MODA
Primavera en puerta
Entre el lunes 1° y el jueves 4 transcurrió en el Fashion Week de Buenos Aires el maratón que acompaña el movimiento de moda de autor. Veinte desfiles y decenas de show-rooms en la Rural. A continuación, una selección arbitraria.
Por Victoria Lescano
Una puesta con falsa piscina de gelatina turquesa, palmeras y el raro acting de la modelo Paula Colombini comunicándose con el diseñador Laurencio Adot vía celular –arengándolo para dar comienzo al show celebración de sus quince años en la moda, argumentando que “estamos todas tus chicas”– fue de visión imprescindible para iniciar cualquier debate sobre el verdadero estilo argentino: el gusto por los tintes rubios, los cuerpos jóvenes ya muy intervenidos por quirófanos y aditivos de colágeno, esa compulsión por lucir siempre sexies y si es posible lo más parecidas a los peinados, las cejas y los colores que dictan las protagonistas de las tiras televisivas. “Shangri La” fue el título de esa pasada con abundancia de puras sedas que Adot calificó ante un periódico de “spa couture”. Lo cierto es que provocó un tumulto en la espera para acceder con prioridad de ingreso para celebridades y las cronistas de moda nos quedamos en el piso, eso sí, bebiendo champaña.
Fue al cierre del día uno de la última Fashion Week Buenos Aires Lycra, la misma jornada en que la dupla Brandaza de Adúriz tuvo a su cargo la apertura con la colección lúdica “Siempre seré tu amigo”. Cultores y estetas del glamour y superlooks para discotecas hicieron una bajada más streetwear de sus estampas de circuitos y estampas de personajes de animé y comics inciertos. La paleta fue blanca, negra y dorado, con bellos bordados construidos con alfileres de gancho y botones y styling de mocasines anticuados y sombreritos de cotillón.
Otro de los destacados de ese día fue la colección de Cecilia Gadea con la presentación en vivo de Pequeña Orquesta Reincidentes y una elegancia sonora acorde con la preciosista puesta de vestidos con plisados, superposiciones y drapeados en tonos de rosa pastel, arena y negro. Gadea se inspira por regla general en investigaciones de libros de danza y las aplica en sus construcciones, muchas con corsets deconstruidos que enmarcaron cinturas de texturas livianas.
Historias de amor, romance, cuentos de inocencia, recatada severidad y soberbia infantil fueron las tramas del diseñador Pablo Ramírez, autor de la colección más alta costura y chic que se vio en todo el desarrollo del Fashion Week. Los vestidos fueron la prenda por excelencia y ya en gasas, organzas, satenes o democráticos algodones, siguieron líneas ampulosas de los ‘50, impostaron crinolinas, se adaptaron a madrinas vamp del cine de los ‘30 y descubrieron las espaldas de las asistentes al cortejo nupcial en rigurosos zapatitos blancos. Todo con acordes de “La novicia rebelde” oficiando de marcha nupcial, ese extraño clima de melodramas góticos y homenajes a los musicales y las familias favoritas de Francis Ford Coppola. Los novios marcharon ataviados con trajes de raya diplomática. Al blanco y negro se sumó el color piel, en detalles de las mangas. Fue al cierre del día dos, el público arrojó cientos de bolsitas de arroz y Ramírez lució, además, su nueva y delgada silueta.
Una pantalla en formato panorámica con textura de friselina guió los pasos de los modelos masculinos de la marca Hermanos Estebecorena vía proyecciones de siluetas que acompañaban su recorrido por la pasarela mientras expresaban deseos de, entre otras cosas, tragos y comidas.
En su tributo a los oficios, Alejo y Javier Estebecorena, el primero diseñador industrial y el segundo de indumentaria, no se limitaron a escenas del armado de su línea de zapatos; hubo también primeros planos de escenas de carnicería y albañilería y prints de procedencia vegetal. Cada temporada perjuran que más que seguir tendencias mejoran modelos como si sus pantalones, novedosas camisas blancas con estampas de cucharas de albañil, jeans de cuidados cortes, sudaderas de toalla, medias y boxers se trataran de maquinarias. Lo cierto es que las puestas también mejoran año tras año y suelen tener recursos de humor. Al cierre hubo un hipotético tour retro por la Argentina camp, mediante postales en colores saturados que invitaban a salir de camping por el litoral, visitar La Cumbre o contemplar chicas en bikini en Mar de Ajó.
En su primera presentación en las pasarelas locales en solitario, Jessica Trosman tuvo a su cargo el cierre del día tres, luego del show arty de Mariano Toledo en tributo a Luis Wells. La puesta dejó huellas de su tránsito por pasarelas internacionales y respetó a rajatabla esos códigos que suelen apreciarse en las colecciones del FTv. Las pasadas fueron ágiles, bien editadas y con ritmo –enfatizado además con bandejas en medio de la pasarela digitadas por la DJ Romina Cohn–, dejaron claro que los recursos de prints lúdicos fotográficos y explosiones cromáticas quedaron en el pasado. Trosman es fan confesa de las raras construcciones para vestir de la escuela belga –Margiela Theyskens, etc.– y en su colección para el verano 2004, el concepto fueron “siluetas estrechas que revelan sensualidad, volúmenes inteligentes que generan confort y una visión desafiante de lo masculino y lo femenino”. Se vieron pantalones blancos y arena de cortes con volumen y cintas que caían por deliberado descuido: ellas lo llevaban con remeras con círculos y cierres, ellos con musculosas con cuentas de plástico fundidas por calor y en un caso extremo de tributo al glam rock y a Marc Bolan, en ellos, remeras atiborradas de plumas.
El último día, casi al cierre, antes del estallido floral en las asimetrías de Vero Ivaldi, cuando Laura Valenzuela, preciosista de materiales, fetichista y con mucha experiencia en ropa a medida, cautivó con su flamante colección de ropa interior. Las modelos emergían de un ojo de cerradura y mostraron superposiciones de visos –algunos con leyendas amorosas en prosa hot estampados, otros con calados que exhibían ligueros–, mientras un corto mostró imágenes soft porno de un libro producido para la galería Espacio Ecléctico por la fotógrafa Dulcinea y la estilista Florence Arguello. En las pasarelas locales, el desfile de ropa interior es un género en sí mismo, un lugar común siempre presente en puestas del peluquero Giordano y los concursos de modelos televisivos. La versión de Valenzuela, cercana a la alta costura para citas íntimas, rompió con esos facilismos. “Apliqué las fantasías de los relatos que me hacen las mujeres cuando vienen a hacerse un traje a medida”, dice Valenzuela, en la fiesta de cierre, tragos de frutas y aguardiente mediante.