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Desde Chile, Javiera Tapia se abre camino en el periodismo musical haciendo foco en las referentes femeninas de todos los tiempos.
› Por Malena Rey
A los 24 años y con base en su blog We will all go to monte carlo (que homenajea desde el título a la película de Jean Boyer que lanzó a Audrey Hepburn al estrellato), la chilena Javiera Tapia demuestra cómo la música atraviesa su vida cotidiana, al tiempo que se convierte en materia prima de su trabajo y su escritura. “Creo en las canciones como remedio para los males”, dice en la presentación de su sitio, y en las secciones que lo componen algo de esto toma cuerpo: informal y sincera, no trata de perseguir referentes ni busca la complicidad ingenua de sus seguidores, sino que lo suyo pasa por su percepción y un análisis medido, una reflexión o una huella del efecto de la música en la sensibilidad de nuestra época, ahora que proliferan las bandas y los intérpretes y cuesta armarse un mapa certero de lo que nos gusta.
Con un barniz pop y una inclinación hacia el formato canción, en las secciones que Javiera mantiene conviven las crónicas de recitales a los que asiste con las reseñas de nuevos discos y las entrevistas para distintos medios en los que colabora, pero la que vale la pena y se diferencia de otros blogs o revistas culturales es Mujeres músicas, una suerte de compendio de artistas a las que ella les presta oídos. Allí no todo está enfocado en la producción musical reciente, sino que se refiere a la historia general de la música hecha por mujeres en Chile: Violeta Parra, sí, pero también una gran cantidad de artistas olvidadas o silenciadas, como Rosita Serrano, Nadia Milton o Luz Eliana: “El interés de la música hecha por mujeres me viene de la curiosidad por saber cuáles son las razones, vivencias o fantasías que determinan sus formas de componer. Desde que era muy niña, las mujeres siempre me llamaron la atención, y sentía que las canciones escritas por ellas eran algo distinto. Que provenían de algo diferente, pero nunca supe qué era eso. Aún no lo sé, y dudo que alguna vez llegue a entenderlo por completo, pero ése es mi motivo de investigación fundamental”, apunta Javiera delineando sus coordenadas de búsqueda.
De Linda Sjöquist, una estudiante y compositora indie venezolana, a la chilena Javiera Mena; de Fionna Apple a las locales Las Kellies; de Amy Winehouse al “tropipunk” de las Kumbia Queers, Javiera va hilvanando el registro de una época en instantáneas sonoras, y así se entiende el tono de la máxima que expresa, casi al borde del enojo: “Por favor, nunca me pregunten ‘¿qué música te gusta?’”, el gesto más obvio de quienes no se involucran con los sonidos al punto tal de definirse por medio de ellos. Para hacer mover el tablero, para procesar registros populares e industriales y dar con el propio gusto, es necesario percibir primero qué códigos se escamotean o aceptan. Y al respecto, expresa Javiera: “La música hecha por mujeres se encuentra muy encasillada en estereotipos, estandarizada por la industria, que finalmente es una réplica de los códigos que se manejan en todos los ámbitos de la sociedad. Aquellas etiquetas son las que me niego a hacer propias y a mirarlas como una verdad absoluta, porque sé que hay algo más y quisiera aportar en descubrir qué es eso”.
Mención aparte merecen sus playlists, esos compilados del siglo XXI que a través de una excusa arbitraria (“canciones que hablen del día lunes”, “temas para escuchar bajo el sol”) enhebran creaciones de artistas diversos por el puro placer sonoro de la combinatoria.
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