ESCENAS
A partir del relato de la institutriz Icera Medina Flores, las historias de los niños y niñas que ha cuidado “cobran vida” a través del teatro de objetos, con una puesta espeluznante.
› Por Carolina Selicki Acevedo
La escritora Silvina Ocampo pudo, como pocas plumas argentinas, explotar la ambivalencia entre lo perverso y lo inocente, y las actrices Julia Nardoza y Valeria Pierabella han sabido recrear esa atmósfera en Reliquia, una obra de títeres en la que se entrelazan historias que remiten a una infancia en la que un hecho aparentemente insignificante cobra un sesgo trágico.
Si bien los títeres suelen ser celebrados por los espectadores más pequeños, en los últimos años el incremento de las especializaciones en este tipo amplió la oferta a un público adulto, desde grupos cada vez más consolidados. Reliquia, bajo la dirección de Carlos Peláez, es una de las obras que se inscriben en esta línea, donde el títere-objeto cobra la misma relevancia que las actrices: “Trabajamos el pensamiento del títere. Cuando estamos con el personaje de Lavinia sé lo que ella piensa y siente, es decir, el personaje tiene un ánima. Por eso intentamos plasmar sus gestos, sus miradas, cuando disiente o no con nosotras. Lo mismo ocurre con Adrianita”, cuenta Julia (a quien también se la puede ver en el espectáculo de clown El síndrome de Eureka), pero aclara: “En esta puesta los títeres están subordinados a nosotras. Los dominamos”. Carlos agrega: “Todos los títeres son muñecas de mi hermana cuando era niña, salvo Lavinia, que la hice yo y la ropa era de una tía-abuela. Nos gusta trabajar con objetos verdaderos, escuchar sus sonidos, tomar contacto con su historia. De ahí también el nombre de la obra. Si bien a las muñecas las reacondicionamos, priorizamos eso”.
La figura del doble, presente en los cuentos de Silvina Ocampo, se introduce con las dos actrices que interpretan a la misma persona: la institutriz. Ambas lo hacen con una gran coordinación y diálogo constante en un relato desdoblado que finalmente es uno. Tanto en el vestuario como en la escenografía prima la estética de los años ’50, la rigidez que imperaba sobre las mujeres (se escuchan audios con fragmentos de cursos de corte y confección), la religiosidad, a pesar de que despuntaba en Argentina un cambio de aire con la posibilidad del voto femenino, al que también evocan con el celebrado discurso de Eva Perón.
Si bien la obra se centra en los cuentos de Silvina, el elenco ha tenido como referencia el libro Historia de la infancia de Lloyd deMause, sobre las torturas vividas en la infancia en los distintos siglos. “Aquel día festivo terminó en tragedia. Una de las alas de Lavinia se incendió con la llama del cirio que yo llevaba en mi mano (...). Mi amiga Lavinia yacía carbonizada. De su cuerpo quedó sólo este anillo que cuido como oro en polvo. Un día, jugando, me prometió que me regalaría el anillo cuando muriera.” Este fragmento resuena al salir de la sala, como la fascinación de Fernandito por los fósforos y la “accidental” muerte de su madre y la canción de cuna que no parece cumplir con su fin: “Duérmete, niñita, que ahí viene el viejo, a quitarte la vida viene, con todo y pellejo”.
Reliquia. Domingos 19 hs. Pan y Arte Teatro. Boedo 876. Reservas: 4957-6922.
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