ENTREVISTA
Autora de uno de los fenómenos literarios de los últimos tiempos, la escritora Claudia Gray (o Amy Vincent, su verdadero nombre), autora de Medianoche, estuvo en Buenos Aires y contó los secretos del género que la hizo famosa en tiempo record: la novela sentimental de vampiros.
› Por Cristina Civale
Los vampiros parecen perseguirla desde el comienzo de su carrera como escritora. En 2004 decidió cambiarse el nombre: nació como Amy Vincent en Nueva York en 1970, pero para escribir decidió rebautizarse. Su transformación en Claudia Gray –cuenta a Las 12 en un hotel de la Recoleta adonde vino para la última Feria del Libro– tuvo que ver con un chiste que se jugó a sí misma. “De chica me encantaba cambiarme los nombres y cuando tuve la oportunidad de hacerlo para algo, simplemente lo hice.“Ningún pasado que ocultar, ninguna vergüenza ni disgusto por el nombre elegido y heredado por sus padres. Todo el asunto tuvo el ritmo de un juego; eligió Claudia porque en el momento de la decisión acababa de ver el DVD de la serie Yo, Claudio, y su primera apuesta para cambiar el apellido fue Lake, pero se enteró de que coincidía con una presidenta de un club de fans de Lestat, el famoso vampiro, por lo que sin darle muchas vueltas lo cambió por Gray. Así nació Claudia Gray, personaje y escritora. Una mujer de cuerpo macizo, naturalmente castaña pero teñida de rubio –“toda mujer tiene que darse el gusto de ser rubia alguna vez en la vida”, dice–, que vino a presentar el conjunto de su obra. Su saga Medianoche (en inglés se llama Evernight, y sería quizá más adecuado pensar en ella como “noche eterna”) consta de cuatro libros: Medianoche, Adicción, Despedida y Renacer. En ellos se cuenta la historia de dos jóvenes que acuden a un internado muy especial, Medianoche. Ella es Bianca, mitad humana-mitad vampira, y el galán es Lucas, sí vampiro.
A lo largo de los cuatro libros, los jóvenes eternos pasan por miles de peripecias, siempre trepidantes, siempre arraigadas en la búsqueda del amor romántico, sumado a la zozobra de la adolescencia, esa edad complicada en la que se encuentran y que, por su condición de vampiros, nunca abandonarán.
Todo suena muy parecido a la saga Twilight (Crepúsculo) de Stephanie Mayer o a la serie de culto de TV, True Blood. ¿Por qué más vampiros? es una pregunta inevitable que una se hace cuando se encuentra frente a Gray, y ella responde que desde siempre los vampiros la fascinaron y que la existencia de estos productos anteriores y exitosos fueron los que justamente le permitieron comenzar a escribir la saga. Además si la literatura en general se basa en relatos sobre personas y aún sigue funcionando, siempre habrá lugar para los vampiros. “Las historias de vampiros hoy están de moda, pero desde el inicio de la literatura y de las leyendas, existieron –explica–. No hay más que pensar en Drácula y más recientemente en la obra de Anne Rice.”
La idea original fue de su agente, que recibió un llamado de la editorial Harper Collins, que le preguntó si no tenía nada en carpeta parecido a lo que hacía Stephanie Mayer (39 años, archimillonaria luego del suceso de su saga Crepúsculo). Y por fortuna la agente tenía a Claudia Gray, amante y estudiosa de los vampiros. Así lo cuenta Gray: “La idea fue de mi agente, quien dijo que tenía que escribir para adolescentes. Al principio no creí que eso tuviera mucho sentido, además yo no había tenido una experiencia de instituto y pensé que nunca podría escribir sobre gente normal en un instituto corriente. Pero pronto me di cuenta de que sí podría, y de alguna manera eso me llevó a pensar en este internado para vampiros, porque yo siempre había estado interesada en lo sobrenatural”. La idea que le sopló la agente fue sólo la de colocarlos en un internado, un lugar de encierro, muy propicio para las peripecias en las que Claudia Gray ubica a sus personajes que vendieron mucho en Estados Unidos, que fueron un gran éxito en España y que lentamente están siendo inoculados por sus mordeduras seductoras en Buenos Aires distribuidos por Random House. O sea que lo de Gray fue un golpe de suerte. El tiempo exacto en la oficina correcta en el medio de la moda y la creación de lo que quizá pase a la historia como un nuevo género literario, la novela sentimental con vampiros.
Gray no siempre se dedicó a la escritura de modo profesional. Fue DJ y aclara muy bien: “No fui DJ en el sentido de quien pone música en una discoteca o en un club, trabajé como locutora en la radio haciendo promociones comerciales; eso duró un tiempo hasta que me aburrí. Cuando dejé la radio, empecé a trabajar de camarera, mientras terminaba mis estudios de abogada, pero las propinas eran muy miserables, de modo que traté de recibirme lo más pronto posible para conseguir un trabajo acorde con mis estudios”. Cuando se recibió trabajó en la oficina de un juzgado en Nueva York, pero pronto se dio cuenta de que eso sí la mataría de aburrimiento y volvió al amor de su infancia, su fantasía de ser escritora. Así buscó un agente, una historia y ahora la encontramos probablemente camino a la cumbre. No aún millonaria, pero en una senda bastante sólida para llegar a serlo.
Este tipo de obras fascinan a los adolescentes, que se convierten en su público cautivo, así la saga de Medianoche está catalogada en todas las librerías como literatura juvenil. Nos interesa saber si para ella escribir para jóvenes supone alguna diferencia que para escribir para adultos. “Yo simplemente escribo –afirma–, el resto es una cuestión de marketing que escapa a mis intenciones. No pienso que escribo productos, pienso que escribo novelas y por supuesto que quiero que me lean y si me leen muchos mejor. Vivir de la escritura es un privilegio que recién hace poco tiempo pude permitirme.”
Efectivamente Gray fue muy cautelosa. Si bien había firmado un contrato por cuatro libros, no fue hasta 2008 cuando supo que verdaderamente iba a poder vivir de lo que escribía, sólo entonces dejó su trabajo en el juzgado y se dedicó a tiempo completo a escribir. Y, según afirma, puede estar haciéndolo catorce horas seguidas. Es una escritora muy comprometida con su público y muy amiga de las nuevas tecnologías. Tiene una cuenta en Twitter (@claudiagray) a través de la cual se comunica con sus fans, que en Facebook llegan al número todavía modesto de 11.500, pero que aumentan día a día.
Gray aún no tuvo ninguna oferta para traspasar su famosa saga al cine, pero está más que dispuesta a escuchar ofertas y mientras no oculta su ambición sigue trabajando, porque lo que se nota de esta mujer es que es una gran trabajadora, dedicada con pasión a la escritura de su obra, a la atención de sus lectores, a responderles por todos los medios en que se presentan, en armar una página web amistosa y canchera donde se presenta fresca y accesible.
Nos cuenta que para ella el asunto de los vampiros tiene una mística: “La idea de los vampiros es una metáfora de lo que, como humanos, no estamos dispuestos a admitir. Además cuando una piensa en estos vampiros atascados en su adolescencia, también hay que pensar que esta eternidad trae la juventud para siempre pero también deja para siempre vivos los conflictos que se viven a esa edad. Hay algo bello pero también algo inquietante en este ‘para siempre’. Personalmente no me interesaría vivir eternamente y no creo en los vampiros. Pienso que es un invento de nosotros, los humanos, para sobrellevar aspectos demasiado reales de la vida de cada día”, dice.
Es notable que las historias más famosas y exitosas de vampiros sean escritas por mujeres. ¿Qué cree Claudia Gray al respecto, cuál es la conexión entre lo vampírico y lo femenino? “Las más exitosas somos mujeres y creo que esto se debe a que enfatizamos el aspecto romántico, la belleza eterna y todo lo bueno que puede traer este ideal de eternidad. Pero también hay varones que escriben sobre el asunto. Ellos enfatizan más en lo terrorífico del asunto y creo que en esa diferencia puede residir el éxito de nuestras obras.”
Gray no se estancó en su éxito de Medianoche. Ahora mismo está promocionando su última novela traducida al español, Aguas oscuras, donde se mete también con un tema muy tratado, el del hundimiento del Titanic. En ese barco de infortunio ubica a su nueva pareja de enamorados y paranormales, donde hay de todo: vampiros, humanos y hombres lobos. En tanto, está escribiendo una nueva saga que ella llama de “ciencia ficción” y de la que no quiere, por razones obvias, revelar mucho.
No le importa ser una escritora que está subida a la cresta de la ola de la moda de la paranormalidad en los relatos de ficción. “Escribo sobre lo que me interesa y la historia del Titanic con estos condimentos me parece fascinante. Lo que hago cada día es escribir y eso me hace feliz. No estoy aún en el lugar de poder quemar billetes al lado de la chimenea como podría hacer Stephanie Mayer si le diera la gana, pero si llegase a esa situación, en tanto pueda escribir lo que se me antoje, no me importaría.”
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