ESCENAS
En Malditos (todos mis ex), Mariela Asensio, en coautoría con Reynaldo Sietecase, reflexiona sobre el desamor y la subjetividad femenina en una puesta del teatro más medular.
› Por Carolina Selicki Acevedo
Desde el comienzo, Malditos (todos mis ex) impone intensidad en el relato. Una pareja que discute, o mejor dicho en la que cada uno monologa, está llegando a su final. Y es ella (destacable la actuación de Raquel Ameri) la que se anima a admitirlo, no sin atravesar dolor y una mezcla de sentimientos ambiguos. Tal vez por eso aparece desnuda, dispuesta a despojarse de todo, incluso de él (Ariel Pérez de María también se luce, encarnando a un ex tan odiado como amado). La escena es evocada por esa misma mujer, ya con 34 años (interpretada por Federica Presa), quien no sólo narrará todo lo acontecido –y que vuelve a acontecer ante nuestros ojos– sino que cada tanto aclarará que se trata de actores que actúan aquello que ella quiere representar y del modo que ella lo desea, y sus comentarios cuestionan y completan los diálogos entre los personajes (guiño brechtiano mediante). Pero como si esto no bastara, su yo adolescente (Marina Lovece) deambula cantando las canciones de sus artistas favoritos de esa época, entre los que se encuentran Guns N’ Roses con su inolvidable “Sweet Child O’mine”, el adorado Jon Bon Jovi y hasta la dupla española Amistades Peligrosas con su “Me haces tanto bien”. Su yo al momento de empezar a atravesar la juventud (Constanza Molfese) es quien expresa los discursos más ideales e ingenuos, discursos que la llevarán a obsesionarse con un hombre casado con el cual aspira a construir una relación (Federico Schneider). Pero es tal vez un ex (Hernán Herrera), que no había sido tenido en cuenta, el que invita a repensar qué tipo de hombre quiere esta mujer que parece despreciar al bueno, al que realmente dejaría todo por estar con ella. Pero simplemente no lo recuerda, dice no saber quién es él.
Todo este ir y venir en el tiempo hace que las historias también se entrelacen, pese a la intención de ordenamiento mental de la protagonista y que entonces un ex interrumpa una escena, otro ex acote o difiera sobre lo que está siendo recordado por ella, y se vuelva necesario ponerle también un cierre a semejante caudal de evocaciones y emociones. La dramaturga, directora y actriz Mariela Asensio es quien comanda esta puesta tan compleja, pero que apunta al teatro más primitivo: “Venía de hacer Mujeres en el aire, donde mi feminismo aparecía muy marcadamente, con gran despliegue tecnológico, y ahora quise volver al gen del teatro, al texto y a la actuación como cimientos principales. Por eso sólo hay un banquito y un perchero. También de puestas donde el amor pasaba por un costado. Aunque puedo hacerlo gracias a lo realizado anteriormente”, comentó a Las 12. Asimismo, la búsqueda de que su “escritura de mujer” no empañara la voz masculina con un discurso poco genuino, hizo que convocara para completar aquellos primeros textos al periodista y escritor Reynaldo Sietecase, con quien la une una amistad de ocho años luego de acercársele para solicitarle permiso para usar textos suyos en la puesta de Mujeres en el baño. Así surgió un intercambio de escritos en los que según afirmó el coautor: “Creo que pudimos dejar afuera los egos, nuestros estilos de un modo se parecen y, como afirmaba mi querido Mario Trejo, hay que aprender a pulir; él hablaba del ‘bisturí en el cuerpo amado’, porque uno muchas veces se enamora de la escritura propia y es necesario saber qué debe permanecer y qué no”.
La obra nos sumerge en el terreno de la desolación. No hay escenografía, rodeamos a los actores en un espacio íntimo y pequeño; a un costado puede verse la cabina de luces y sonidos, pero más allá de eso no hay nada real, sólo recuerdos o fantasías, y cuando ella piensa que tiene el control, algo le hace dar cuenta de que no puede dominarlo todo. Ni siquiera el deseo. Malditos... te lleva de la risa al llanto, del musical al drama (la fantasía de una violación/asesinato es una de las escenas más movilizantes), y el final es impredecible. Pensar en cuánto de la biografía de Asensio hay en esta puesta sería pecar de reduccionismo. Ella prefiere hablar de temas que la atraviesan como mujer, pero que son exacerbados, ficcionalizados: “Para mí no existe componer un personaje sino construir una energía que sos vos, siempre estás ahí. No hay manera de evadirse”.
No obstante, la impronta Asensio está en la versatilidad de los personajes, muchos interpretados por actores que ya han trabajado con ella, y en la narración llevada al límite con la intención de que el público se vaya con preguntas, atravesado por la incomodidad de ser interpelado por un relato al cual parece no quedar ajeno. A la par de Malditos..., Mariela es docente en el Centro de Investigación Cinematográfica (CIC), y desde este año en el Celcit. La enseñanza le ha permitido repensarse todo el tiempo, como la maternidad –tiene un niño de tres años–, aunque no por ello ha tenido que relegar nada. “Actué a punto de dar a luz. Tengo un compañero con el cual agradezco que nuestra pareja sea una democracia total.” Además produce y coconduce Muy Muscari en Radio UBA, participó recientemente del Ciclo de Teatro Leído “Por la Memoria”, en la Biblioteca Nacional, y acaba de presentar su primer libro, que reúne la trilogía Mujeres en 3D (Textos Intrusos), en el cual adelantó que pretende que Mujeres en ningún lugar, sobre la trata de personas, sea más una performance que una obra teatral, que apunte a interpelar directamente al cliente, mezclarlo entre el público y que no se cobre entrada. Porque, como señala, para ella “lo personal es político” y su arte está atravesado por lo que ella es y cree.
Malditos (todos mis ex). Sábados a las 22.30. Teatro del Pueblo. Av. Roque Sáenz Peña 943. Reservas al 4326-3606.
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