Viernes, 10 de mayo de 2013 | Hoy
ENTREVISTA
Hablan español en un medio donde esa lengua se expande con la fuerza de lo que ha estado demasiado tiempo sumergido. Se formulan a diario esas preguntas que se imponen cuando se está lejos de casa: sobre la identidad, sobre la pertenencia; sobre el valor de la lengua, otra vez. Y así, sin ánimo de contestarse pero sí de seguir indagando, surgió un proyecto común, una editorial de cruce que imprime libros a demanda y que elige, conteniendo a quienes no se reconocen en el género, un nombre femenino y plural. Son Brutas Editoras y el valor de sus libros está, justamente, en el cruce.
Por Claudia Prado
Brutas Editoras es un proyecto integrado por personas cuyos destinos se cruzan lejos de su lugar de origen. Casi todo el equipo vive en Nueva York, excepto las diseñadoras que trabajan desde Chile. Dicen ser “una editorial minúscula pero musculosa” y, como sucede con tantos otros proyectos independientes, las dos características parecen inseparables: parte de su fuerza está en la movilidad que pueden permitirse por ser una editorial pequeña. Los cinco títulos que publicaron hasta ahora pertenecen a la colección Destinos Cruzados. Esta colección tiene criterios claros, pero no rígidos –al ser minúsculas y no tener apuro pueden darse permiso para las excepciones–. Los libros son sobre ciudades y también sobre países; casi todos son crónicas, aunque hay algún fragmento de novela; quienes escriben son de Latinoamérica o España, pero hay una traducción de una autora de EE.UU.; todos los textos son sobre viajes reales, menos uno.
Sin embargo hay una regla que no cambia: siempre incluyen a una autora y un autor. María Moreno y Yuri Herrera, en Chile golpeado; Juan Villoro y Matilde Sánchez, en Berlín dividido; Alberto Olmos y Lolita Bosch, en Japón; Sylvia Molloy y Enrique Vila Matas, en Escribir París; Carolyn Kraus y Guillermo Astigarraga, en Belarús. En cada libro, una pareja, como esas que se casan para conseguir papeles, el salvoconducto que permite el viaje y la permanencia en un país ajeno.
Brutas Editoras fue inicialmente una idea de la escritora Lina Meruane. Convocó a varias personas que habían sido sus alumnas en el Programa de Escritura Creativa en Español de la Universidad de Nueva York y comenzaron Brutas Editoras. “Fui yo la que echó a andar esta máquina, pero en realidad somos un grupo de gente que nos juntamos, pensamos y vamos explorando qué queremos desarrollar dentro de la editorial como un espacio donde se despliegan los talentos de cada una de las personas del equipo”, cuenta Lina. Y si bien no son todas chicas, el grupo se reúne en nombre de una brutalidad que –sostienen con orgullo– podría ser femenina.
Soledad: La idea de la colección Destinos Cruzados es contar experiencias acerca de un lugar, experiencias que se cruzan porque cada libro tiene dos autores. Son hombres y mujeres que han estado ahí. No son viajes, son experiencias transitorias pero, en todos los casos, mucho más largas que viajes. Queríamos buscar ciudades que fueran menos recorridas, contextos que aportaran visiones novedosas, pero hicimos un par de excepciones y creo que vendrán otras gracias a que los textos dan miradas muy frescas. En el Berlín y el París que tenemos, se construyen otros lugares que no son los que uno se imagina cuando habla de estas ciudades.
Alia: La colección que empezará este año es Ficción Fresca, en la que publicaremos en español e inglés novelas cortas y cuentos largos de escritoras y escritores jóvenes. Es una colección nueva, pero que mantiene un rasgo característico de Brutas: su carácter doble. En Destinos Cruzados dos autores escriben desde cierta otredad la experiencia de un mismo lugar, un lugar ajeno. En el caso de Ficción Fresca, es la lengua la que se duplica en un mismo autor: cada libro es dos libros al mismo tiempo, de un lado y del otro, castellano e inglés. Ha sido muy interesante y también muy difícil esta experiencia de edición, pero creo que tiene particular sentido en el contexto neoyorquino, donde las comunidades bilingües son una realidad y donde las lenguas se mezclan constantemente.
Lina: Fue muy casual, como es siempre todo lo literario, para mí por lo menos. Un día desperté con el nombre en la cabeza, como me pasa mucho cuando escribo, que me despierto con el título, que me despierto con la voz, con el personaje. En este caso tenía la idea de hacer una editorial y, de repente, una mañana, me desperté y pensé Brutas. Es que Brutas para mí tiene una serie de ecos. A los chilenos lo que más les resuena es una obra de Juan Radrigán, pero realmente no pensé en eso sino más bien en esta idea de que la literatura es siempre un ejercicio alto, intelectual, que se asocia con lo blanco, con lo masculino, que hay una carga de género, una carga de raza y de clase. Y Brutas es la marca de lo contrario, no refiere a lo intelectual, no refiere a lo culto, no refiere a una marca blanca de clase. Es una palabra que se usa mucho para criticar a las mujeres por despistadas, por torpes, por no hacer las cosas bien. Me pareció interesante pensar lo literario desde un lugar que tiene mucho más que ver con el hacer que con el pensar y mucho más que ver con lo visceral que con lo intelectual, por eso creo que es la palabra que cristalizó en mi cabeza.
Alia: Incluso los hombres que trabajan en Brutas se llaman a sí mismos brutas, así, en femenino. Hay algo lúdico, por supuesto, pero también hay una intencionalidad. Yo no estaba en el momento del bautizo, pero me parece que no es inocente. Hay un gesto en incluir el masculino en el femenino, y no al revés. Y hay también un gesto en el plural. Cada libro pasa por muchos ojos y muchas manos. Es una producción colectiva.
Lina: De base hay una preocupación por hacer circular textos de mujeres. Siento que el espacio letrado sigue siendo dominado por los escritores. Me parece que los escritores hacen un aporte muy importante a la literatura, pero de alguna manera la literatura sigue estando dominada por una mirada masculina que no sólo ejercitan ellos, sino a veces también las escritoras. Entonces me parecía importante invertir un poco las palabras. Todos los socios, amigos, colegas que entran a Brutas pasan por aceptar que van a ser otra bruta, parte de la brutalidad, ¿no? Es como dar vuelta las cosas, hacer esa pequeña transgresión también desde el lugar del humor. Es un juego que de alguna manera rompe con esa hegemonía del sustantivo en masculino, por un lado, y al mismo tiempo nos recuerda, al decir brutas, que el esfuerzo está también en encontrar autoras para cada libro.
Alia: Sobre las duplas hombre-mujer en los libros de Destinos Cruzados hemos tenido nuestras discusiones y creo que muchas veces no ha sido fácil mantener esta regla. A mí me produce ciertas dudas, pero Lina es una firme partidaria y lo cierto es que ha tenido buenos resultados.
Lina: De hecho lo que nos pasa muchas veces en las reuniones es “ah... tengo dos textos escritos por hombres sobre un mismo lugar” y yo siempre digo: “Pues no se puede hacer una excepción”, de una manera militante si quieres, pero no solamente por una cuestión del espacio literario, sino también porque me interesa pensar cómo se habla desde el cuerpo de mujer y desde el cuerpo de hombre, desde la experiencia de mujer y desde la experiencia de hombre. Es un interés por entender si hay en efecto visiones diferentes que están marcadas por el género o no, generar desde el espacio editorial la búsqueda de una respuesta que no tengo todavía a ciertas preguntas.
Alia: Creo que para los estadounidenses sigue primando lo nacional o territorial antes que otras características, y eso tiene un peso en la difusión. Mi sensación, sin embargo, es que las editoriales que se interesan por textos en castellano están en expansión, aunque todavía son pocas. De todos modos, creo que falta difusión de autoras hispanoamericanas en EE.UU., en Chile y en muchos otros países latinoamericanos.
Soledad: Para mí ésa es una cosa que el proyecto de Brutas está haciendo bien, sacar esas voces de sus ámbitos nacionales.
Lina: Una colección en la que se encuentran mujer y hombre pensando sobre un tercer lugar que no es el propio tiene que ver con intereses que de alguna manera están muy inscriptos en mi propia biografía, porque yo de chica viví en Estados Unidos, luego volví a Chile, luego estoy acá. He sido alguien que ha viajado mucho y me interesa mucho la mirada del extranjero, qué es lo que se ve y qué es lo que no se ve, qué es lo que se deja contar y qué es lo que queda afuera del relato. Pero estas miradas no son miradas turísticas sino experiencias de lugares. Creo que eso es algo que tiene mucho que ver con una condición contemporánea, hay mucha gente que está habitando segundos o terceros espacios y que los habita de manera particular, poblándolos con sus propias subjetividades.
Soledad: En todos los libros hay preguntas sobre este concepto tan movible que es la identidad, sobre el hogar, reflexiones sobre la lengua que yo encuentro que son muy valiosas. No sé si se agudiza el gusto por esos conceptos por estar afuera... Todo Brutas, menos el equipo de diseño, vivimos con esa sensación de tránsito, de ser y no ser, de qué es el hogar. Son preguntas y reflexiones que se nos hacen interesantes.
Alia: El castellano no sólo está en las calles en Nueva York. Está en la política, en la academia, en las universidades, en el cine y por supuesto que está también en la literatura. Son muchísimos los autores latinoamericanos que han escrito desde esta ciudad en su propia lengua. Tal vez lo diferente es precisamente editar en Estados Unidos en castellano y que los libros circulen en ese idioma. Creo que puede ser muy productivo problematizar la relación entre la lengua y la ciudad. Quizás editar en español en Nueva York sea una forma de habitar esta ciudad bajo reglas propias. Puede que eso sea lo más importante.
Lina: La literatura en español ha estado hasta ahora restringida a las universidades y había que intentar ampliar ese espacio. Yo siempre he pensado que cuando uno no tiene algo que querría tener para que el espacio sea un poco más familiar, entonces a lo mejor hay que inventarlo. Me parecía importante generar no solamente los libros en español, sino también una conversación en torno de los libros. Traer a diversas personas a hablar sobre esos textos y generar una producción literaria desde ese lugar que es el que habitamos muchos escritores de la lengua castellana. McNally Jackson, como un pequeño centro cultural-librería, ha permitido que se junten, no solamente Brutas Editoras sino también otras editoriales como Sangría, Campana, Granta en Español. Entonces se genera un espacio que está poblado por textos escritos en español para gente que lee la lengua.
Lina: Sí, porque en realidad la literatura no es sólo la lectura. La literatura y el hecho de leer tienen mucho que ver con el efecto contagio. Si uno lo piensa en términos sociológicos, o incluso si uno lo piensa en términos personales, vas a ver una película porque alguien te dice que es una película que vale mucho la pena de ver y, cuando desaparece esa conversación y esa recomendación, lo más probable es que uno deje de leer o deje de leer en esa lengua. Abandona porque no hay un espacio paralelo que es el de la conversación. Entonces también hay un interés de Brutas por generar y ampliar esa conversación sobre libros con autores vivos, con autores que muchas veces están aquí. Y también generar un espacio para esos autores.
Los próximos títulos de la colección Destinos Cruzados son Buenos Aires, con Alejandro Zambra y Fernanda Trías, y Pretoria, con Valeria Lusielli y Rodrigo Rojas.
“Hay una variedad muy grande de escritores que están interesados en entregar su trabajo porque creen en el proyecto, porque les interesa este tema del diálogo y porque, además, es difícil encontrar dónde publicar este tipo de textos”, cuenta Soledad Marambio y coincide con sus compañeras al hablar de Brutas como de un lugar en donde es posible reunir lo que tienen y lo que extrañaban: “Un poco más y podemos decir que estamos construyendo una casa, ¿no?”.
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