› Por Natalia Gherardi y Lucía Martelotte *
La falta de una infraestructura pública de servicios de cuidado, sumada a la ausencia de políticas tendientes a ofrecer una variedad de soluciones para la atención de las necesidades de cuidado de las personas dependientes (niños, niñas, personas con discapacidad, enfermos, adultos mayores), tiene como resultado la privatización de esas funciones en las familias. Y dentro de las familias, por efecto de la división sexual del trabajo y las distintas expectativas sociales que pesan sobre mujeres y varones, las tareas de cuidado siguen recayendo sobre las mujeres.
En una encuesta realizada por ELA (Equipo Latinoamericano de Justicia y Género) en el área metropolitana de Buenos Aires, las personas encuestadas indicaron que cuando los niños están en el hogar, casi el 80 por ciento está a cargo de la madre. En menor medida al cuidado del padre (22 por ciento) o de algún otro mayor que vive en el hogar (18 por ciento), y tan sólo un 5 por ciento al cuidado de una persona contratada para eso. Estos datos indican que las mujeres siguen siendo las principales encargadas del cuidado y que su ingreso en el mercado de trabajo no vino acompañado de una redistribución del trabajo en el interior del hogar.
La misma encuesta reveló que el 84 por ciento de los niños que no concurren a la escuela son menores de 3 años. Estos hallazgos llaman la atención sobre las percepciones que tienen las familias acerca de quién debe proveer el cuidado de los más pequeños. A la pregunta de por qué no concurren a un jardín/guardería, la respuesta mayoritaria fue “porque son muy pequeños” (87 por ciento) y no “por falta de vacante” (3 por ciento). El interrogante que surge es si hubiera disponibilidad escolar para todos los menores de 3 años, ¿habría demanda? Para que esta respuesta sea afirmativa, hay que trabajar sobre la construcción social del cuidado y las instituciones del cuidado, para que las familias puedan elegir con mayor libertad que en la actualidad, cuando las opciones están condicionadas, también, por las expectativas sociales sobre los roles de mujeres y varones.
Si pensamos qué forma adoptaría un sistema óptimo de cuidado, la respuesta apunta a una combinación de políticas para que cada familia pueda elegir la que mejor se adecue a sus intereses y necesidades. No hay un modelo de servicios de cuidado que sirva a todos por igual, sino que pueden adoptarse medidas tan variadas como: oferta pública suficiente, accesible, de calidad, a través de servicios como guarderías (en los barrios, en los lugares de trabajo, escolares); escuelas con doble jornada y/o jornada extendida; subsidios para las familias que elijan la contratación de servicios privados de cuidado; políticas de empleo compatibles con las responsabilidades de cuidado, dirigidas tanto a varones como a mujeres; políticas que incluyan modalidades de trabajo a distancia, tiempo parcial, licencias para eventos y situaciones más allá del período de licencia de maternidad/paternidad. En todos los casos estas políticas deberían estar acompañadas por una campaña explícita de no penalizar a quienes (mujeres o varones) tomen estas opciones.
Un sistema integral de cuidado debe ofrecer servicios y al mismo tiempo promover un cambio cultural. Ese es el objetivo del proyecto liderado por ELA junto al Ciepp y la ADC para los próximos años.
* Natalia Gherardi es directora ejecutiva de ELA y dirige el proyecto. Lucía Martelotte es coordinadora del proyecto y del Area Política de ELA.
Más información en: www.elcuidadoenagenda.org.ar / [email protected]
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