PERFILES
› Por Sonia Tessa
En General Villegas, nada cambiará. Seguirá siendo el mundo del revés, porque la Justicia no atinó a poner orden. Ahora que aquella niña violada en septiembre de 2009 está por terminar la escuela secundaria, la Justicia vuelve a victimizarla con la condena de sólo cuatro años y diez meses. Además, los agresores quedarán libres mientras no haya sentencia firme. Y una vez más, el Tribunal Criminal 1 de Trenque Lauquen se dedicó a investigar a la víctima casi más que a establecer la responsabilidad de los victimarios. “La sentencia es indignante”, lanza Luis Correa, el abogado de la familia de la chica, que leyó las más de cien páginas con estupor. “Se dedicaron a ventilar las intimidades de la chica, han escarbado en la vida de ella, desde los 10 años, han dicho cosas que no han sido probadas, han tenido por cierto barbaridades que no hacen a la sentencia”, expresó el letrado. La mayor parte de las páginas reproducen testimonios tomados en la etapa de instrucción, que fueron incorporados al proceso oral por lectura. Son testimonios sobre una chica de 14 años, que antes de ser considerada víctima de un atentado a su integridad sexual fue puesta en tela de juicio.
Investigar a la víctima fue el clamor de aquella marcha que el jueves 12 de mayo de 2010 congregó a unas 250 personas en la plaza del pueblo, muchas mujeres, todas indignadas, pero no con los violadores. Mariano Piñero, de 32; Mario Magallanes, de 23, y José María Narpe, de 30, eran, en aquellos relatos, las víctimas. Y ella, la chica de 14 años que había sido abusada, era descripta como la pérfida que los había incitado. A nadie le preocupaba que el video del abuso haya circulado durante meses en una ciudad de 20 mil habitantes. Les inquietaba, en cambio, que la filmación de los tres violadores, burlones, haya derivado en una denuncia penal. Y la niña era la culpable.
Ella –su nombre ha trascendido pero no corresponde, era y es una niña– tenía 14 años. Era una buena alumna del Colegio Nacional Nº 7 de esa localidad, al que su hijo dilecto, el escritor Manuel Puig, recordaba como un pueblo de western, donde reinaba el machismo.
Ahora está terminando la secundaria, va a estudiar una carrera universitaria y sus padres planifican mudarse con ella hacia la ciudad de la universidad elegida. No tienen lugar en General Villegas. Después de aquella marcha, la familia cerró la pizzería y ya no pudo alquilar las habitaciones de la casa, otro ingreso para empujar la economía. Entonces, comenzaron a trabajar como comisionistas. Ella, la menor de los cinco hermanos, siguió yendo a la escuela, donde recibió contención, pero quedó el estigma.
Los jueces Gabriela Martínez, Pedro Gutiérrez y Horacio Centeno son de Trenque Lauquen, el distrito al que pertenece General Villegas. Los magistrados consideraron esta semana “irrelevante que la menor haya consentido el acto”, porque los adultos se aprovecharon de una niña en su “primera adolescencia”, que había tenido “problemas con sus relaciones interpersonales y sexuales”. El objeto procesal del juicio oral y público era abuso sexual, corrupción de menores y producción y difusión de material pornográfico. Los jueces no dudaron en investigar a la víctima. Y además, les dieron a los acusados el beneficio de la duda sobre la difusión del video. “¿Quién lo va a hacer circular sino ellos? Eran tres hombres grandes en una habitación con una chica que no tenía posibilidades de filmar”, se indigna Correa.
L., la niña, fue víctima de violación, de los prejuicios del sistema de creencias naturalizado que es el machismo y también es víctima de una Justicia que todavía elige investigar a las víctimas. Ella, en cambio, elige estudiar para progresar. Irse lejos de ese pueblo que la condenó. Como hizo Manuel Puig para escapar de la atmósfera oprobiosa.
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