PANTALLA PLANA
El cáncer de mama de Cahty Jamison fue detectado durante el verano en la temporada 1 de The Big C. La segunda entrega, que se emite actualmente, transcurre en el otoño y la protagonista, a cargo de la excelente Laura Linney, entre el enojo y el optimismo, sigue resistiendo y probando nuevos tratamientos.
Superando sus propias marcas de una primera temporada donde convivieron con arriesgada desenvoltura lágrimas y sonrisas, The Big C, la serie Showtime en estos días en la pantalla de HBO, renueva su apuesta irreverente y fortalece su trama con intrigas secundarias. Obviamente, el eje centralizador de la historia sigue siendo Cathy Jamison –soberbiamente interpretada por Laura Linney–, esta profesora de historia de un colegio secundario de Minnesota, casada y con hijo adolescente, que se entera en el curso del verano que tiene un cáncer de mama en fase 4. Una noticia que le cambia radicalmente la cabeza y su relación con el mundo, despertándole un incontrolable deseo de vivir a su gusto, minuto a minuto, segundo a segundo, lo que le queda de vida. Cuando el año pasado arrancó esta producción con formato de sitcom –media hora–, su creadora Darlene Hunt y la propia Linney en el rol de productora manifestaron su intención de mantenerse durante cuatro temporadas, que cubrirían las cuatro estaciones, presumiblemente el plazo de vida calculado por los médicos para Cathy. La serie tuvo buen rating, llegamos este año al otoño y ya están asegurados el invierno y la primavera en sucesivas entregas.
Desde el arranque de The Big C se supo que el humor negro iba a ser una de las saludables defensas que iba a levantar Cathy. Es decir, ese humor liberador que brota de la desesperación, que permite decir verdades terribles, saltar casi todas las barreras y hasta ver el lado favorable de la desgracia: “Al menos, no llegaré a tener demasiadas arrugas”, ironiza esta mujer que empieza a redescubrirse, se anima a separase por un tiempo de su inmaduro marido, no sabe bien cómo acercase a su hijo de 14 y se manda a construir la pileta que siempre quiso tener.
Ya en la segunda temporada, luego de dos series de tratamientos sin resultados positivos y con los riñones deteriorados, pero con la relación matrimonial restaurada y bien encaminada, Cathy decide probar una nueva terapia experimental en la que deposita sus esperanzas, sin dejar de tener presenta la probable cercanía de la muerte. Así, valorando la vida y luchando por salvarla, pero sobre todo intentando sincerarse y extraer lo mejor del presente, Cathy renueva lazos con su marido Paul (Oliver Platt, una ternurita), hace lo posible por ponerse en el lugar de su conflictuado hijo Adam, en plena revolución hormonal y harto de ser compadecido en la escuela porque tiene una mamá con cáncer.
Teniendo ya bien definido el personaje de la protagonista con sus matices y contradicciones en la primera temporada, la segunda le está dando espacio y cierta autonomía a las subtramas: la relación de Rebecca, amiga un tanto maldita de Cathy, con Sean, el hermano marginal de quien ahora se sabe que es bipolar (y sólo acepta tomar medicamentos cuando su novia queda embarazada); el romance de Adam con una compañera del colegio que prefiere esperar para tener sexo (y entonces él, impaciente, contrata por teléfono a una prostituta que lo asusta cuando llega con todo su arsenal de dominatrix, y encima le contagia ladillas, que después se trasladan al resto de la familia...); la mudanza de Andrea (actuada por la increíble Gabouridy Sidibe, del film Precious, 2009) a la casa de Cathy, sus peleas fraternales con Adam... Porque The Big C, aparte de desmitificar el tema del cáncer, habla de la crisis económica, la situación de los inmigrantes, los problemas del sistema de salud, la protección de la ecología...
Hasta el momento, la historia más tocante es la que refiere a la afectuosa relación que se va anudando entre Cathy y Lee (afinadísima composición de Hugh Dancy), compañero en la nueva terapia que cita a Pirandello, budista que ha empezado a desprenderse de sus posesiones, salvo de los buenos vinos que atesora y enseña a saborear a su nueva amiga. Cuando Cathy cree que la está cortejando y se repliega, él se echa a reír y le revela que es gay. “No me lo esperaba, ¡qué engreída soy!”, dice ella, y Lee le retruca: “Tenés motivos: sos una maravilla” .
Más adelante, Paul sorprende a ambos en actitud cariñosa y se mosquea. Lee le aclara: “Soy gay ciento por ciento. La que puede estar celosa es ella porque sos mi tipo: me encantan los osos”.
The Big C, los domingos a las 22 por HBO, repite los martes a las 14 y 23.45 y los jueves a las 16.
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