CINE
Acaba de estrenarse Magic Mike, un film donde los cuerpos en oferta son masculinos.
› Por Marina Yuszczuk
Que no es lo mismo un cuerpo femenino en su desnudez que un cuerpo masculino es algo que sabemos hace rato. No solamente porque los nenes tienen pene y las nenas vagina (no me refiero tanto a los cuerpos reales y sus sexualidades tanto más variadas sino al esquema que nos enseñan y enseñaron), sino porque las imágenes que culturalmente se asocian con el poder siguen siendo casi por completo cosa de hombres: torsos amplios, brazos musculosos, manos nudosas, nueces de Adán que amenazan con romper la piel que las contiene, piernas fibrosas y, sobre todo, por supuesto, penes erectos, si es posible bien grandes. Toda una cultura visual nos convenció de que esas superficies son la manifestación de una energía suprema que nace de adentro, y es difícil imaginar en qué aguas tendremos que lavarnos los ojos para empezar a ver de otra manera. Pero mientras tanto el cuerpo masculino sigue ahí, ocupando su lugar erecto y orgulloso, y manteniéndose así incluso cuando se trata de ganar terreno en actividades que tradicionalmente ocuparon a las chicas: ahí está para demostrarlo Magic Mike, la última película de Steven Soderbergh que se estrenó ayer en los cines porteños y en la que Channing Tatum (el mismo que se lució con una versión encantadora de “The Way You Look Tonight” acompañado por Charlize Theron el domingo en los Oscar) interpreta a un stripper. Muy lejos de The Full Monty, aquella película inglesa donde un grupo de desempleados de formas y tamaños variados ensayaba bailecitos sensuales para salvar las papas y hacer ver a la vez lo ridículo del asunto, los actores de Soderbergh –no sólo Tatum sino todo el elenco del club donde trabaja las noches– portan sin excepción el cuerpo que se supone hay que portar para mostrarse en tanga: básicamente, nada de grasa y mucho músculo marcado en el gimnasio.
Centrada en estos cuerpos, la ficción de Magic Mike cuenta algo así como el otro lado imaginario de esas despedidas de solteras donde un grupo de amigas van a dejar un par de billetes en la cintura de un varón mientras pegan grititos. Porque acá el stripper tiene una historia y tiene un corazón: de día Mike (Tatum) trabaja como obrero de la construcción, pero como su sueño es mantenerse gracias a los muebles artesanales que le gusta hacer y necesita ahorrar para impulsar el proyecto, a la noche se dedica a ganar mucho más por hora bailando y sacándose la ropa, más propinas. Pero aunque Mike no quiera eternizarse en ese mundo –sobre todo porque tiene fecha de vencimiento temprana, cuando empieza a quedar grotesco en vez de sexy mostrarse en calzoncillos–, por el momento lo goza tanto como puede: siempre está la posibilidad de llevarse a la cama a una espectadora, y por lo que se ve no deja de ser una sensación deliciosa la de volver a los camarines con la cadera rebosante de dólares, como una especie de confirmación capitalista de que lo que tiene entre las piernas vale su peso en oro. Es que la figura victimizada de la stripper femenina (como la que interpretó Demi Moore en Striptease, esa madre soltera que se denigra un poco para mantener a la cría) no corre para estos chicos: lo impresionante de Magic Mike, más allá de una trama un poco simplona, es lo que se deja ver en números musicales donde ya sea que hagan “It’s Raining Man” con paraguas y pilotos negros o se disfracen de bomberos o de enfermeros que rescatan a las chicas, los varones son siempre activos y disponen de la platea femenina al punto de agarrar a una chica, tirarla en el escenario y plantarle el bulto encima de la cara para simular un blowjob donde el stripper parece el cliente y el que manda antes que alguien que vende el cuerpo para parar la olla. Fálicos de los pies a la cabeza, los strippers de Magic Mike son puro despliegue de poder y no por nada en un número aparecen vestidos de marines con la bandera de barras y estrellas de fondo, como si invadir otros países y desnudarse para las chicas fueran otras de las tantas cosas que los hombres pueden hacer con todo orgullo porque cuentan con ese poder inagotable que les brota de la pija.
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