ALBÚMINA
› Por Guadalupe Treibel
Desde su anuncio pocas semanas atrás, más de un almita fetichista tendrá su corazón en la manga a la espera de tocar, guardar, encuadrar o gastar el venidero billete de 10 libras que imprimirá el Banco de Inglaterra a partir de 2017. Se trata de una nueva edición que suplirá el rostro del señor Darwin por la gentil cara de una de las grandes señoritas de la literatura mundial: la siempre precisa e ingeniosa Jane Austen, autora de exquisitas obras como Orgullo y prejuicio, Emma. La denominación viene a cuento, en tanto el criterio británico al momento de elegir personajes para estampar su cash es que sean relevantes, que hayan hecho una contribución no perecedera y que no sean controversiales.
Porque, claro, ¿quién podría denostar a la Austen? Pues, parece ser que sí, porque no bien se dio a conocer la noticia, estalló el despelote, se multiplicaron las críticas y la misoginia mostró los dientes con bloggers y abusivos llamándola “una perra rompehogares que nunca se casó”, tratándola de “cronista despreciable de disputas mezquinas y vidas pequeñas”.
Pero los viles comentarios son anecdóticos en comparación con lo que acaeció luego, cuando las mujeres que alentaron la presencia de la escritora en los billetes comenzaron a recibir amenazas. “Voy a golpearte con mi arma una y otra vez hasta que pierdas la conciencia y después voy a quemarte viva”, “Mañana a las 9 pm voy a violarte”, fueron algunos de los comentarios que activistas como Caroline Criado-Perez, diputadas laboristas como Stella Creasy o periodistas como Hardley Freeman (The Guardian) o Grace Dent (The Independent) padecieron a diestra y siniestra.
Por suerte, los polis de Scotland Yard accionaron velozmente y la semana pasada detuvieron a tres hombres de 21, 25 y 32 años por las amenazas. De momento, muchos intuyen que no serían acérrimos defensores de Darwin sino enfermitos misóginos detonados por el éxito de la bien habida campaña de equidad que sencillamente pretendía que hubiese un billete oficial dedicado a una mujer. Con todo, la inusual postal ha logrado que ciertos medios se hagan una pertinente pregunta: “Si Jane Austen logra enojar a la gente, ¿qué carajo no los hace enojar?”.
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