MúSICA
Liderado por una voz femenina, el quinteto folk Los Hermanos McKenzie construye un imaginario extrañado y melancólico en su LP debut, Siamés.
› Por Guadalupe Treibel
Dos hermanos de sangre juegan al vínculo ficticio y asumen un apellido de fantasía; su ficción se traduce en cancionero. El imaginario es melancólico; su herramienta, un folk orquestal fusionado (pop experimental, valsecitos, jazz y otros etcéteras). Aunque sendos documentos digan Czornogas, en su proyecto responden al nombre de Los Hermanos McKenzie. Ella, Cecilia, sumerge la voz en deliciosa languidez y canta; él, Nacho, suma guitarra, voces, saxos, clarinete, bajo, teclados y percusiones en perfecta sintonía extrañada.
Ambos disparan canciones como poesías y definen música que no admite categorías. “Somos dos barriletes volando, palabras mal pronunciadas viajando en silencio. Somos hermanos en la distancia, andando en soledad”, asume “Amigo”, track siete del placentero –y familiarmente coherente–- Siamés, primogénito larga duración del quinteto completado por los no-sanguíneos Eric Brown (banjo), Daniel Digon (batería) y Marina Pérez (trompeta, bombardino, guitarra acústica).
Con EP homónimo de 2009 (Los Hermanos McKenzie) y disco debut recién-salido-del-horno, sólo hace falta escuchar el tema inaugural del nuevísimo LP para darse por enterado que un mundo de fantasía recibe sin miramientos: “Estamos atrapados, suspendidos, encerrados en un baile fantasmal. No hay nada más extraño que mirar en un espejo y dejarse engañar”, juguetea “Baile Fantasmal”, composición de los Czornogas donde la particularidad de la mirada alcanza a la ciudad; las ciudades.
“Las canciones responden a momentos. Las de Siamés tienden, sí, a cierto estado melancólico, aunque no sé si será siempre así”, cuenta Cecilia C y el anecdotario cancionero la respalda. En “Enero”, por ejemplo, la canción se va de metáforas con un “Como una esponja que absorbe todo y después llora”. En “Trepado a un árbol”, el deseo –lúdico– se asume a la distancia: “Trepado a un árbol, te veo jugar; estar solo no está tan mal”. Pues, el guiño agridulce ya se planta con uñas y dientes desde la página MySpace de la banda, donde –ante el pedido de rótulos– el grupo autodefine su música como “canción popular melodramática”.
Formado en 2008, el proyecto McKenzie tuvo su antesala: Cecilia y Nacho haciendo standards de jazz; luego, “versiones demasiado versionadas” de Neil Young, Beck, los Beatles, PJ Harvey. Finalmente, se acabó lo que se daba y nacieron los temas propios. Y el apuro por un nombre. Porque, invitados a un varieté de teatro organizado por amigas, casi los bautizan The Jazz Brothers; afortunadamente esquivaron el nombre y optaron por Los Hermanos McKenzie. “Nos hicimos cargo de nuestro parentesco; no del apellido”, explica Nacho C y ahonda en el anonimato que cubrió al EP homónimo donde todos los integrantes le escapaban a la foto y se escondían en seudónimos. “La fantasía era no mostrarnos; tal vez teníamos un poco de miedo por lo que cuesta abrirse, salir del caparazón”, cuenta el veinteañero que –años atrás– formara parte de la banda stoner Atípica y –ahora– colabora, al igual que Pérez, en otro festejado grupo del indie local (Les Mentettes Orchestra).
De allí que la estética que rodeaba a la banda entonces (clips, arte de tapa) se nutriese de bellos dibujos y animaciones donde animales humanizados o siameses unidos por la cabeza bordeaban la línea entre lo inquietante y cierta forma de inocencia. “Nos movíamos por las aguas de una feria de fenómenos; ése era nuestro imaginario”, afirma –la también actriz– Cecilia C, nominada como revelación para los premios Florencio Sánchez, egresada del IUNA, alumna de Guillermo Cacace, estudiosa de canto, protagonista de piezas como Dóciles y Utiles, de Analía Couceyro, o En el Campo, de Martin Crimp, con dirección de Cristian Drut.
Casualmente, en esta última pieza (que reestrena en febrero en el Teatro del Abasto), los Czornogas vuelven a encontrarse; mientras ella actúa, él aporta música original. Y un tema de la banda que comparten. Aprovechando las causalidades (las lingüísticas, al menos), fue en un campo en Capitán Sarmiento donde la banda grabó parte de los doce tracks que componen Siamés, esa maravilla con cuidada coproducción de Juan Stewart donde resaltan los vientos. “Son una segunda voz; los laburamos porque aportan al sentido general de lo que hacemos”, admite Nacho. Sin toque rural, Siamés no carga con animalitos; aunque la estética se mantenga preciosista e incatalogable... Con imágenes blanco y negro, fotos de padres y amigos con data ‘60, ‘70, el disco se pierde en coloridos retoques y una estética retro que ya no recuerda a Alicia en el país de las Maravillas. Aunque, sí, sigue siendo una maravilla.
Los Hermanos McKenzie presentarán Siamés el viernes 13 de enero a las 24 en el Café Vinilo, Gorriti 3780, Palermo. Entradas anticipadas $ 20, en puerta, $ 25.
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