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El documental TV utopía atesora la experiencia vivida en la década del ’90 por los realizadores y espectadores de un canal de televisión comunitaria que transmitía desde un departamento resistiendo allanamientos y confiscación de equipos.
La idea de hacer un canal de televisión con vecinos del barrio, o con un grupo de gente que no pertenece a los medios profesionales, que transmita libremente y que no necesite autorización de ningún tipo, es una idea bastante viable hoy en día. Sin mediar trámite alguno, la manera más fácil de llevarla a cabo sería a través de alguna de las plataformas que se encuentran vía Internet. Claro que más complicado puede resultar transmitir en vivo y en directo, pero se estaría bastante cerca de la idea. Sin embargo, apenas un poco más de diez años atrás era una especie de misión imposible.
A contramano de las reglas establecidas, que si no se actualizan más que reglas para facilitar la vida en sociedad se vuelven cárcel de las ideas, algunos valientes empecinados, convencidos de estar haciendo lo correcto, antes que existieran ciertas facilidades –técnicas y legales– de las que hoy disponemos, sostuvieron una señal de televisión comunitaria con dos videocaseteras, cuatro cables y una antena desde un departamento en Caballito, en una época –la década del ’90– en la que todavía regía una Ley de Radiodifusión sancionada por la última dictadura militar. Fue TV utopía.
Los canales de aire en ese entonces eran cuatro y el negocio del cable no se había extendido cuando TV utopía posibilitaba la circulación de imágenes producidas por gente común y anónima, mucho antes de la explosión de Internet y las redes sociales. La señal salió al aire durante aquella década en un área donde viven más de dos millones de personas. Se transmitía durante las 24 horas y en su programación, anunciada por unas hojas impresas, había noticieros, programas infantiles y de música, de opinión política, se emitían películas y una cámara en la calle registraba el pensamiento de los vecinos y transmitía marchas y protestas –como la de los jubilados– que no tenían demasiada visibilidad.
Trescientas horas de imágenes registradas a lo largo de diez años fue el punto de partida para el director, Sebastián Deus, que ordenaba un día sus videocasetes y había participado de TV utopía durante un par de años. Entonces comenzó a entrevistar a algunos de los que fueron parte activa, que eran muchos, porque la frontera entre audiencia y los emisores era casi inexistente. Al mismo tiempo registró el debate que se producía, mientras tanto sobre la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.
El canal de los vecinos era público, pero no tenía licencia ni habilitación alguna. Fue fácil para el Estado allanarlo y decomisar los equipos, pero también fue fácil para los vecinos organizarse para hacerlo renacer. Utopía resistió allanamientos y el juicio a sus integrantes por parte de los privados por interferencias. En 1999 el canal cerró, en parte por la crisis económica que golpeó a todos, y nunca más se volvió a hablar de él. Pero muchos recuerdan y extrañan su señal y la figura de Fabián Moyano, el joven que lideraba el proyecto, por lo que puede verse en el documental, de una manera muy abierta y participativa.
TV utopía es el testimonio de que otra forma de hacer televisión es posible, sin fines de lucro, ni financiamiento estatal ni personal profesional. Una TV comunitaria, caótica, participativa, hecha por y para los vecinos de un barrio.
TV utopía podrá verse hasta el jueves 20 de junio en el cine Monumental Electric (Lavalle 836, CABA).
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