Vie 05.04.2013
las12

El tamaño de la ausencia

› Por Agustina Frontera *

Una vez aprendí a medir el tiempo por el tamaño de las personas, un año son setenta centímetros, porque es lo que mide un nene o nena de un año, y así con cada período de tiempo. Con esta lógica caprichosa, 8 son como un nene de 8 años, como mi sobrino, cerca de un metro cincuenta. Haga el ejercicio, pose su mano a un metro cincuenta del suelo, todo ese espacio, enorme o pequeño según quién lo mire, es el espacio de vida que ocupa la ausencia de Florencia.

El tiempo nunca se movió de igual manera. Los primeros días fueron con seguridad los más densos. Los amigos de Flor nos enteramos de que no volvía a su casa unos dos días después de haber desaparecido, por haber llamado a Pedro, su hermano, para preguntarle si alguien la había llamado a su casa y de avisar en el trabajo que se sentía mal. Dos días después de haber ido a Confusión, un boliche de Palermo, cerca del mediodía.

Esos primeros días fueron vomitivos, la garganta cerrada, llorar y no dormir, dónde estaba esta chica, ¿dónde estás Flor? Los carteles que el ibarrismo puso en las calles porteñas se nos aparecían como retazos de un cuento ajeno, imposible que Flor me mire desde una gigantografía cuando intentó una vez más ir a trabajar en bondi a las 8 de la mañana, náuseas de sostener las respuestas, durante un mes, dos meses, tres meses. ¿Qué se sabe? “No, nada”, decía una. Y era verdad.

Un año más tarde, atando cabos, con furia de amiga, a una compañera se le ocurrió pensar en la trata de mujeres. Entonces ya empezábamos a tener respuestas. Supimos que Florencia podía formar parte de las más de 600 mujeres que desaparecen por año en Argentina para ser prostituidas. Las pistas las daba la misma policía.

Con el tiempo, pensemos en la altura de un chico de 2 años, casi un metro, aparecieron nuevos elementos que reforzaban la hipótesis de la trata. Una amiga de Flor se entrevistó con Susana Trimarco, la madre de Marita Verón. Susana le contó a nuestra amiga que dos chicas de Santa Fe que habían escapado de prostíbulos de Córdoba reconocieron haber visto a Florencia en tres lugares (casitas, privados, whiskerías) distintos. Dos en la provincia de Buenos Aires y uno en el interior de Córdoba. Con ese dato increíble que nos sacaba ya del terreno especulativo, la pesquisa del fiscal a cargo debía direccionarse, salir corriendo a allanar prostíbulos, a tomar declaraciones. Pero no, eso tampoco se investigó en la causa que llevaba adelante Marcelo Retes en la Fiscalía Federal 23 de Capital Federal. Tampoco se hizo nada incluso después de que se supo que a una de las chicas volvieron a secuestrarla y a la otra la amenazaron y balearon su casa.

Una quiere creer que no son todos los policías iguales, pero la fuerza de los hechos se nos presenta como una ráfaga de pesimismo. Para la fecha en que Flor desapareció, Jorge Omar Cipolla era la autoridad máxima de la División Antisecuestros de la Policía Federal. División en la que el caso de Flor quedó encuadrado por un llamado anónimo que resultó aportar datos falsos sobre un presunto secuestro de Florencia. El comisario Cipolla fue denunciado en 2010 por su supuesta participación en redes de trata y prostitución. La acción legal fue llevada a la Justicia por la agente Nancy Miño Velásquez y lo presentaba a Cipolla como responsable del cobro de coimas que darían libertad de acción a tratantes y regentes de prostíbulos de la Capital Federal y de la provincia de Buenos Aires.

Según denuncia Sin Cautivas, organización feminista creada por amigas de Flor para investigar y difundir el caso, a tres meses de la desaparición de Florencia, el mismo Cipolla, en ese entonces jefe máximo de la División Antisecuestros de la Policía Federal, hizo declaraciones tendenciosas y determinantes en los medios de comunicación (en Clarín del 17 de junio de 2005, entre otros). Sus declaraciones afirmaban –sin pruebas que lo demostraran y previo a aportar esta información al expediente de la causa– que Florencia había planeado una fuga y que se encontraba viviendo en el interior con un hombre y en perfecto estado de salud.

El comisario Cipolla hoy fue apartado de la fuerza y trabaja en el Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires. Al parecer, habría tenido buenos vínculos con el PRO, hace años mantiene una relación de pareja con la legisladora porteña por el PRO María Eugenia Rodríguez Araya, según consta en el semanario Miradas al Sur, edición número 160 del 9 de junio de 2011.

Así, a 8 años, a un metro cincuenta del suelo, existe la certera posibilidad de que la causa se cierre: hace ya años que no se asienta en la Fiscalía un dato nuevo. El teléfono que se colocó para aportar datos, según dice el fiscal, no ha sonado nunca, ni siquiera para una llamada equivocada, ni para mentir, ni para hacer un chiste ni para intentar quedarse con la recompensa.

En estos años los amigos de Flor aprendimos muchísimo sobre el mundo: cómo se maneja la Justicia, cómo se generan y degeneran leyes, cómo explicar que la violencia contra las mujeres nos atraviesa desde la mañana hasta el alba de nuevo. Aprendimos a trabajar juntos, a pensar en acciones. Y siempre nos preguntamos qué estará haciendo ahora esa chica Flor, que era y es nuestra amiga. Pensamos que ella tan solidaria y de presencia fuerte seguramente sea una mujer poderosa donde sea que esté, buena compañera, con carácter y determinación. Pensamos también, a veces, qué estaría haciendo ahora si no se la hubieran llevado. ¿Sería economista?, ¿seguiría militando?, ¿qué color de pelo tendría?, ¿sería madre?, ¿sería todavía buena amiga?

Se nos hace urgente decir, conjeturar, pensar, por eso invitamos a todos, a todas, a sumarse a una campaña en la que podamos opinar qué creemos que pasó, qué es la trata, qué nos acordamos de Flor, qué somos ahora, después de 8 años. La campaña empezó el viernes 16 de marzo de 2012 –cuando se cumplieron 7 años de su secuestro– en Facebook (https://www.facebook.com/contralatrata). Ahí, miles de personas que ya están participando dejan sus fotos con mensajes que hablan de estas cosas. Desnaturalizar la desaparición, justo en este país, que no sea normal que haya desaparecidos, parece una quimera. Difícil tarea, pero asequible.

El tiempo corre y llega una edad en la que no crecemos más, nos quedamos en el metro setenta, metro ochenta, y no nos movemos más, antes que eso pase, que nos conformemos con su ausencia, pedimos pronta participación de todos en la búsqueda de Flor, en la difusión de su historia, en la apertura a pensar críticamente a nuestras comunidades, que todavía tienen esclavas y desaparecidas.

* Amiga de Florencia e integrante de Sin Cautivas.

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