FOTOGRAFíA
El proyecto Mujeres cotidianas intenta reunir retratos de todo el país para ponerles imagen y relato a historias de mujeres anónimas.
El impulso provino de una predisposición a la escucha, a querer saber más del propio contexto, a la admiración por la vida de ciertas mujeres. En definitiva, a la increíble riqueza de las historias que están a la vuelta de la esquina. María Belén Doncel y Verónica Sánchez, fotógrafas ambas, salen a retratar mujeres cotidianas. Trabajan juntas desde 2008 y juntas se embarcaron en esta aventura.
“Mujeres cotidianas es nuestro proyecto más jovencito. Las primeras catorce mujeres que elegimos son parte de nuestra vida diaria: amigas, vecinas del barrio, niñeras de nuestros hijos, compañeras de trabajo, abuelas de amigos. De allí pasamos a una segunda etapa, que partió de la necesidad de ir un poco más hacia ‘el adentro’. Además del valor de la foto nos convencimos de que era delicioso contar por qué son retratadas. Queremos hablar sobre causas y situaciones en las que las mujeres sientan que no están solas, que hay muchas más que atraviesan situaciones diversas, complejas y salen de nuevo al ruedo con un empuje digno de ser contado. Las historias se tocan, y es ahí donde podés sentir cercanas a esas mujeres”, dice María Belén.
Ramona de Valle Leiva es una de las mujeres retratadas. Estuvo cuatro años presa por una causa en la que asegura su inocencia. Tuvo que dejar solos a sus hijos. Ese hecho quebró a la familia. Ella lo señala como la muerte de una Ramona y el nacimiento de otra. Desde el fondo de ese dolor, surgió una mujer que aprendió un oficio y fue aún más allá. Hoy es la fundadora de la asociación civil Yo No Fui, que les acerca a otras mujeres privadas de su libertad la posibilidad de aprender un oficio con el objetivo de tener una formación laboral para cuando salgan en libertad. “Todo lo que hago en libertad para mí es ganancia y lo vivo así. Cuando estuviste en lo más profundo de la oscuridad es ganancia hasta hacer la cola para comprar en la verdulería.”
Silvia Fernández vive empapada de música desde que tiene memoria. Ella sabía que quería cantar, donde sea, cómo sea, porque es lo que la hace feliz. Empezó cantando en trenes y colectivos. Al principio sentía que pedía limosna hasta que pudo ver que la gente se sacaba los auriculares para escucharla, o levantaba la vista de su libro y le devolvía una sonrisa. Comenzó a pensar que los pasajeros pagaban por ese rato como se paga una entrada al teatro y que a muchos les cambiaba la ida o la vuelta al trabajo. Hoy continúa con la certeza de que su vida es la música. “Cada vez que canto siento que canta toda mi infancia y eso me emociona mucho”, dice. Adriana Caneda Sanín es abogada y trabaja en una asesoría de menores desde 1993. Un día, a los 29 años, un familiar le dejó en su casa a su bebé de un mes para que ella se hiciera cargo. Así llega Chicho a su vida, a quien adoptó desde el primer minuto que lo tuvo en brazos. Se fueron conociendo y recorrieron juntos el duro camino legal que implicó esa adopción, los miedos y el temor a separarse. Hoy comparten los frutos de esa relación basada en el amor. “Tengo la rigurosidad de la Constitución tatuada sobre mi piel, pero aprendí que el amor todo lo puede.”
“Cuando sacamos las fotos vemos sentimientos que afloran en forma de llanto, de risas, de miradas. Soñamos con que esta muestra visite todo el país y pueda llegar a lugares donde haya mujeres que se sientan reflejadas. Queremos que muchas se animen a ser retratadas, a contar sus historias. Mujeres cotidianas hará el recorrido necesario para ser, cada vez, más inclusiva y representativa”, concluye Verónica.
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