“Comer debería ser un placer, no un ejercicio intelectual. Pero creo que con la intención de hacer algo hemos satanizado la comida a tal punto que la hemos convertido, de tanto dieta de hambre, en un acto ilícito. Lamentablemente, todas fracasaron. La mejor prueba de lo que digo es el ejército de dietantes gordos del mundo entero y la declaración de la Organización Mundial de la Salud de una epidemia global de obesidad. Entonces, si la obesidad es una enfermedad crónica, su tratamiento debería ser para toda la vida. Pero, ¿quién puede creer que comer poco de alimentos que no nos gustan ni nos brindan placer para bajar muchos kilos rápidamente puede solucionar el problema?”, increpa Mónica Katz, autora del libro No dieta, puentes entre la alimentación y el placer, de Libros del Zorzal.

Ella es médica y directora del Curso de Posgrado de Nutrición Clínica de la Universidad Favaloro y ahora acaba de abrir, en Palermo, el primer Centro de Filosofía No Dieta. En contra de mirar a la luna, desoír el estómago, cerrarse la boca o vivir a sopa, Katz sentencia: “Las dietas tradicionales tal como las conocemos no sirven para perder peso y mantenerlo a largo plazo. Se sabe que estos regímenes generan un rebote de peso y, por lo tanto, desencadenan un circuito en el que la motivación baja y aparecen la culpa, los kilos y la frustración”. Ella se pregunta: “¿Cómo comer solo lo que la dieta extrema propone, mientras el mundo sigue consumiendo y disfrutando de todo lo que hay disponible en el mercado?”.

El concepto No Dieta se basa en un nuevo paradigma: perder peso y mantenerlo es posible abandonando las dietas muy restrictivas. Porque cuando prohibimos alimentos, aumenta el deseo y el descontrol. La filosofía No Dieta propone legalizar el placer y bajar de peso comiendo de todo. El secreto está en controlar las porciones.

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