PERFILES
Leslie Van Houten
› Por Mariana Enriquez
Veinte veces. Desde 1969, cuando fue sentenciada a pena de muerte –conmutada a cadena perpetua unos años después, cuando el estado de California cambió la ley–, Leslie Van Houten pidió veinte veces la libertad condicional y las veinte se la negaron. La última negativa fue el pasado 13 de junio; Van Houten, que tiene 63 años, recién podrá volver a pedir la libertad en 2018. Mientras tanto, seguirá en la prisión California Institution for Women, en Chino.
¿Qué hizo Leslie Van Houten para que los tribunales sean tan duros con ella? La negativa es brutal pero predecible: Van Houten es una presa famosa. A los 20 años, cuando fue condenada, era parte de la Familia Manson. Era Lulu, la más hermosa, la que era capaz de acudir a los juicios con vestiditos sensuales; la chica de clase media muy chic y muy fría que no tomó parte en el crimen de Sharon Tate, el más famoso de la Familia, sino en el inmediatamente posterior: el del exitoso matrimonio de Leno y Rosemary LaBianca, ricos comerciantes de Los Angeles asesinados el 9 de agosto de 1969. Charles Manson, jefe de la Familia, la llevó ahí, junto a otros miembros del culto (Tex Watson, Patricia Krewinkel, Susan Atkins, Linda Kasabian y Steve Grogan) para que cumplieran sus órdenes. Leslie, Patricia y Tex se hicieron cargo de Rosemary: Leslie la apuñaló 16 veces, en el pecho y la espalda. Después, fue la encargada de limpiar la escena del crimen.
Este asesinato, como el de Tate y sus amigos, como el de Gary Hinman y otros por venir, eran parte de un plan de Charles Manson: El “Helter Skelter”, la guerra apocalíptica que llegaría entre negros y blancos, la lucha racial que cambiaría el mundo. Manson estaba convencido de que el prejuicio y el racismo le achacarían los crímenes que él había ideado a afroamericanos. Se equivocó. En marzo de 1971, él y varios miembros de su Familia –casi todos adolescentes– fueron sentenciados a muerte. Leslie se portó terrible durante el juicio: se rapó, se cortó una X en la frente en solidaridad con Manson, lo defendió ciegamente y cuando fue interrogada sobre Rosemary LaBianca dijo: “¿Sentir pena por ella? ¿Por qué? Sucedió. Ella ya no está. ¿Llorar por su muerte? Si lloro, es por la muerte en sí misma. No es la única persona que ha muerto”.
Cuenta Leslie Van Houten que le tomó cinco años cortar psicológicamente con el control que Charles Manson ejercía sobre ella. Esas noches en el Spahn Ranch, un estudio de cine abandonado en el Valle de la Muerte que la Familia había ocupado, donde vivían tomando ácido y escuchando los sermones de Manson, la habían desestabilizado emocionalmente de forma casi irremediable y ella lo cuenta en su libro The Long Prison Journey of Leslie Van Houten: “Me quedaba en blanco, totalmente frustrada, como una máquina que deja de funcionar pero sigue haciendo ruido. Trataba de entender, de romper con los slogans que habían sido excavados en mi interior”.
Leslie tiene un amigo famoso que la visita, sigue su caso y pide por su libertad públicamente: el director de cine John Waters. Su película Pink Flamingos está dedicada a las chicas Manson (Sadie, Katie y Leslie): es que Waters pasó años obsesionado con estos jóvenes hippies de clase media, hijos de los suburbios, que en vez de transitar cualquiera de los otros tantos caminos radicales de los ’60 fueron directo al crimen, desnudaron el lado oscuro de la California soñadora con una pesadilla atroz. “Si me hubiera conocido a mí en vez de a Manson, hubiera sido protagonista de mis películas”, dice el director. “Leslie se siente responsable de sus crímenes y tiene un comportamiento excelente, es la chica modelo del sistema penal californiano. Yo creo que la prisión debe ser para la rehabilitación. Y ella está rehabilitada.”
Pero el tribunal no quiere pagar el costo político de liberar a una integrante del Clan Manson. Cuando Van Houten les habló hace dos meses, fue muy directa, muy sincera: “En ese momento, había perdido mi humanidad y no sé cuán lejos podría haber llegado. No tenía respeto a la vida ni tenía límites”. Y después explicó que ya no es esa chica destructiva, impiadosa. Que puede vivir otra vida. Pero le dijeron que no.
Susan Atkins, la más famosa de las chicas de la Familia –la que apuñaló a Sharon Tate– murió en prisión en 2009: le negaron la libertad condicional 18 veces. Patricia Krenwinkel, que mató a Abigail Folger, amiga de Tate, y también participó del crimen LaBianca, tiene 65 años, está en la misma cárcel que Van Houten y se le negó la libertad 13 veces; es la mujer que más tiempo lleva presa en la historia de California. Charles Manson ni siquiera concurre a sus audiencias de libertad condicional: dice que la cárcel es su hogar.
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