Viernes, 26 de abril de 2013 | Hoy
ENTREVISTA
En el 80 por ciento de los hogares argentinos, el cuidado cotidiano de niñas, niños y adultos mayores recae exclusivamente sobre las mujeres. El sistema educativo facilita poco y nada la conciliación entre familia y trabajo, sobre todo cuando se trata de mujeres pobres. Bajo el asesoramiento de la experta Ana María Ortiz Rechnitz, responsable de la Red Nacional de Cuido y Desarrollo Infantil, de Costa Rica, organizaciones locales impulsan un proyecto para instalar el tema en la agenda pública, reducir las desigualdades de género y ampliar la autonomía de las mujeres.
Por Luciana Peker
“La vida de una mujer no tiene que ser sólo lavar, planchar y cocinar. Todas tenemos derecho a tener una historia de vida pero a veces nos limitamos, por imposiciones culturales y sociales, a tener la misma historia que la de la hija o la del esposo. Pero no, hay derecho a escribir mi historia. Hay derecho a estudiar y trabajar”, dice la politóloga con una maestría en Derechos humanos (que estudiara de trasnoche), Ana María Ortiz Rechnitz, responsable de la Red Nacional de Cuido y Desarrollo Infantil, dependiente del Ministerio de Bienestar Social y Familia de Costa Rica, de visita en la Argentina.
“En el 80 por ciento de los hogares, las tareas domésticas y el cuidado cotidiano de niños, niñas, adolescentes y personas adultas, mayores y/o con necesidades especiales, recaen exclusivamente sobre las mujeres. El sistema educativo facilita indirectamente la conciliación entre trabajo y familia, pero sólo en lo que respecta a niños y niñas en edad de educación obligatoria y a tiempo parcial. En general, los recursos y la oferta pública para el cuidado de niños son escasos, tanto a nivel público como privado. Así, la mayoría de los hogares resuelve el cuidado cotidiano en base a dos opciones: accediendo a instituciones o contratando servicios de cuidado de manera privada y a través de las redes de parentesco. Este conjunto de situaciones impacta desigualmente según género porque son las mujeres quienes mayormente asumen la responsabilidad de resolver el tema del cuidado y limitan su autonomía en función de las estrategias que logran implementar y sostener. Y según sector social, porque para las mujeres de hogares pobres la disponibilidad de cuidado suele limitarse a las redes de parentesco o a la escasísima oferta pública”, señala el proyecto “El cuidado en la agenda pública, estrategias para reducir las desigualdades de género en la Argentina”.
La iniciativa está impulsada por el Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), el Centro Interdisciplinario para el Estudio de Políticas Públicas (Ciepp) y la Asociación por los Derechos Civiles (ADC). A la presentación que se realizó el martes 23 de abril en el Centro Cultural de la Cooperación, con el apoyo de la Unión Europea, se invitó a Ortiz Rechnitz. El modelo centroamericano de hogares comunitarios, jardines privados y públicos –en diferentes formatos– como entramado que permite a las mujeres contar con lugares donde dejar a sus hijos e hijas para poder trabajar, estudiar o capacitarse, es una experiencia válida para replicar o tomar en cuenta como punto de partida para generar redes donde apoyarse.
Ana tiene una camisa fucsia que la ilumina. El viaje de trabajo le permitió descansar más minutos de los que duerme siempre. “Dormí doce horas: ¿Cuándo una duerme doce horas?”, contando como un lujo que son las horas de descanso para una mujer que trabaja. Ella también es madre de dos hijos: Ignacio (Nacho), de 15 años, y Adriana (Nani), de 12. El descanso se interrumpe por el whatsapp que le llega con los reclamos de su niña. “Me demanda y me extraña cuando viajo.” Los cuidados de los hijos se entablan en la conversación como en casi todas las conversaciones que se hilvanan cotidianamente entre la maternidad y las obligaciones. Aunque en el caso de Ana no sólo es la encargada de ver qué se come aunque no prepare la comida de su casa y ver qué estudian sus hijos o velar por sus sueños, sino también de ver cómo hacen para poder irse tranquilas a trabajar las mujeres costarricenses sabiendo que sus chicos y chicas están bien cuidados.
“Mis dos hijos son adoptados y siempre siento que estoy en deuda con los niños de mi país porque no todos van a tener la misma oportunidad de vida que van a tener mis niños, que están bien. No todos tienen la misma suerte”, dice. Y cuenta que Nacho es igual a ella. Ella, que se ríe a rienda suelta. Y Nacho es, asegura entre carcajadas, chistoso como ella. Aunque tenga que renegar con él con la pregunta de “¿Estudiaste?”, cada vez que vuelve a su casa. “Aunque los estándares caen en la adolescencia”, reconoce. Y ya lo que importa es si pasan los exámenes. “Trato de que sean independendientes y si tienen hambre, por ejemplo, que se cocinen solos”, dice entre trucos de crianza de los que aprendió viviendo en sus 43 años y otros leyendo en libros que trajo –muchos– de los estantes de crianza de librerías de Buenos Aires. Por eso, fue a ver libros en esta nueva visita y le gustó este título: Deje de sentirse culpable por sus hijos, no lo está haciendo tan mal. “Y de repente decís siempre que te sentís culpable, ¿verdad?”, reflexiona. “Para mí fue un reto hacer la maestría con un trabajo a tiempo completo. Pero me sentaba a estudiar junto con mis hijos y me quedaba cuando ellos se iban a dormir. Muchos hombres tienen maestrías y doctorados, pero para las mujeres casadas es un lujo. Pero hay que hacerlo”, dice con el lema de que el empuje tiene que ser no sólo una consigna para las demás sino una autorreferencia para llevar a la práctica.
–Trata de cubrir todas las necesidades de los niños, desde el cuidado hasta la alimentación. Y de empoderar a las jefas de hogar para que puedan ir a desarrollarse y que tengan su tiempo para que puedan ir a hacer lo que quieran. Y si no están capacitadas, empujarlas para que pongan su niño acá, que va a estar bien cuidado y estimulado, y que ella se capacite y vaya a estudiar. “Nosotros vamos a pagar por el cuidado de su niño mientras usted está estudiando. Ahora tiene tiempo”, es lo que les transmitimos a las mujeres.
–Sí. Hay una red de cuido de adultos mayores y otra de niños. En las mujeres siempre recae el cuidado de los adultos mayores, y una persona viviendo todo el día en tu casa no iba a estar feliz. Teníamos que ver cómo resolver el problema. Por eso, llevarlos a un lugar con personas iguales a ellos es mucho mejor.
–No sé si estoy estigmatizando, pero hay madres que creen que lo mejor es que estén con ellas. Sin embargo lo ideal es que estén en un lugar con gente preparada para estimularlos.
–Sí, el niño tiene derecho a estar con su familia. Yo encuentro que tienen que estar con su familia pero que a la vez tienen que estar con sus semejantes.
–De 0 a 7 años. En Costa Rica a los siete años empieza la educación formal, pero antes no es obligatoria y pueden quedarse con una mamá en la casa. A veces te dicen que se quedan con la mamá, que lo cuida. ¿Pero se lo queda estimulándolo y llevándolo al parque o va a estar viendo novelas? El interés superior del niño dice que tiene derecho a la educación y desde temprana edad. Por eso desde los tres meses para adelante ves las diferencias cuando vienen a nuestros centros para los niños con vulnerabilidad y riesgo social. Muchas madres se asustan de que se puedan ensuciar, pero es mejor que se ensucien y aprendan a gatear. La elasticidad cerebral en la primera infancia es lo mejor. La población nuestra es de pobreza extrema y el niño recibe desde el desayuno hasta la última merienda del día, y todo es balanceado.
–Además de los centros que existían y de los que creamos junto con los gobiernos locales, había hogares comunitarios con señoras que cuidaban niños que no estaban totalmente preparadas. Pero el Estado les da cursos sobre cómo manipular alimentos, por ejemplo. También hay organizaciones no gubernamentales que están con niños todo el día, incluso con chicos de hasta 12 años fuera del horario escolar; hasta los peinan para que vayan lindos a la escuela y los hacen sentir bien cuidados. Hay centros que dan sólo nutrición. También hay jardines privados donde los padres que pueden pagan la cuota de sus hijos y nosotros subvencionamos a los niños en situación vulnerable. En todos los casos, los subsidios no van a la familia, sino a quien brinda la atención. En Costa Rica tenemos la maravilla que desde 1949 se abolió el ejército. La visión política del país es que no queremos militares pero queremos educación. Es la principal virtud de nuestro sistema. La mayoría de la gente tiene un mínimo sexto grado de educación, y se le está dando mucha importancia a la primera infancia como un programa estrella del gobierno de la presidenta Laura Chinchilla Miranda.
–En todo. Simplemente ya no tener que contratar a alguien para que te pueda ayudar o no tener que correr a lo de tu mamá o a lo de tus hermanas o a lo de alguien. No. Ahora el Estado te está ayudando. Y lo otro es cómo vas concientizando a las mujeres y vas empoderándolas.
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