Hace un par de semanas arrancó Los vecinos en guerra por Telefe y, frente al primer capítulo, una podía llegar a sentir –a pesar de los argentinísimos Eleonora Wexler y Diego Torres y el no tan argentinísimo Mike Amigorena– que se había equivocado de canal y estaba viendo una película norteamericana, aunque esa impresión ya tiene categoría de déjà vu en el caso de muchas tiras que compiten por el prime time en estos últimos años. Es que una apertura de película de acción tipo Misión imposible que contaba el pasado de ladrones profesionales de Mecha y su amante perdido (Wexler y Amigorena, ella súper atlética y al mejor estilo del personaje de Lara Croft que Angelina Jolie interpretó para las versiones cinematográficas de Tomb Raider) daba lugar a la presentación de los suburbios idílicos en que transcurre la historia, un barrio que parece un country de cotillón, con inmaculadas cercas blancas, veredas amplísimas, calles por las que casi no circulan autos y un cielo demasiado azul que recuerda a un salvapantallas. Tan artificial como el mundo ficticio que habitaba Jim Carrey en The Truman Show, en ese barrio (de familias con dos autos, mujeres que andan todo el día en tacos y hombres que llevan el sweater anudado alrededor del cuello) vive Mecha en el presente con su hermosa familia, y en algún punto tiene sentido que todo sea tan fake, porque la vida de Mecha se sostiene sobre una identidad inventada, la del ama de casa moderna y feliz en la que se convirtió para dejar de ser una ladrona y escapar de los malvivientes que la acompañaron veinte años atrás en sus andanzas.

Pero el pasado vuelve y a esa vida real fundada sobre una mentira vino a corresponderle desde el principio otra ficción montada justo enfrente de la casa de Mecha y Cía., cuando un camión de mudanzas le trajo como vecino nada menos que a Alex Mayorga (Amigorena), el primer amor de Mecha que ahora viene a buscarla para protegerla, según dice, y se infiltra en el barrio rodeado de una familia formada por actores que posa de perfecta en un mundo que también posa de perfecto. Que nada sea tan perfecto finalmente es un alivio, y si la tira genera cierto entusiasmo es sobre todo porque casi le da el protagonismo a Eleonora Wexler en el cuerpo diminuto pero fibroso de un ama de casa que es también una heroína de acción, capaz de sostener una persecución automovilística con la beba en el asiento de atrás mientras la calma por el espejito retrovisor, o de salir a cenar con las amigas chetas y cagarse a trompadas en un callejón atrás del restorán con una banda de ladrones y volver a la mesa despeinada, con un hilito de sangre en la frente y una cara de loca que casi hace chillar de horror a las amigas. No puede decirse lo mismo del zapato de Diego Torres o de Mike Amigorena, que no sólo es el peor actor que se vio en mucho tiempo, sino que insólitamente posa de galán con un jopo inexplicable y esa mueca con la que quiere indicar que hace de seductor mientras mastica las palabras con una dificultad enorme. Casi a pesar de ellos, el comienzo de Los vecinos en guerra fue brillante en términos de calidad y de ritmo, con esa habilidad que tiene Sebastián Ortega para reconvertir grandes porciones del cine mainstream en ingredientes extemporáneos, pero que pueden levantar el nivel de una tira local si se usan con inteligencia. Y aunque después tomó un poco la posta el bla bla bla estirado como chicle al que nos tiene acostumbrados la televisión (que tiene como consuelo la ventaja de dejarte concentrar en saborear el plato de fideos mientras estás frente a la tele), algunas escenas de acción a cargo de Eleonora Wexler y la despampanante Mónica Antonópulos, más la presencia siempre bienvenida de Lola Berthet y la cada vez más linda Marcela Kloosterboer, indican que por lo menos las chicas de Los vecinos en guerra prometen dar batalla.

Los vecinos en guerra se emite por Telefe de lunes a jueves a las 21.45.