PANTALLA PLANA
Dos nuevos programas ponen en escena los deseos y sentires masculinos, aunque siempre mediados por una mujer: ¿Qué piensan los hombres? (Utílisima) y ¿Quién quiere casarse con mi hijo? (Telefe). Y que llore la masculinidad.
› Por Marina Yuszczuk
Más que en la posmodernidad, vivimos en una era cosmo. Definición posible de lo “cosmo”: conocimiento express (estrictamente organizado u organizable en item, tips, etc.) sobre cómo ser una chica en esta sociedad moderna, destinado a mujeres que claramente no lo saben y mucho menos están dispuestas a emprender cualquier tipo de búsqueda personal, intuitiva, autónoma, arriesgada. Lo cosmo no es nada nuevo, ni es exclusivo de la revista que hace pocos años extendió sus tentáculos a la televisión, pero sí es expansivo, se filtra, chorrea, se cuela a otros canales, programas y revistas con la lógica de su enciclopedia for dummies que abarca desde cómo saber si mi novio es gay o si debo coger en la primera cita hasta qué cirujano elegir para mi próxima operación estética, o cómo dar sexo oral tan pero tan bien que nunca me abandonen. La unidad mínima de lo cosmo es la etiqueta (romántico, sensible, emprendedora, etc.) que alcanza para hacer divertidos tests y definir a las personas; la unidad máxima es la frase, la consigna, el tip, y cualquier consideración más profunda es exceso o es lujo.
Utilísima Televisión nunca se caracterizó por un estilo cosmo (y esto no es un elogio sino al revés: más cavernario todavía, el canal siempre sostuvo un modelo de mujer-ama de casa que cuida la economía del hogar y si le queda tiempo, se embellece). Pero en un intento de aggiornamiento tardío, Utilísima se robó a Narda Lepes del Canal Gourmet, incluyó gays entre sus conductores –o al menos ahora se los exhibe con menos disimulo–- y estrenó, en junio de este año, un ciclo de entrevistas a varones famosos conducido por Araceli González bajo la consigna de averiguar, en media hora de conversación a solas, los secretos de la mente masculina. ¿Qué piensan los hombres? es el título muy cosmo del programa que hasta ahora tuvo como invitados a Guillermo Francella, a Juanes y al automovilista colombiano Juan Carlos Montoya, entre otros. En estas primeras entregas, Araceli volvió a descubrir que los hombres son personas, disfrutan de su familia y de su profesión, etcétera. La última parte del programa invita a un intercambio de preguntas entre conductora e invitado sobre el sexo opuesto que arroja conclusiones imperdibles: a la pregunta de Juan Pablo Montoya sobre por qué las mujeres son tan manipuladoras, Araceli responde: “Porque les tenemos miedo”. Y cuando el futbolista Luis Hernández le preguntó a ella qué pensaban las mujeres de los ídolos de fútbol, ella dijo también que las mujeres les tenemos mucho miedo, porque siempre buscamos la seguridad.
De la psicología masculina no se pudo saber mucho más, pero no hay dudas de que Araceli, coherente consigo misma, piensa que las mujeres tenemos mucho miedo. Con unos grados menos de profundidad, pero similar espíritu cosmo, en el reality más flamante de Telefe, ¿Quién quiere casarse con mi hijo?, los hombres son nuevamente objeto de disquisiciones, porque cinco solteros acompañados de sus mamis deben conocer y elegir entre diez candidatos o candidatas al que será su compañero de toda la vida. El ciclo, conducido por una gritona Catherine Fulop, revela cómo la lógica cosmo no sabe de elecciones sexuales, porque tanto los varones y mujeres heterosexuales como los gays parecen manejar sus vínculos con la misma paleta de sentimientos y percepciones: el lunes, por ejemplo, Franco y su mamá conocieron a los diez candidatos que se definieron con frases del tipo “Hago pilates, me gusta bailar salsa y tango, tengo un departamentito, soy divertido, cariñoso, familiero, buen compañero, soñador” (“soñador” es un hit, estén atentos), y sostuvieron conversaciones tan sinceras como “¿Sos romántico?”. “Sí. ¡Demasiado!” Por supuesto que nadie se puede tomar en serio esta puesta en escena, pero si se trata de imaginar un mundo en el que las personas intentan acercarse a otras cargando esas etiquetas, y ese modo-picadora-de-carne de pensar en los otros, casi dan ganas de decirles a los chicos y chicas que se queden en casa si no les da el cuero para acceder a otros –hombres o mujeres– que no vengan con manual de instrucciones.
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