presidente Hugo Chávez de Venezuela “anda propiciando junto con Lula un congreso de los que vencieron el cáncer”, a lo que ella le responde que se apunta como “presidenta honoraria”. Con entereza, agradece los distintos mensajes de sus pares latinoamericanos y pide colaboración y ayuda, no para ella sino para el país.

El segundo chascarrillo se lo dedicó al flamante vicepresidente, Amado Boudou, que deberá reemplazarla por veinte días: El “¡Mirá vos!” desencadenó la anuencia y las sonrisas del público. El fantasma “Cleto” se hizo presente (quizá uno de los trastornos más graves de su gestión anterior) y, por “previsión” y experiencia de un pasado reciente, Cristina Fernández usó el humor para advertirle al suplente “guarda con lo que hacés”. Atenta, y con sagacidad política, añade: “Imagino el título de los institucionalistas de mañana: ‘Presionó al vicepresidente para que haga lo que ella quiere, autoritaria y hegemónica’. (...). Pero bueno, es bromita pero va en serio. No es bromita, va en serio”, aclaró.

Y no hay contradicción: es broma, porque suponemos –los que la votamos como los que no– que esta vez no habrá traición; va en serio, porque se trata de sostener el gobierno en un marco de estabilidad política institucional, sin sobresaltos, afrontando los imponderables, y va en serio porque el cuerpo de la nación está representado, ahora, en su propio cuerpo (el de Cristina como Presidenta, el de Boudou y el de todo su equipo).

Respecto de la prensa no se equivocó, aunque estuvo un tanto indulgente. Algunos periodistas prefirieron crear alarma: “Aun así hay incertidumbre en la Casa Rosada por lo que pueda hacer Boudou” (Martín Dinatale). La Casa Rosada estará incierta porque no estará el cuerpo de la Presidenta, tampoco el vice, quien decidió ocupar una oficina en el Banco Nación. Pero estos brulotes, los que en un punto procuran crear una atmósfera aterradora, no reparan en la seriedad del mensaje. En cambio, el lugar que la Presidenta le da a la palabra, y con ella expone lo político de lo humano, le otorga a su accionar prudencia e ímpetu a la vez.

* Licenciada en Ciencia Política.Magíster en Comunicación y Cultura (UBA). Becaria doctoral Conicet / F. Sociales IIGG París 1 Sorbonne.

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