PERFILES > MARTA VáZQUEZ
› Por Noemí Ciollaro
Se había casado a los 20 y a los 24 ya tenía tres hijos, dice que con ellos era muy severa por inexperiencia y que con los tres siguientes aflojó un poco las riendas. Además, tuvo tiempo de dedicarse a hacer obras de bien, al estilo católico, con las otras esposas de cónsules a quienes conocía en Italia, Perú, Chile, México o el destino que a su marido le tocara en suerte.
Le preocupaba que María Marta fuera la única mujer entre tantos varones, sin embargo, crecía jugando con muñecas. “Era muy femenina”, subraya. De adolescente “la nena” misionaba en el sur en lugar de ir de vacaciones a la costa con la familia. Cuando ya se había recibido de psicopedagoga, madre e hija solían ir juntas a la villa del Bajo Flores donde la menor militaba junto a su compañero, César Lugones, en la Juventud Peronista.
María Marta Ocampo y su esposo, José María Vázquez, estaban en México el 14 de mayo de 1976 cuando uno de los hijos les avisó por teléfono que habían secuestrado a su hija y a su yerno en Buenos Aires, en Capital. Ese fue el día en que María Marta empezó a abandonar el papel de señora de su casa para convertirse en una mujer de una fortaleza indestructible que con la cabeza cubierta por un pañuelo blanco horadaba junto a sus compañeras las baldosas de la Plaza de Mayo.
María Marta acaba de cumplir 87 años, las Madres con mayúsculas, 36. Le toca ser la titular de Línea Fundadora y desde ese lugar transmite serenidad, calidez y una tenue nostalgia. Nacida y criada en La Plata, ciudad que ama, creció viajando y siguiendo el destino de su padre, diplomático, como su marido que murió hace 18 años. Doce nietos y siete bisnietos son prueba de la tenacidad de la vida que siguió a pesar de la ausencia de su única hija y del nieto que podría haber nacido en cautiverio.
“María Marta nunca me dio trabajo, yo decía ¡qué lindas son las mujeres! No me puedo quejar, los chicos fueron bastante tranquilos. Ahora veo a mis nietos y bisnietos y qué distinto es todo... Extraño mi casa siempre llena de chicos con sus amigos, yo era feliz, los sábados éramos catorce a la mesa...” dice y por primera vez la voz se le quiebra.
“Yo no sabía qué quería decir eso de que desaparecieron. Ocho años más tarde los seguía esperando... les cuidaba su casa, sus cosas... hasta que un día Emilio fue realista y nos dijo ‘no, no van a volver...’ El sabía que los habían matado y no había querido decirnos, pero ya una no podía seguir con la idea de que iban a volver... ¿no?”, añade.
De no saber nada de nada, María Marta aprendió a correr cuando venían los milicos tirándoles los caballos encima para que abandonaran la Plaza, a ir de ministerio en ministerio, a rogar a curas, píos y monseñores, marinos, políticos y funcionarios. A hacer hábeas corpus y a conseguir testimonios y pistas de los campos clandestinos. Y así fueron pasando los años y la vida y la búsqueda que no cesa.
“María Adela Antokoletz, que era nuestra líder, nuestro monumento... y los maridos estaban con nosotras también después de que Madres se dividió en Línea Fundadora y Asociación (la que preside Hebe de Bonafini). Eso de que los maridos no estaban no es cierto, Hebe los eliminó cuando falleció su marido. Y sí, los hombres se nos van muriendo antes. El mío estuvo varios años, éramos muy amigos de Emilio Mignone, él fue la primera guía de las Madres y también la de Augusto Conte Mc Donald y de otros que después formaron el CELS. Mi marido nos llevaba siempre en auto, iba todos los jueves a la Plaza... eso es algo que no se cuenta, varios maridos iban a la Plaza a vigilar que no nos pasara nada. Un jueves una Madre me dice que su marido creía que había un sospechoso y yo le pregunto cuál era, y era mi esposo... y en medio de la tragedia nos reíamos, esas cosas que tiene la vida... Cuidábamos mucho a los maridos y a los hijos, no queríamos que fueran a las rondas. Pero cuando empezamos en 1981 con la Marcha de la Resistencia de 24 horas, no los pudimos contener y estaban todos, toda la noche, los primeros años temblábamos, nos costó. A mi primera nieta los padres la llevaron a los tres años a la Plaza... Hemos hecho tantas cosas y seguimos aunque ya muchas pasamos los 80, Carmen Lapacó tiene 88 u 89 y Pepa Noia tiene 92, estamos grandecitas... Aurora Bellocchio cumplió los 90. La lucha es lo que nos mantiene vivas.”
María Marta queda pensativa, dice que todas las Madres juntas eran imparables. 36 años de rondas y todavía se llaman por teléfono a diario, se reúnen, se cuidan entre ellas y siguen trabajando. Piensa todos los días que la haría muy feliz encontrar pronto a su nieto. Sería hermoso tener ese nieto, hijo de su hija María Marta. Su única hija mujer. Y sentarlo a la mesa junto a los otros doce nietos y sus siete bisnietos. Ese es su último sueño, dice.
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