INTERNACIONALES. Por primera vez en seiscientos años un papa renuncia a su puesto. Benedicto XVI deja su cargo vacante y será reemplazado en marzo. Más allá de las especulaciones, Católicas por el Derecho a Decidir y sacerdotes de base piden una renovación que exceda el maquillaje e incluya mayor lugar para las mujeres y una democratización de una institución ahora manchada por la denuncias internas y los abusos sexuales.
› Por Luciana Peker
El 28 de febrero Josef Ratzinger volverá a su nombre y dejará de ser Benedicto XVI, un hábito sobre el que montaba su poder desde el 19 de abril del 2005. El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, informó que el cónclave en el que se elegirá al nuevo papa se celebrará entre 15 y 20 días después de la renuncia de Benedicto XVI, alrededor del 15 de marzo. El reemplazante podrá ser italiano, norteamericano, latinoamericano, africano o de color, pero indiscutiblemente varón. ¿El próximo papa podría cambiar incluso el rol de las mujeres dentro de la Iglesia? La organización Católicas por el Derecho a Decidir así lo pide en un comunicado en el que “hace un llamado al Vaticano para que en estos momentos de cambio se elija a un papa que promueva una Iglesia comprometida con la justicia social y los derechos humanos, incluyente y respetuosa de las diferencias y de las libertades individuales, una Iglesia que reconozca a mujeres y hombres como iguales”.
Por su parte, Marta Alanis, integrante de la organización en la Argentina, no es muy optimista sobre el anuncio del nombre que surja después de la frase “habemus papa”. “En los últimos treinta años el cardenalato en pleno ha sido elegido por el sector más conservador, con tintes fundamentalistas, de la cúpula vaticana. Por eso, la esperanza del cambio es pequeña ahora, pero el día llegará. No pueden sostener estas posiciones discriminatorias de las mujeres, de la sexualidad, de la diversidad sexual, guardando silencio sobre la pederastia. El Vaticano es el rostro más distante y desagradable para las personas que no tienen poder, mientras que una gran diversidad de fieles católicos y católicas nos expresamos en disidencia, pero el Espíritu Santo no sopla en el Vaticano y la elección del nuevo papa no constituye motivo de grandes esperanzas. A lo sumo un maquillaje diferente”, dictamina.
El cura de Santiago del Estero Sergio Raffaelli se ilusiona sobre la posible renovación: “Estoy esperanzado en que el próximo papa pueda ir canalizando a nivel institucional tantas realidades nuevas que en las comunidades de base se viven. Yo siempre anhelo una Iglesia que vaya dejando poder, que deje de ser un Estado y que sea, como Jesús, servidora de los pobres y asuma las nuevas realidades familiares y el rol de las mujeres dentro de la Iglesia”.
“Renuncié por el bien de la Iglesia”, dijo Benedicto en alusión a su cansancio y su avanzada edad: 85 años que no vienen solos. Ni se van. Tal vez por eso es la primera vez en seiscientos años que un papa renuncia en vida. Pero además están las intrigas palaciegas reveladas por Paolo Gabriele, su mayordomo, acusado de ser el autor material de la sustracción de la correspondencia papal. Y una institución que sigue enraizada con viejas costumbres y respalda el uso del preservativo –sólo– en algunos casos. Por eso, las militantes ucranianas de Femen mostraron sus pechos y festejaron la renuncia de Benedicto XVI en la Catedral de Notre-Dame, en París, con sus cuerpos pintados con las consignas “crisis de la fe”, “no homofobia” y “Bye bye Benedicto”, mientras hacían sonar las renovadas campanas del lugar.
Pero uno de los grandes problemas que tuvo que enfrentar Benedicto durante su papado fue la denuncia de abusos sexuales (y encubrimientos) dentro de la Iglesia. “Si bien durante el pontificado de Juan Pablo II el cardenal Ratzinger –por entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el antiguo Santo Oficio– fue uno de sus más cercanos colaboradores, tras ser elegido papa imprimió un giro copernicano en la manera de abordar el problema. Quitó la protección al mexicano Marcial Maciel, el fundador de los Legionarios de Cristo, aquel monstruo que robaba a manos llenas y abusaba incluso de sus propios hijos. Hace un año, además, Ratzinger organizó en Roma un simposio para que 110 conferencias episcopales de todo el mundo miraran a la cara a las víctimas de los abusos. El encuentro fue inaugurado por el testimonio de Marie Collins, una mujer irlandesa que padeció de niña –sola y enferma en un hospital– los abusos de un sacerdote”, sintetizó el diario El País en un relato en donde se muestra a Ratzinger como un conservador que no contaba (ni) con el apoyo de los conservadores y que sí se opuso a la violencia sexual dentro de la Iglesia.
En Argentina, la lectura de Patricia Gordon, psicóloga de la Red Solidaria de Capacitación y Tratamiento en violencias, abuso sexual y trata de personas, es muy diferente. Ella no cree que el último papa se haya caracterizado por quitar el encubrimiento al delito de pedofilia: “La política de la Iglesia Católica ha sido históricamente encubrir a los curas abusadores. Ratzinger ha sido uno de los más contundentes exponentes del silenciamiento en el mundo entero mediante el decreto denominado Crimen Sollicitationis, que daba claras instrucciones acerca de los procedimientos para trasladar a las ovejas descarriadas de diócesis. Lo cierto es que jamás hubo amparo para las víctimas de los crímenes sexuales de la Iglesia Católica. En nuestro país esto se vio claramente con el caso de (monseñor Edgardo) Storni en Santa Fe y otros de los dolorosos ejemplos que tenemos de encubrimiento es el abuso masivo y sistemático de los niños y niñas en un colegio católico de la ciudad de Mar del Plata por parte del actual jefe de la Iglesia, José María Arancedo, y años después en otro establecimiento en la ciudad balnearia de Villa Gesell. La gravedad de estos hechos no sólo es tal por la impunidad, por la doble moral, o porque los abusos se dan en un marco institucional de características perversas. Lo grave es que las heridas del cuerpo y del alma de quienes fueron objeto de todo tipo de sometimientos se vuelven más profundas cuando los criminales de sotana siguen libres”.
Católicas por el Derecho a Decidir tampoco es benevolente en su balance del papado de Josef Ratzinger, aunque considera que su renuncia es un acto de humildad. “Benedicto XVI deja a la Iglesia Católica en medio de una severa crisis de credibilidad, que no pudo resolver –sentencia la organización en un comunicado redactado en México el 11 de febrero pasado– y por el contrario la agudizó, dejando pendientes importantes temas relacionados con la falta de justicia de las numerosas víctimas de abuso sexual por parte de religiosos, la obstaculización en el avance de los derechos sexuales y reproductivos de mujeres y jóvenes, específicamente en la negativa del uso de métodos anticonceptivos y el condón en la prevención del VIH, la reafirmación del papel de subordinación de las mujeres dentro y fuera de la Iglesia, el rechazo y la condena a las expresiones de la diversidad sexual, el silencio ante la violación sistemática de los derechos humanos al interior de la Iglesia, así como la negativa a entablar un diálogo y entendimiento con otras religiones.”
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