EL MEGáFONO
› Por Vanesa Vázquez Laba *
“¿Usted qué le diría a la Presidenta si la tuviese acá enfrente suyo?”, fue la pregunta disparadora para conversar sobre política con Parachapiú, mujer guaraní de la comunidad tekoa en la colorada Misiones. Con su mirada clavada en el horizonte verde arbolado, me respondió: “Ella trabaja bien, trabaja para las mujeres y los chicos”, y en esta respuesta me acercó por primera vez a indagar sobre el conocimiento y las representaciones que las mujeres indígenas tienen de Cristina como política y jefa de Estado.
“¿Y qué le pediría?”, seguí insistiendo, pero ese silencio que se produce entre el tiempo subjetivo urbano y el indígena y que, por supuesto, dejé aflorar, profundizó su respuesta. “Acá todos la apoyamos...”, siguió en silencio y luego manifestó: “Le pediría que nos ayude a hacer una casa linda”.
La cuestión indígena es un tema de debate dentro del feminismo y de la política pública en el gobierno actual. Años de silenciamiento, de invisibilidad, de racismo extremo que sumado a la condición de mujer exacerba la situación de vulneración de los derechos. Hoy, los pueblos originarios, o simplemente como ellos y ellas se autodefinen, “aborígenes”, son el nuevo gran desafío que deben tomar los debates académicos y políticos para efectivizar sus derechos y, fundamentalmente, los derechos humanos de las mujeres y niñas indígenas.
Las mujeres guaraníes de la comunidad Tekoa votaron; y votaron “por Cristina”, como ellas me testimoniaron. “¿Y por qué?”, volví a preguntar; y ellas ahí respondieron inmediatamente: “Porque es mujer y va a pensar en otra mujer”.
El efecto del ejercicio del poder de nuestra mandataria en el imaginario social, y en las representaciones de las mujeres indígenas, cala hondo porque pone de manifiesto las capacidades que tenemos las mujeres para ejercer liderazgos.
Parachapiú significa “me mandó Dios”. Y ella me contó que las mujeres pueden ser caciques de las comunidades guaraníes; es más, hay dos comunidades lideradas por mujeres. Y le parece muy bien. “¿Y qué es lo que las mujeres tienen que saber para ser cacique de su comunidad?”, pregunté. Ella respondió segura: “Saber hablar”. Y yo repregunté: “¿Saber hablar castellano?”. Y ella respondió: “Y guaraní”.
Mucho se ha dicho de la pobreza y de las necesidades insatisfechas de las comunidades indígenas en el Norte de nuestro país. Es cierto. Pero también es real que esa imagen positiva y ese grado de conocimiento con nombre propio, Cristina Fernández de Kirchner, aflora en los lugares más inhóspitos de nuestro país, esas zonas alejadísimas de los poblados, en medio del robusto monte misionero que también asienta escuelas interculturales y Centros de Atención a la Salud Primaria.
Esa imagen del hacer de la Presidenta resonó en las palabras de una joven mujer guaraní de 21 años que me confesó tímidamente que ella quería ser la próxima cacique de su comunidad para trasformarla. La similitud no es casualidad.
* Investigadora del Conicet y profesora de la Universidad Nacional San Martín (Unsam).
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