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Agustina González Carman da vuelta el disco y muestra el lado B de maternar desde su blog, Libertad condicional.
› Por Flor Monfort
El primer post de libertadcondicionalblog.com está fechado el 12 de junio del año pasado. Dos días después de enterarse de que estaba embarazada de su segundo hijo, Agustina González Carman, 30 años, licenciada en Ciencias de la Comunicación de la UBA, le comunicaba vía chat a su pareja que el niño o niña llegaría antes de lo calculado. Le habían pedido al obstetra que les recomendara cuándo dejar las pastillas para parir ahora, que asoma el frío, pero él llegó antes: hoy Homero tiene 3 meses. En ese entonces Agustina ya tenía un hijo de 4, Coco, de una pareja anterior (y de quien hay abundante literatura en el Twitter de Agustina, aka @angulita) y una experiencia sobre la maternidad que rompe con el lineamiento general de la actividad más deseada, edulcorada y engañosa que nos toca a las mujeres casi como mandato divino. “Al principio puede ser que lo haya hecho como catarsis, en clave de humor, para contar situaciones graciosas que me pasaban tipo ‘Odio que me toquen la panza’ (que viene acompañado de un día después en el que te dicen a los gritos ‘Mirá que no te toco la panza, ¿eh?’) ‘Mamás bondy’ (las que despliegan todo tipo de consejos y artes adivinatorias para decirte el sexo del bebé en el transporte público), ‘Los mitos de la maternidad’ (que no te podés teñir el pelo, que no podés tomar alcohol, que no podés fumar porro)... Después fui escribiendo más y afinando, porque además vi que no hay blogs del tema, muchos son de maternidad pero desde un costado muy autorreferencial, que es lo que yo trato de evitar ahora”, dice.
Para Carman, la maternidad siempre fue un ir hacia adelante, sin escuchar demasiado la parte complicada. Pero cuando su primer hijo nació fue directo a neo, estuvo en incubadora, y aquello de la madre culposa le pegó en el corazón. “Ese discurso de que vos tenés la culpa de todo yo lo recompré. Me sentí un monstruo. Por eso ahora estoy viviendo el lado B, porque con el primero sufrí mucho. Lo que me pasaba no representaba lo que leía: no tenía ganas de estar todo el tiempo con el bebé, padecí amamantarlo, ‘¿cómo que la lactancia es hermosa si a mí me duele?’, pensaba. La idea circulante es que te retrotraigas a maternar de una manera que es prácticamente imposible, encerradas cada una en su casa, sin red de contención ni lazos comunitarios. La dependencia de los niños es al principio y si vos te quedás en tu casa más tiempo del necesario te quedás en Pampa y la vía porque los pibes después tienen su vida.” Los argumentos que recibió van desde “dejás a tu hijo abandonado y te vas a trabajar a una multinacional donde te explotan” a “pero si la maternidad es relinda, ¿por qué no contás esa parte?”. A Carman le parece una obviedad ahondar en el amor que se tiene por un hijo, en cambio la cara oscura de la luna no tiene un relato oficial. “Yo pienso que si bien eso de la explotación puede ser verdad, el lugar de lucha no va a ser nunca la casa: entre una cosa y la otra, prefiero el ejercicio laboral, no estar más guardada todavía”, dice.
En Libertad Condicional, la pregunta que se abre es cómo construir nuevas familias con las condiciones dadas hoy, desde el mercado laboral hasta los nuevos vínculos entre padres, madres e hijos. Convocó a hombres para escribir sobre el puerperio de sus parejas, a quien quiera contar su experiencia sobre familias ensambladas y cada tanto sube esas notas de las revistas de chismes con titulares como “Para mí el rol de madre es el que me sale perfecto”. “¿What? ¿Qué monstruo dice eso? Si nosotras no hablamos del otro lado de maternar estamos negando la posibilidad de pensar en una maternidad consciente. Si vos sabés y decidís tener un hijo a pesar de todo lo negativo que implica, buenísimo, pero primero tenés que saber que es una actividad puramente altruista. La vieja usanza no da resultado porque hoy hay otras realidades, otros vínculos. Siempre trato de sacar la biología del medio porque la mayoría de las cosas que pasan son culturales: lo ‘femenino’, por ejemplo, que está muy relacionado con la maternidad, lo cual es una locura. Y también lo discursivo, porque viste lo que es el poder del discurso materno... yo siempre digo que los hijos se parecen más a la sociedad en la que viven que a sus propios padres, por más que una trate de influenciar, ellos son hijos de una generación.”
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