› Por Vanesa Vázquez Laba *
En marzo del 2012, cuando la Corte Suprema de Justicia de la Nación expidió un fallo que pone fin a las múltiples interpretaciones sobre el Código Penal de 1921 que exceptúa la ilegalidad de los abortos en caso de violación y/o riesgo de salud de la mujer, Bergoglio realizó declaraciones muy desafortunadas frente a la implementación del protocolo de abortos no punibles para la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que se debatió de manera democrática en la Legislatura porteña y que fue hecho ley aunque inmediatamente el jefe de Gobierno, Mauricio Macri, lo vetó.
“Es lamentable la decisión del gobierno de Mauricio Macri de reglamentar el protocolo que habilita los abortos no punibles en la ciudad”, declaró a través de un comunicado el entonces arzobispo.
Entonces, me pregunto frente a esta actuación política –sin querer incorporar las declaraciones también inoportunas ante la sanción de la ley de matrimonio igualitario–, ¿de qué progresismo hablamos? Desde hace varias décadas, el progresismo asume la bandera de la igualdad en materia de derechos y de la libertad de las personas a decidir sobre sus vidas y sus propios cuerpos. ¿Podemos hablar de un papa “progresista” cuando sus declaraciones han sido siempre en contra de que las mujeres dejen de morirse por abortos clandestinos? ¿Podemos hablar de un papa “progresista” cuando sus declaraciones han ido a contrapelo de los programas de salud sexual y reproductiva que bajan los índices de embarazo adolescente y mortalidad materna? ¿Podemos hablar de un papa “progresista” cuando, preocupado por las personas pobres, no contempla la posibilidad de que las mujeres pobres que son violadas tengan la oportunidad de acceder a su derecho de interrumpir un embarazo no deseado producto de una violación? Estas aseveraciones deberían ser los puntos de apoyo para interrogarnos sobre la posibilidad transformadora del actual papa Francisco.
¿Acaso los derechos de las mujeres, con todo lo que nos han costado a lo largo de la historia, tienen que quedar de lado a la hora de evaluar y certificar el progresismo de una persona que no promueve en lo más mínimo modificaciones en el interior de la jerarquía de la Iglesia, habiendo vasta producción en materia de teología feminista que, hoy por hoy, está reivindicando un III Concilio Vaticano donde las mujeres católicas puedan entrar dentro de las esferas de decisión política?
Los gestos, las acciones y las omisiones me siguen llevando a pensar que nuestros cuerpos seguirán siendo el campo de batalla de las futuras luchas políticas. Pero tengo la certeza –conociendo en profundidad la historia de la lucha de las mujeres– de que la construcción social y política del feminismo y del movimiento de mujeres hará frente para no retroceder, ni un paso. Seguiremos reivindicando que “mi cuerpo es mío” y daremos la batalla hasta el hartazgo para tener aborto legal, seguro y gratuito.
* Socióloga e integrante de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito.
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