ARTE
Se inaugura en París la primera muestra de pintura de Marjane Satrapi, artista iraní mundialmente conocida por su film Persépolis. En 21 retratos de mujeres inspirados en su propia familia, en pocos pero sutiles gestos, la pintora abre al público un mundo que tenía escondido.
› Por Cristina Civale
Están siendo días muy agitados para la artista iraní radicada en París estos del frío invierno europeo. Corre por dos caminos. Está trabajando con furia para el estreno de su nueva película, La banda de los J, a la vez que se encuentra terminando de realizar los últimos retoques para presentar su primera muestra de pinturas, su verdadera pasión, según ella misma confiesa, aunque su reconocimiento, hasta ahora, provenga sólo de su trabajo como escritora y cineasta.
Febrero encontrará dos expresiones bien diferentes de Marjane Satrapi en su ciudad de adopción, París.
La chica nacida en 1970 en Teherán se crió en el ámbito de una familia progresista que apoyó la revolución de 1979 pero, cuando la misma se adscribió definitiva y fanáticamente al Islam y se cambió el concepto de las libertades individuales, vivió momentos de angustia y zozobra. La imposición del velo femenino, la represión y la guerra con Irak les resultaron inaceptables. De este modo decidieron que Marjane, hija única que había sido educada en el Liceo Francés hasta que la revolución islámica suprimió los colegios bilingües, partiese a terminar los estudios fuera de su país. Como era más fácil conseguir una visa a Austria que a Francia, la Satrapi terminó sus estudios en Viena y luego volvió a Teherán para, al poco tiempo, partir definitivamente a París donde vive y trabaja actualmente.
Fue en su ciudad de adopción que conoció al guionista David B. quien la convenció para que contara con estructura de comic la historia de su familia, de la desilusión ante la revolución, de su partida a París y del gran shock que fue para ella desplazarse del este al oeste, de eso que se llama Oriente y Occidente.
Esa novela gráfica se construyó a través de la serie Persépolis que al poco tiempo de su publicación se convirtió en una película animada de culto, contada con mucha gracia y desenfado a través de los personajes creados por Satrapi, una historia totalmente autobiográfica para la cual, en su versión cinematográfica, prestaron sus voces Clara Mastroianni –interpretando la voz de la adolescente alter ego de la artista– y su madre, Catherine Deneuve, haciendo las veces de la madre del personaje protagónico.
El suceso de Persépolis en todo el mundo tuvo lugar, no sólo por la particularidad de los dibujos de Satrapi, sino por la facilidad que ofrece para comprender los procesos políticos en el Irán contemporáneo desde el seno de una familia progre y bastante corriente.
A Persépolis le siguió otra película animada, Pollo con plumas, y ahora estrena en París su primera producción norteamericana, The gang of J (que se está traduciendo como La banda de los J o sólo Los jotas) que ya tuvo su estreno mundial en Estados Unidos en noviembre del año pasado con críticas muy sorprendidas por el cambio de tono de Satrapi.
En principio, Los Jotas, no es una película animada. Se presenta como un docudrama de bajo presupuesto donde actúa la misma Satrapi junto a sus productores. “Es una película temeraria –afirmó Satrapi– graciosa y loca.”
La historia –que tiene lugar en Sevilla, entre el flamenco y el salero español– parte de un malentendido más o menos típico. En un aeropuerto de España, una chica acompañada por una pareja gay recoge el equipaje equivocado y, suponiendo razonablemente que el dueño de esa maleta que no es la suya tendrá la que le corresponde a ella, valiéndose de la información que encuentra en la misma valija, se comunica con los protagonistas del equívoco. Tiene buena y mala suerte. Ellos tienen su equipaje pero ellos también pertenecen a la mafia y por entreveros del guión el personaje de Satrapi, por propia autodefensa ante la amenaza que implican estos desconocidos poseedores de su maleta, se convierte en una chica dura decidida a matar a todos los hombres que se le crucen y cuyo nombre empiece con la españolísima letra jota. El primero se llama Jesús y como todos los tipos con jota de la película está interpretado por el mismo actor, Ali Mafakheri.
El trailer con el que se promociona la película, que se puede ver en YouTube, termina con los tres personajes caminando amenazadoramente a cámara con una sobreimpresión en letras blancas y gigantes: “Y no, este film no se parece a un film de Marjane Satrapi”.
La crítica de Variety, la biblia de la críticas de cine, le tomó un poco el pelo en su reseña diciendo entre otras cosas: “Es un poco mejor que una película hogareña, la peli parece querer ‘armar un show’ con una aventura en España, con Satrapi y sus amigos haciendo dobles roles detrás y fuera de cámara”.
Habrá que esperar a que llegue al sur para tomar partido.
En cambio, su muestra de pinturas constituye la primera exhibición de Satrapi en este soporte y parece un proyecto algo más serio y menos lúdico.
En la Galerie de Noirmont de París, el 30 de enero se inaugurará esta exposición que lleva el nombre de la artista y que está compuesta solamente por retratos.
Parece que Satrapi pintó durante toda su vida y lo tuvo como un secreto o quizá como una vergüenza. Hasta ahora no se sintió lo suficientemente segura como para mostrarse públicamente como pintora. “La pintura es la base de toda su creación”, dice a Las 12 Sarah Ricquier de la Galerie de Noirmont, “cualquiera sea el formato final que adquiera la obra; incluso fue la base para las tiras cómicas que inspiraron sus películas, ya que Satrapi inicialmente quiso crear obras que alcanzasen a una audiencia más amplia y que fuesen accesibles para todos.”
Veintiún pinturas, nuevas o recientes, correrán el velo sobre esta virtud escondida de la reputada cineasta. Todos los trabajos fueron concebidos como retratos ya sea que muestren a un sujeto solo o representen escenas con más de una persona. Cada vez hay algo en común: se trata siempre de mujeres.
Continúa diciendo Sarah Ricquier: “Marjane analiza la pintura como medio para expresar su inconsciente, encontrando todavía su inspiración en su entorno familiar, aun cuando los rostros retratados sean anónimos, sus gestos y sus formas provienen de los recuerdos de su infancia”.
Las mujeres de Satrapi tienen rostros muy expresivos, siempre representados con la boca cerrada, como una indicación de cierto lugar de silencio en el que las mujeres fueron puestas durante su adolescencia en Irán. Nunca son retratos de cuerpo entero y cada vez expresan con sutileza algún tipo de emoción. Aunque los rostros parezcan inacabados esa boca cerrada, contrastada por la intensidad de la mirada de cada una de estas mujeres, nos da cuenta de una lucha por ocupar un lugar como mujer en la sociedad, quizá parecido al que ella ocupa: Satrapi no canta, no recita; filma y pinta. Las acciones de los ojos preceden a las de la boca y su voz nace de esas miradas, que no son más que su propia mirada.
Satrapi reconoce su encantamiento con los interiores diseñados por Balthus, sobre todo por su elaborada composición. A la vez que reconoce su admiración por las construcciones geométricas de Mondrian. Ambos sentimientos de admiración se aprecian en sus pinturas, en el esfuerzo realizado por componer los interiores de cierta manera y por darles a estos una marcada armadura geométrica. Sin embargo, también hay algo de Matisse en el espíritu de estas obras: la simplificación de las líneas así como la intensidad del color sobre el que el pintor francés dijo alguna vez: “Es un instrumento privilegiado de comunicación y emoción”.
Sarah Ricquier lo confirma pero aclara: “Aunque la analogía con Matisse es obvia es más conceptual, intelectual, que pictórica”.
La muestra en sí está formada por doce retratos de gran tamaño (65cm x 50cm) de mujeres que nunca miran de frente, siempre tienen una mirada recatada y misteriosa, como invitando al espectador a descifrar el misterio de sus pensamientos. Según Satrapi lo que espera que atrape la atención de quien mira es el fuera de campo al que conducen las acciones y miradas esquivas de estas mujeres. ¿Qué hay más allá de ellas, en qué clase de mundo están insertas? Podrían ser preguntas válidas formuladas ante estos retratos o también pensar qué ve una mujer cuando está sola, qué cosa diferente entra en su mirada del recorte del mundo.
La exhibición también está compuesta de seis pinturas de dúos de mujeres (de 150cm x 100cm) donde el fuera de campo queda excluido ante la tensión de dos miradas que se entrecruzan. Los tres cuadros cuadrados (150cm x 150cm) representando mujeres que viven como en familia, parecen escenas posadas de mujeres que se mueven entre el juego y la quietud.
Es sobre todo en estos últimos retratos de conjunto donde se puede rastrear a la Marjane Satrapi descubierta en Persépolis, a través de expresiones que resumen ironía y humor más allá de su quietud o de sus juegos.
Así en estas dos encontradas creaciones que se mostrarán en París por estos días, Satrapi da cuenta de su libertad creativa que va más allá de cualquier tecnicismo en el cine o de algún dogmatismo en la pintura. En ambas expresiones parece reunir las paradojas de su personalidad: un carácter exuberante por un lado pero también inesperadamente introspectivo.
Sea como fuere, película y pinturas dan cuenta de una mujer que se atreve.
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