CINE
En Elles, Juliette Binoche encarna a una periodista que
quiere saberlo todo acerca del mundo de la prostitución.
› Por Marina Yuszczuk
Hay prostitutas y prostitutas, tanto en el cine como en la realidad. Están las putas gordas y generosas que encantaban a Fellini, las chicas lindas y de destino trágico que a veces acompañan a los héroes en las películas de Hollywood, o esas otras cuya ropa brillosa y ubicación en las esquinas más sórdidas de cualquier gran ciudad revelan una situación más ligada a la supervivencia que a cualquier romanticismo literario (ése de las putas de García Márquez, por ejemplo, que escuchaban y acunaban a hombres desesperados, o el de esos tipos que se piensan heroicos y cuando se obsesionan con una mujer que trabaja de stripper o de puta quieren “sacarla de la mala vida”). Las prostitutas de Elles –la segunda película de la directora polaca Malgoska Szumowska, que protagoniza Juliette Binoche– son jóvenes y lindas, y coinciden punto por punto con el objeto de deseo privilegiado (qué privilegio, ¿no?) de las sociedades modernas: la chica. Las dos son flacas, no tienen mucho más de veinte años y podrían ilustrar la tapa de unas cuantas revistas si no fuera porque, por el contrario, ejercen su tarea en el anonimato más tajante, sólo invadido por una periodista freelancer, Anne (Binoche), quien escribe un artículo para la revista Elle sobre las chicas que se prostituyen para pagar sus departamentos y estudios universitarios.
La película, que no busca tanto explorar el mundo de este tipo de prostitución sino ponerlo a dialogar con el de Anne (que además de profesional lleva adelante una familia de clase media alta con dos hijos adolescentes y un marido con el que apenas se comunica), pone en escena los relatos que ellas le cuentan a la periodista, y también las muestra en plena actividad con sus clientes. Por eso, la cuerda floja en la que trata de balancearse Elles es el hecho de que para sus espectadores potenciales sea tan atractivo acceder a los secretitos y detalles de la vida sexual de las chicas (“¿Qué te piden?”, “¿Qué es lo que nunca harías?”, pregunta casi por nosotros la periodista) como verlas cogiendo. Desnudas, totalmente expuestas en situaciones como recibir en la cara la orina de un cliente o tocándose para él, las chicas son las que ponen el cuerpo en la película, mientras que como siempre el cuerpo de los hombres –sus clientes– aparece cubierto. También el de Binoche, que se masturba para la cámara bien tapada con una camisa y, sí, pone cara de orgasmo, pero lo cierto es que no pone nada más (y en un momento besa a otra mujer... ¡fuera de foco!). ¿Cómo pensar esas asimetrías a la hora de filmar los cuerpos, en una película escrita y dirigida por una mujer, pero que reproduce la distribución de lo que se muestra y lo que se oculta de un modelo cultural masculino?
Será por eso que la mayoría de mis colegas, críticos de cine y varones, dijeron que Szumowska intentaba representar y explorar “la sexualidad femenina”, es decir, la de las jóvenes prostitutas y la periodista que las investiga (y alguno hasta declaró que la película era “feminista”). Lo cierto es que Elles va un poco más allá y trata de plantear preguntas sobre las estructuras sociales –especialmente la familia burguesa, y la pareja heterosexual y monogámica– que encuentran en la prostitución su momento de verdad, ése que permite señalar las carencias y las limitaciones, los desafíos y las posibilidades de la pareja y la familia. Por eso la postal aparentemente idílica de Anne con el marido y los hijos reunidos alrededor de la mesa cierra la película, y también hay una escena perturbadora en la que ella le ofrece a su papá ya anciano un masaje en los pies que es francamente erótico. Los hombres también cogen y disfrutan en Elles, cogen con prostitutas, les gusta dominarlas o sentir que las dominan y tratarlas de cierto modo (decirles “putita”, por ejemplo), pero parece, y ése quizá sea el punto más débil, que mucho de eso queda en segundo plano detrás de los cuerpos enceguecedores de las chicas.
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