Resistencias Piedad Córdoba fue distinguida en nuestro país con un reconocimiento lleno de aplausos, abrazos y promesas de reencuentro. Una mujer que le pone el cuerpo a la lucha por una solución política al conflicto colombiano, una batalla crucial no sólo para Colombia sino para toda nuestra América latina.
› Por Claudia Korol
Cuando Piedad Córdoba entró al salón Libertador Simón Bolívar del Hotel Bauen –recuperado por sus trabajadores y trabajadoras–, la multitud que colmaba ese espacio estalló en una ovación. Esa mujer tan agredida por las fuerzas conservadoras de su país recibió el 5 de agosto un homenaje merecido: la distinción Deodoro Roca en reconocimiento a su incansable lucha por la paz y los derechos humanos en Colombia.
Rodeada del cariño de militantes por los derechos humanos, en un momento del discurso dijo: “¡Cómo me gustaría que estuvieran aquí mi mamá y mis hijos, que sufren tanto con los ataques que me hacen!”. Todavía están frescas las imágenes de Piedad ingresando a la selva colombiana para contribuir al rescate de prisioneros. Una actitud valiente que le valió el ataque sistemático desde los medios de comunicación de la derecha conservadora, que la acusaron de ser parte o de estar financiada por las FARC. Piedad recibió amenazas de todo tipo para ella y para su familia, y fue destituida como senadora –cargo ganado por su pertenencia al Partido Liberal, que ejerció desde 1994 hasta el 2010–, cuando la Procuraduría General de la Nación la acusó de colaboración con las FARC.
Piedad es una mujer negra, y este dato la define tanto por la estigmatización que ha sufrido como por el lugar desde el cual mira al mundo. El guerrerismo, el patriarcado, el racismo, el colonialismo desprecian su raza. El mundo de la guerra hace del machismo un valor. Siglos de colonialismo construyeron una subjetividad hegemónica que refuerza la dominación de una burguesía blanca, patriarcal –Uribe es su figura emblemática– sobre los pueblos indígenas. “Si se pudiera hacer un tratado de la agresión a las mujeres desde su etnia, desde su condición de mujeres, desde su ser revolucionario, yo sería el ejemplo perfecto. Porque me han dicho lesbiana, histérica, loca, puta... Desafortunadamente, a pesar de muchas normas y leyes que hemos aprobado, las cosas siguen siendo iguales, en un país donde se ve tan claramente el retroceso de las mujeres, no en la conquista sino en el ejercicio de los derechos”, dice, pero no se victimiza. Ubica su lugar como parte de un drama colectivo, que es el que viene a denunciar. Hace énfasis en el lugar de las mujeres en la primera fila de la resistencia. “El lugar de las mujeres en la lucha por la paz es fundamental. Estamos jugando un papel muy importante en la resistencia, sobre todo en los movimientos sociales en el Cauca, a pesar de que es cada vez más difícil no sólo permanecer sino también hacer el trabajo que tenemos que hacer”, dice.
Ese lugar es difícil porque en tiempos de militarización y violencia los cuerpos de las mujeres se vuelven botines de guerra, moneda de cambio, territorio de conquista y diversión. Se indigna Piedad cuando recuerda el episodio de los custodios de Obama visitando los prostíbulos de Cartagena de Indias. “Los agentes que protegen al presidente Obama colegiaron a las mujeres de la prostitución, no les pagaron, porque están acostumbrados a hacerlo.”
En un marco general de pobreza y vulneración de derechos se agrava la situación de las mujeres. “Ha salido un informe de la fiscalía que es absolutamente alarmante. En los casos de desapariciones forzadas, en Colombia hay casi un 51 por ciento de mujeres desaparecidas. En los crímenes y asesinatos que se están cometiendo a sangre fría, hay unas cifras escalofriantes. Igual en el aumento de violaciones, de violencia contra las mujeres, de femicidios. Colombia se está caracterizando por la utilización del ácido arrojado en la cara de las mujeres, y porque hay cada vez más asesinatos de mujeres por sus parejas. Esto se aúna a un cuadro de guerra. Quienes se ven más afectadas, no solamente por todas estas circunstancias sino también por la pobreza estructural, son las mujeres negras e indígenas. Ha aumentado la feminización de la pobreza, que afecta especialmente a las mujeres indígenas porque tienen menos recursos, conocen menos las regiones a las que se podrían desplazar. Es una situación que debería avergonzar al país.”
También se hace muy difícil enfrentar los mecanismos patriarcales de exclusión de las mujeres de los lugares del poder. “Eso refleja –dice Piedad– la nula decisión del Estado que, a pesar de firmar convenios internacionales y aprobar leyes, sigue deteriorando las políticas públicas que posibilitan la participación de las mujeres. Hay un descenso en la participación de las mujeres en lo electoral. Sobre todo tienen más dificultades para acceder a los cargos de elección popular, que son muy importantes, porque son donde se aprueban las leyes que definen las políticas públicas. Para nosotras, mujeres de la oposición, es muy difícil. Imagina, además, que sobre cinco millones de desplazados internos, las mujeres son tres millones o más.”
Los desplazamientos forzados son uno de los grandes dramas humanitarios que sufre la población colombiana. La guerra, así como las políticas de las multinacionales, provocan estos movimientos de la población más pobre. Piedad habla desde las tripas cuando retrata el desastre: “Colombia tiene cinco millones de desplazados y desplazadas, a quienes se les han arrebatado –según cifras oficiales– ocho millones de hectáreas. Nosotros sabemos que son muchas más. Hay más de 70 dirigentes campesinos luchando por la restitución de sus tierras que han sido asesinados y asesinadas en un año y medio. Es una cifra escandalosa, que muestra que vivimos una grave crisis humanitaria”.
En este contexto, Piedad Córdoba valora la acción de los pueblos indígenas del Cauca, que se han puesto a la tarea de desmontar las bases militares en su territorio, exigiendo el retiro de las Fuerzas Armadas y de las fuerzas guerrilleras. “Es muy positiva la posición de las comunidades del Cauca, porque la Corte Constitucional después de sus afirmaciones, y después de mis intervenciones también, se pronunció avalando lo que dijimos: que se retiren las bases militares –porque no pueden estar en medio de la población–, exigiendo a las fuerzas la entrega de un resguardo en el Meta y planteando que todos los actores del conflicto se retiren. Las comunidades tienen el derecho a vivir libres en sus territorios. Es un momento muy importante que visibiliza la necesidad y la exigencia de que se acabe la guerra en el país.”
Pero hay otros factores que agravan la crisis humanitaria. “Forman parte de esta crisis las casi sesenta mil personas desaparecidas en Colombia, sobre las cuales nadie dice nada, así como las casi 3000 ejecuciones extrajudiciales. Los 8500 prisioneros y prisioneras políticos que se encuentran en las peores condiciones, con una situación denigrante como seres humanos. Nosotras –como parte de las Mujeres por la Paz en el Mundo– hemos intentando entrar a las cárceles para observar su situación, pero el gobierno no lo ha autorizado. Sabemos que es muy alta la suma de mujeres que se han suicidado en las prisiones por no soportar esas condiciones tan infamantes. El Estado intenta quebrarlas. No se les presta servicio médico. Muchos presos y presas con enfermedades terminales se mueren sin ser atendidos, o están en cárceles con 44C a la sombra, donde no hay luz ni agua, durante uno, dos o tres meses. Algunos de esos prisioneros y prisioneras políticas son combatientes, pero también hay muchos y muchas defensores y defensoras de los derechos humanos, o campesinos que se levantan contra la instalación de los campamentos petroleros que arrasan con el medio ambiente, o que luchan por la restitución de tierras.” Se acusa a la guerrilla por la integración de los niños y niñas en sus filas. Piedad señala: “Hay una investigación que se llama ‘Mambrú se fue a la guerra’, que da cuenta real de lo que está pasando con los niños y las niñas en el conflicto armado en Colombia. La conclusión final de ese informe es que los niños están donde están por el hambre”.
Piedad cuestiona las violaciones a los derechos humanos y el modelo que las genera. “No se puede hablar de desarrollo cuando hay 8 millones de indigentes, cuando hay gente que no come, cuando las calles de las ciudades se visten de noche de cama. Es impresionante la cantidad de gente que está durmiendo en la calle. Sin contar que en el país tenemos el segundo lugar de prostitución infantil. Son cifras de un modelo decadente, impresentable, indecente..., que necesita de la represión para poder contener las cantidades de gente que se están levantando. En Colombia se pasó de un formato ramplón y vulgar mafioso a un formato meloso, caricaturesco, que persigue exactamente lo mismo; porque los presidentes que se eligen en Colombia no obedecen al país. Obedecen a las coimas de las multinacionales.”
Los intereses norteamericanos siguen mandando en Colombia, dice Piedad, a pesar de que se ha logrado una resolución de la Corte Suprema suspendiendo la instalación de siete bases militares de EE.UU. “Se cambiaron las bases militares por una inteligencia con tecnología de punta, que permite tranquilamente saber dónde se ubican las riquezas de la región, qué capacidad y tecnología militar poseen. Creo que el hecho de que se han quedado callados frente a la decisión de la Corte de no permitir la instalación de las bases es porque pueden hacerlo de otra forma.”
Una de las próximas acciones anunciadas por Piedad es el planteamiento que Marcha Patriótica –la fuerza política de la que forma parte– va a realizar ante Unasur, denunciando la persecución de que está siendo objeto. “Unasur tiene que comprometerse a que nosotros como oposición podamos tener el derecho constitucional fundamental de llegar al ejercicio del poder. Es necesario que podamos fortalecer la decisión de lograr una salida política y negociada de la guerra en Colombia, porque además de lo que significa para nuestro pueblo, desestabiliza a la región. Es un instrumento inclusive para una posible violación del territorio venezolano. Unasur tiene que tipificar los delitos de persecución política, de opinión, de expresión. Queremos que se construya y se trabaje un instrumento de verificación, para ver si es cierto o no que nosotros pertenecemos a las FARC o nos financia las FARC. Es un paso para que se acabe la guerra en Colombia, y que se acabe la persecución contra quienes hacemos hoy lo que hace mucho tiempo vienen haciendo otros que como la Unión Patriótica, que fueron desaparecidos o asesinados.” La sombra del genocidio producido contra la UP en los años ochenta, cuando fueron asesinadas, desaparecidas y torturadas alrededor de 5000 de sus militantes, sobrevuela siempre la política colombiana. “A nosotros no nos pueden matar, ni nos pueden desaparecer, ni nos pueden quitar el derecho a construir una sociedad diferente. No nos asustan con el cuento de que nos va a pasar lo mismo que a la Unión Patriótica. Es como cuando violan a una mujer, que no dicen que la irrespetaron, que la violaron en su derecho como mujer. Dicen que tenía la falda muy alta, los senos al aire, el escote grande, y que por eso ella misma es responsable de que la hayan violado. De la misma manera nos dicen que la Marcha Patriótica es responsable por existir. Nos dicen incluso intelectuales de la izquierda que nosotros somos responsables si nos matan. Pero hemos tomado una decisión: caminar por encima del fuego.”
Crece Piedad Córdoba cuando se para frente a la historia. “La peor amenaza que podemos tener es el miedo y la cobardía. Vamos a enfrentarnos al punto de que, pase lo que pase, que nos maten a algunos, que nos metan a la cárcel, esto no tiene reversa. Unasur tiene que tomar la decisión de defendernos, porque somos de los suyos, porque soñamos lo mismo. Queremos educación, salud, vivienda, un modelo de desarrollo al servicio de la gente, no en beneficio de las multinacionales. Nosotros no nos vamos a dejar matar, ni nos vamos a dispersar. No vamos a perder el horizonte. No podemos distraernos en los cantos de sirena de la derecha del país y de América latina, donde enganchan a la gente para que se desdiga de lo que es. Para que se arrepienta de haber estado luchando con el pueblo, de haber sido comunista o socialista. Como dice Benedetti, es la industria de los arrepentidos. Hay que tejer la unidad, que, como decía Bolívar, es fundamental para lograr fortaleza en la región, y también internamente. Los que estamos en la izquierda no podemos abstraernos de la responsabilidad de la pobreza, de la miseria, de las desapariciones. Si para nosotros es más importante la vanidad, dar saltos mortales en lo que sabemos, no ser capaces de poner a militar ese conocimiento al servicio de la gente, de estar donde están el campesino, el obrero, el estudiante, los indígenas, las mujeres, los negros, no vale la pena saber tanto.”
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux