En un mundo con cajoncitos, categorías, estanterías y definiciones, las cosas hablan hasta por los codos (a veces, sonoramente; otras desde la sutileza; muchas, desde el equívoco). Y así es cómo los anteojos grandes vociferan “hipster”, los guantes de llama susurran “hippie”, una remera metalera pide rock. En otras consabidas palabras: existe una inexorable declaración intelectual en el rol que desempeña la vestimenta en la construcción identitaria; un grito sagrado que proclama “libertad, libertad, libertad”, pero, sin saberlo, está delimitado (por género, clase social, etc.), tiene el territorio cercado, el gusto acogotado. De allí que la serie Switcheroo, con su lúdica intención de barajar y dar de nuevo, sea una bocanada de aire fresco.

Obra y gracia de la fotógrafa canadiense Hana Pesut, autodidacta en materia visual, el trabajo –con puntapié inicial en 2010, desarrollo hasta la actualidad y reciente edición en formato libro– retrata a parejas vistiendo sus respectivas piezas, y luego vuelve a retratarlas tras haber intercambiado los outfits, jugando con el contraste en imagen dual. Y si algo esboza, delinea o metaforiza la propuesta de la artista es que, de los últimos años a la fecha, las distinciones de género se están difuminando en la sociedad post-industrial contemporánea.

“Las mujeres se ven espléndidas en la ropa de los varones y los varones se ven sexies con indumentaria femenina; todos se ven más interesantes cuando no tratan de vestirse acorde con su sexo”, resume –con acierto– la web Vice sobre el experimento que sumó parejas de todas las edades en variopintos puntos geográficos (Viena, Barcelona, Osaka, París, San Francisco, Nueva York, Los Angeles, Palm Springs, Austin, Montreal, etc.). ¿Lo más simpático? Hasta un tipo cool con cardigan y anteojos David Hockney se ve comodísimo usando la remerita pupera de su novia... y hot pants.