EL MEGAFONO
› Por Maria Teresa Bosio *
La “crisis moral y cultural” a que alude la jerarquía en el último documento del Episcopado argentino da cuenta de que su moral sexual sigue siendo unívoca, dominante y sesgada, sin darnos espacio para que las personas que pensamos y vivimos diferente nuestra sexualidad decidamos según nuestra conciencia y nuestro contexto en relación con nuestro cuerpo y nuestros afectos. No podemos seguir sosteniendo un modelo único de familia como católicos, un modelo heteronormativo excluyente y descalificante de otros modos de relación afectiva.
Lo que nos define como familia según Jesús es el amor y nosotras defendemos que el amor se da entre personas y no entre sexos. El amor y la comprensión hacia el otro nos permiten realmente vivir desde una perspectiva cristiana. ¿Quién puede decir que está bien o está mal que dos personas se amen? ¿Que convivan? ¿Qué importa si son dos mujeres o dos varones? ¿Importa o no que sean del mismo sexo? Esta mirada normativa y sesgada de la sexualidad engaña a la jerarquía y deja sin efecto el mensaje cristiano de Jesús de “Ama y haz lo que quieras”.
Nos sumamos como Mujeres Católicas por el Derecho a Decidir a la posición del Secretariado de Curas en la Opción por los Pobres, en palabras del sacerdote Eduardo de la Serna, que dice en un documento que responde al de los obispos: “Lo menos que podemos decir es que nosotros, que estamos en los barrios, entre la gente, con los pies en el barro, tenemos una mirada muy distinta de la que presenta el documento episcopal”. Vemos un país que fue mejorando las condiciones de vida de su población, sobre todo de las/los más pobres, en un proceso de distribución de riqueza y de derechos, mas allá de que todavía queda mucho por hacer y seguiremos construyendo en el marco de un proyecto nacional e inclusivo.
También, en ese documento, la Conferencia Episcopal Argentina alertó sobre “el peligro de la división” de los argentinos en “bandos irreconciliables” en su mensaje previo a la Navidad. Los obispos reclaman la “reconciliación”, generando la falacia de que todos estamos en igualdad de condiciones y sabemos que no es así. Hay opresores y oprimidos, víctimas y victimarios, crucificados y crucificadores. Una sociedad sólo se puede reconciliar si reconoce esta opresión de unos sobre otros: la injusticia social que el capitalismo salvaje genera en los sectores más pobres de nuestra Argentina.
Como mujeres católicas evaluamos que estamos transitando una etapa en nuestro país donde hemos conquistado muchos derechos que dan cuenta de que podemos lograr cada vez más un “buen vivir”.
* Presidenta de Católicas por el Derecho a Decidir Argentina.
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