VISTO Y LEIDO
Cuatro artistas pusieron sus saberes en común igual que se ponen los alimentos en las ollas populares para hacer un libro dedicado a niños y niñas sobre la historia de Darío Santillán, el joven asesinado en Puente Pueyrredón hace ya diez años.
› Por Veronica Gago
Un pibe del barrio Don Orione que crece al resguardo de los relatos de un abuelo santiagueño. El hombre, en el monte, tuvo que enfrentar a un tigre y lo venció. Y entonces el nieto, que escucha embelesado esa historia, se queda con la fuerza de ese abuelo, mitad indio, mitad hachero. Y mientras crece, la selva es un ambiente imaginario y cercano, aunque su escuela quede en Solano, Quilmes. Un cumpleaños y otro. ¿Qué será mejor: ser profesor de historia o periodista de investigación? Del centro de estudiantes a la asamblea del barrio, de allí a los inicios del movimiento de desocupados. Un beso de la mamá se cuela y lo acompaña. Y después: ¿Cómo ir a besarla, a recuperar ese calor, apenas haya un hueco en la militancia? Sin siquiera imaginar que la llorará pronto. Y los hermanos. Y las convicciones que se asoman y se amontonan como descubrimientos que llegan con la fuerza de un destino que se construye y se elige paso a paso.
Los retos de las profesoras, un padre que comprende, que hace asados y va a misa. Finalmente el trabajo barrial y también el amor. Trenzados, confundidos. El descubrimiento de la selva en el conurbano. Donde el tigre que se agazapa, desesperado, es el hambre. Y se lo vence con la grandeza de una olla popular. Y lo que cabe en la olla es mucho: organización, confianza, conversación. La mudanza al asentamiento de La Fe. En el medio se filtran fotos. Recibiendo el título secundario, empuñando una guitarra, algún evento familiar. Y citas que se cruzan. Simone de Beauvoir y el Che, Arlt y Mao, Gelman y el Subcomandante Marcos. Un emparchado que va de la mano de la asamblea y el corte de ruta, de las consignas que aúllan en la crisis de 2001. Y encontrarse en la lucha. Quién se hubiera imaginado que se sentía tan fuerte ese fuego en las gomas, como un abrazo colectivo infinito, un grito de dignidad que llenaba el pecho, una forma nueva de pelear la historia. Una toma de tierras que abre un tajo en el barrio y se conecta y se propaga. La bloquera, la panadería, el centro de salud. El sueño que llega con el abrazo y el cuerpo cansado. La muerte que se empieza a llenar de nombres cercanos. Aníbal Verón, padre de cinco hijos, 37 años, desocupado, asesinado. Y ese nombre se convierte en bandera, en sigla de organización. Se repite, se escribe, está en la boca de muchos para no dejarlo ir. Un cuaderno va siendo testigo de apuntes, promesas y expectativas. El 25 de junio de 2002 Darío Santillán, aquel niño crecido en Don Orione, anota que está seguro de que al otro día serán miles cortando el Puente Pueyrredón. Y son muchos. La calle desborda, el puente se toma y se corta. De pronto todo huele a encierro. Y falta el aire. Y la estación de tren se convierte en trampa. Y la masacre está ahí. La policía bonaerense fusila a Maxi Kosteki (MTD Guernica) y a Darío Santillán (MTD Lanús).
La historia de Darío, hecha de esos jirones, recuerdos y palabras está impulsada por cuatro mujeres y ha sido editada por El Colectivo (www.editorialcolectivo.org). Se trata de un libro escrito por Silvia Paglieta, quien se dedica hace más de veinte años a dar talleres de lectura para niñxs y es coordinadora de la Estación de Lectura del Plan Nacional de Lectura. Alejandra Andreone, Natalia Revale y Florencia Vespignani son las responsables de los colores, texturas, climas y fotos del libro. Las tres son artistas egresadas del IUNA, militan en el Frente Popular Darío Santillán y dan clases en el bachillerato popular Roca Negra. En el año en que se cumplieron diez de la masacre de Avellaneda este libro es un homenaje pero sobre todo la memoria de una dignidad que sigue viva. Las imágenes que se ven en el libro a veces suenan familiares y es que muchas ya han circulado antes por afiches, paredes, remeras. “Se volvieron parte de un campo de imágenes que, a su manera, grafican la participación, la asamblea, las rondas de mates, el barrio, la olla popular, el corte de ruta, la masividad del Puente Pueyrredón el 26 de junio de 2002, a Darío, a Maxi”, explican las autoras. A ellas cuatro, que se conectaron con esa historia y con muchas otras a través de esta narración, les interesa que este libro-álbum pueda usarse y difundirse en escuelas, en bibliotecas barriales, en bachilleratos populares. En fin, “que pueda ser una herramienta que ayude a acercar la historia de estos últimos diez años, de lucha, de organización, de solidaridad a los jóvenes”.
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