Veintisiete minutos tuvo Moria tras su entrada triunfal al boliche de Tinelli para contar la odisea que vivió en tierras paraguayas. “Moria presa” fue el titular por el que tuvo que desenrollar la lengua y volver anécdota jugosa un monólogo sin aliento, donde se tildó de buena persona, honesta, generosa con su imagen, trabajadora, resiliente (¿¿??) y observadora de sí misma. Allí contó que la causa por la que fue detenida el fin de semana fue armada por el joyero Armando, que la noche anterior, al señalarla como ladrona, no paró de “chupar y tomar” en su mesa, adonde fue invitado “de arriba”, que el collar valuado en 80 mil dólares venía en una caja “berreta” y que la esposa de Armando la miraba absorta, como si ella fuera un televisor. Tal es la fascinación que genera, dice, que “le impresiona su fama”, tuiteó desde la celda la declarada fan de la gorra y la disciplina militar. Coherente con su devoción por la legalidad, aclaró que en la prisión la trataron como a una reina, que jamás se mezcló con el resto del penal y que durmió mejor esa noche que las anteriores, porque la paz está en su corazón, desde ahora autodeclarada “diva hurtomolecular”. Su abogado, Víctor Stinfale, mediático desde su juventud en el piso de Mauro Viale y el caso Coppola, intervenía en el stand up con picos de 30 puntos para aclarar que esta aventura jurídica está emprendida desde “la maquinaria”, algo que él intuye se activa para chuparle la sangre a la más famosa.

Se estuvo observando a sí misma Moria mientras pasaban las horas que separaron su detención de la declaración a la fiscal, el domingo a las 9 de la mañana, en un país donde dice tener prometedores negocios y donde toda es buena gente a excepción de Armando, el joyero embustero. Lo que observaba es una mujer a la que no le gustan las joyas, a pesar de haberse puesto ésta de zafiros: “No soy Isabel la Católica, me gusta la inteligencia, el sentido del humor, la nobleza y la lealtad”, dijo en uno de sus axiomas de 140 caracteres. Curiosa la lealtad que omite a su manager, Luciano Garbellano, ex taxi-boy y dueño de Spartacus, famoso por los videos que se filmaban en plan cámara oculta en su casa de citas y ex sex toy de Moria, con quien se alió aquel verano en Carlos Paz para destruir a Nazarena Vélez, su archienemiga ahora vuelta a escena como “vómito fecal”, según la verborrágica estrella. Galo, el secretario personal de la diva, acusa a Garbellano de ser cómplice de la trama, pero eso es arena del costal paraguayo, que todavía retiene a los argentinos implicados esa noche y de quien Moria ya no habla. En cambio, sí festeja la cumbia de Los verduleros, que en tiempo record le dedicaron un tema: “Moría por vos y ahora sólo te querés matar. ¡Chorra! Entregame la joya, no te hagas la tontita que yo sé que la tenés guardadita”. Volviendo al ideario tuitero, Moria también consignó desde su BB que “las joyas son para adornar cuellos sin gracia. Mis joyas son mi escote, mis dos lolas y mi cerebro”, sin dejar de mencionar su palabra preferida, esa que la exime de sufrir como los presos comunes y los humanos que merecen fush fush: “Quiero desdramatizar y relativizar un hecho ínfimo y absolutamente menor con tufillo a truchada armada”. Desdramatizada y con su perro en brazos lookeado igual que ella (modelos rayados a la manera del preso estereotipado), Moria le agradeció a Tinelli los llamados de su producción (¡Marce no levanta el tubo ni para llamar a Moria presa!), y dijo que ama a los paraguayos a pesar de tener esta oveja negra patética que pretende teñir a un pueblo honesto de maldad y codicia.

Generadora de noticias fundamentales en el circo de la tele, sin maquillaje y luz de estudio, la diva no se veía tan revocada ni potente a la salida del juzgado paraguayo: Moria recicla cara, cuerpo y alma cada año, pero nunca ese discurso fanático que repulsa las debilidades y reniega de eso que le ocurre y que no desdramatiza, simplemente evade: el peso de las plumas que no alcanza para frenar la decadencia.