DIEZ PREGUNTAS A MARIANA DíAZ *
› Por Roxana Sandá
–Con el modelo hegemónico que considera la enfermedad como una desviación a corregir. La persona es interpretada por el “saber” médico como “un determinado diagnóstico”, dejándola en una posición asimétrica desde la que su individualidad, sus saberes personales y su deseo se diluyen, y no son considerados como parte central del tratamiento a encarar.
–Creo que el modelo médico hegemónico persigue frenéticamente la eliminación de síntomas y así le hace el juego al mercado capitalista de los medicamentos y a la industria farmacéutica. Expone la salud como algo estático e imposible de alcanzar. Instaura el miedo y se alimenta el terror a la enfermedad y el miedo a salirse de la norma.
–Lo que sobreviene al diagnóstico terminal o irreversible no es solamente el deterioro que la propia enfermedad produce, sino el perjuicio del lugar que esa persona ocupa en el mundo. A su vez, su entorno más inmediato es afectado directamente, obligando a los que rodean al paciente a reubicarse constantemente entre los requerimientos del enfermo y sus propias necesidades y deseos. Difícil situación. Vigente y tan compleja como en tiempos de Florencio Sánchez.
–Me alegra y alivia su aprobación.
–Fueron concebidas en principio como auxiliares de escena y por su estética y funcionalidad terminaron siendo, dentro de la obra, las representantes del discurso médico ortodoxo alopático patriarcal y machista, instaurado desde tiempos inmemoriales. No sentí la necesidad de que compartieran época con los personajes de la obra, ya que siendo atemporales me pareció que fortalecía la idea de que son permanentes en la historia.
–Creo que establecer una situación pasional, de fuerte atracción erótica entre los que rodean la agonía de Luisa, es una observación genial de Sánchez. Después de un velorio, la gente suele irse a coger. No se me ocurre conjuro más efectivo frente a la muerte que el impulso erótico.
–La del aborto legal, seguro y gratuito.
–No sé... Quizá para algunas funciones con mis hijitos que todavía son chicos, y tal vez para cierta calidad de intercambio con la gente a la que amo realmente (que no es mucha).
–A un buen proyecto teatral. Tengo el sí fácil. Aunque me complique la vida, aunque me reste tiempo para estar con mi familia y para las otras cosas que también me interesan, y a pesar de que la mayoría de las veces me implique trabajar muchísimo sin recibir un mango a cambio.
De haber incorporado al paisaje cotidiano y tomar como parte de “lo inevitable” a los miles de chicas y chicos que viven en la calle, que muchas veces son perseguidos, estigmatizados y reprimidos en lugar de ser protegidos. De aceptar que la vicejefa de Gobierno porteño admita públicamente que dentro de los programas de vivienda definitiva “no hay contemplado uno específico para personas en situación de calle”. Eso me avergüenza, me entristece y me llena de indignación.
* Dramaturga, directora, actriz y productora egresada de la carrera de Actuación de la Escuela Municipal de Arte Dramático. Los derechos de la salud, una versión manipulada tiene funciones los viernes a las 21, en sala Celcit. Moreno 431. Más info: 43421026.
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