RESISTENCIAS
Amanda Asjak es una mujer qom, esposa del líder de la comunidad La Primavera, de Formosa, a la que se acusa de usurpar territorios nacionales de los que los qom son habitantes originarios. Cercados por el monocultivo sojero y la indiferencia general, la comunidad resiste a costa de la vida de sus integrantes. Amanda sobrevivió a la desnutrición, sobrevive como tantos y tantas a enfermedades mortales en Formosa pero tratables en cualquier otro lado. Su voz se fue templando con la lucha, cada vez más fuerte y clara, como se la escuchó en conferencia de prensa hace una semana para denunciar la brutal golpiza que sufrió su hijo Abelardo a manos de una patota, aunque el gobierno provincial insista en que fue una simple pelea entre jóvenes.
› Por Luciana Peker
Domiciana fue su primer nombre. Así la llamaron cuando nació. Pero la vida y la muerte se parecen demasiado en Formosa, esa provincia estaqueada no sólo ahora por la violencia impune del arrebato de tierras de una familia criolla sobre el pueblo Qom, la represión social y la infiltración dentro de la comunidad para provocar la violencia interna. La violencia también se expande con el hambre, el chagas, la desnutrición, la falta de acceso a la salud. El destino de la muerte o la enfermedad como ineludible.
Por eso, cuando Domiciana pudo salvarse, su papá Emiliano estuvo tan agradecido al médico que dejó que él la rebautice como Amanda. Así, ella nació dos veces y también fue nombrada dos veces. Pero no hay dos sin tres.
Y la tercera fue cuando Amanda supo levantar su propia voz. En el 2010 era Félix Díaz el cacique de la comunidad Qom Potae Napocna Navogoh (La Primavera) el líder indiscutido de la defensa de la tierra amenazado por una familia criolla, por una disputa con Parques Nacionales y por el gobernador Gildo Insfrán que nunca dejó de ver a los qom como sus potenciales enemigos.
Amanda conoce a Félix desde los 13 años, se juntó a los 15 y construyó con él una vida como parte de su vida misma. También así lo empezó a acompañar a las asambleas. Pero hablar fue un proceso no tan natural como transitar por la tierra, sino una decisión que partió de ella y que, para muchos, resultó sorpresiva. La primera vez que dio una nota fue a Las/12 el 19 de febrero del 2010. Amanda empezó hablando bajito. Tal vez su tono no tenía la entonación de barricada de Félix. Pero su fuerza destellaba ancestral. Y poderosa su cotidianidad. Ella, ella y sus mujeres, son las que cargan a los niños en las espaldas para llevarlos más de cien cuadras al hospital. Ellas son las que tejen las canastas en hojas de palma para vender y matar al hambre. Y son las que tejen los mosquiteros para que el dengue no los mate. Ellas son las que cargan el agua que se traslada cuando no existen las canillas. Ellas son las que curan o velan a las muertes (más de cincuenta en el 2009, por ejemplo) que hubo por chagas o tuberculosis que son enfermedades tan cruentas como evitables. Ellas son las que juntan la leña sobre su cabeza para cocinar y hacen del fuego un ritual. Ellas son las que pujan con el orgullo de no necesitar cesáreas. Ellas son las mujeres de una comunidad que en qom quiere decir flor de ceibo y cuando su boca empieza a hablar florecen.
Amanda empezó a contar su poder cotidiano. No sólo se trata de una lucha por un territorio. No sólo se trata de parar la represión social. No sólo se trata de frenar las muertes injustificadas o accidentes en la ruta que nadie explica o parecen casuales pero que siempre les tocan a los qom. También se trata de revalorizar una cultura riquísima que está en poder de mujeres a las que Amanda simboliza y puede describir, contar y compartir.
Como muchas mujeres en la Argentina, Amanda contiene el inmenso poder de ser madre. Un poder que no parece amainarla. Un poder que no la hace quedar atrás. Félix Díaz fue procesado por ocupar el territorio que ocupa su pueblo. Y no tuvo miedo en una causa en la que lo defiende el Centro de Estudios Legales y Sociales, sino que fue a presentarse orgulloso a tribunales. Pero cuando la cara de su hijo Abelardo apareció –en fotos que circularon por todo el país– absolutamente destrozada dijo que estaba pensando en retirarse de la lucha. Su hijo, el dolor de su dolor, y el miedo a perderlo, después de la muerte de su sobrino en un accidente en moto nunca aclarado por la Justicia, fueron un punto de inflexión.
Entonces fue Amanda Asjak la que ya sin voz bajita alzó la voz, tomó la posta cantante del liderazgo de su pueblo y vino a Buenos Aires a dar una conferencia de prensa, frente a la versión del gobierno de Formosa que su hijo había sufrido lesiones por una pelea entre jóvenes después de una noche de alcohol. Ella, en cambio, denuncia intervenciones en la comunidad con interferencias para desunirlos que incluyen la penetración de la iglesia evangélica.
“Hablé con Félix y me dejó muy triste porque me dijo que estaba pensando si seguir o no”, confesó Amanda. Pero fue ella la que decidió levantar la voz y la cabeza: “Me toca el terrible dolor como madre y no quiero que les pase nada a mis hijos, pero vamos a seguir luchando”.
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