Vie 12.09.2003
las12

INTERNACIONALES

Amina...

Por Lucía Alberti *

Es como una imagen recurrente que me ronda desde hace meses. Podría decir que se parece a un sueño pero no estoy dormida cuando irrumpe en mi cerebro. Estoy completamente despierta, tan despierta que desearía estar dormida. Aflora rauda en momentos de profunda reflexión o en medio de conversaciones. Como si todo el tiempo estuviera dando vueltas por mi subconsciente y emergiera cuando algo de alguna manera la refiere, por ejemplo la política o el feminismo o noticias internacionales. Quizá es la única evocación que alcanzo a elaborar sobre institución tan despiadada e increíble como la lapidación. Tal vez es sencillamente un tropel de recuerdos construyendo interpretaciones superpuestas, de aquellas acciones de la antigüedad marcadas por la barbarie. Quizá es la ansiedad porque estas cosas no sucedan. Cuando surge, siempre la encuentro detrás de un muro que solo deja ver sus ojos enormes, abiertos de asombro hasta el infinito frente a la decisión de la “ley”. Deja escapar un suspiro apenas audible y una lágrima interminable se convierte en extenso e inagotable mar de aguas serenas, donde sus hijas y todas sus compatriotas mujeres nadan incansablemente buscando la libertad..
Es Amina, la mujer que tuvo el coraje de parir a Wasila a pesar de todos los horrores que la perseguirían.. La mujer que el nuevo viejo oscurantismo tiene como caso testigo, por las dudas a otras se les ocurra compartir la cama sin haber calculado bien las consecuencias. Es el Codex del siglo XXI respecto del registro de penalización que tienen por esos lares, para las que se atreven a cumplir el ritual del acto sexual, sin tener en claro que en esos estados solo hay pecadoras, porque los pecadores no existen.
La lapidación de Amina allá tan lejos, en un estado de Nigeria donde la represión sobre el género femenino, se escuda en la ley y la religión para desgajar hasta el hueso a las mujeres, es una más de las aberraciones de estos tiempos. Me recuerda a las historias de las vestales que eran enterradas vivas, cuando no cumplían su cometido de vírgenes. Pero también me recuerda otras cosas más recientes, como la incumplida promesa de presidente de Nigeria de prohibir la sharía en su país, lo cual pone una decisión de hierro en sus manos. Cumple y enfrenta lo que viene o no cumple y enfrenta lo que viene. No tiene mucho más para elegir. Pero el signo más preocupante de todo esto, es estar discutiendo hoy, sobre algo tan abominable como la lapidación de un ser humano. En tanto transitamos el siglo de la globalización, de los mayores avances tecnológicos, una sofisticación mayúscula en los negocios mundiales y un plexo internacional de Derechos Humanos, como no hubo en ningún otro momento en el mundo.
Es evidente que a pesar de los miles de años de historia, algunos hombres y algunas comunidades siguen usando el garrote o sus sustituto como en la prehistoria. El alarde de rasgos extremadamente primitivos, no deja de ser aún hoy un atributo que sigue rindiendo sus ventajas tal como entonces. El fruto de la dominación y la lujuria se entremezclan en el nimbo del poder y muchos gozan en medio de sus perversiones que les permiten mantener la dominación sobre la vida o la muerte. Como el pater familiae, se agazapan detrás de la liturgia para encubrir sus asesinatos. Es la permanente reedición del hombre y la bestia ejercitada de miles de maneras, en una combinación repugnante de dolor y muerte, que llenan de escarnio y vergüenza a otros hombres y mujeres en el planeta. No hay religión que promueva esos crímenes, solo son acciones encubridoras de algunos de sus intérpretes. Los mismos que adecuan la ley para sus propósitos, a fin de estructurar acciones funcionales al terrorismo institucional que sustenta su poder.
No puedo evitar esa recurrente imagen de Amina con sus silencio y su lágrima extensa, tan extensa como la fe, esa fe en el rasgo humano de la humanidad –valga la perogrullada– que transmite a millones de personas Porque lejos estamos de admitir la resignación y seguiremos peleando con cadenas de correos y llamados de norte a sur y de este a oeste del globo, de parte de todos y todas las que sentimos que aún respiramos día a día la esperanza de cambiar ese degradado y espurio castigo junto a Amina, cuya condena se pretende levantar como un nuevo símbolo de poder, de los depredadores de vientres del nuevo milenio.


* Presidenta de ANUA, Asociación pro Naciones Unidas

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