PERFILES > VIVIANA VITALI
› Por Flor Monfort
Esta semana los medios nos regalaron varias figuras con cara y nombre detrás de los estereotipos de siempre: la “loca” que les pega a los empleados de Movistar, la “gordita” del comercial del banco y la “despechada” que, con toda la fuerza de la revancha, decide denunciar a su pareja por narcotraficante. Pero de despechada Viviana Vitali no tiene nada. Su historia resume el calvario de una mujer casada con un violento, que se da cuenta que de seguir a su lado no sólo va a terminar presa sino muy probablemente molida a golpes. El bombardeo de casos de violencia de género no es en vano: ella se avivó pronto y justo cuando la investigación estaba por explotarle en la cara a Rodolfo Bomparola, hombre en cuestión, dealer de ricos y famosos y hermano de la diseñadora –ex novia de Franco Macri– Evangelina.
¿Cómo se habrá sentido Eva, creadora de vestidos de alta costura, cuando escuchó a su cuñada decir “taryet” en el programa de Jorge Rial? Lo repitió tantas veces que casi le sale un mantra: “taryet taryet taryet” para contar que el target que sonríe blanco y seco mientras camina en cámara lenta por Las Cañitas es el que le compraba a su ex. La modelo que se gastaba 12 mil pesos por semana, el perro que sufre de abstinencia porque mordía las bolitas del suelo y ahora no está “tomando”, el ladrillo de 5 kilos con el que convivió durante meses..., todo fue carne del asado de noticieros y programas de la tarde, relamidos por tanta figura involucrada. Supuró largo y tendido esta denunciadora contemporánea, con ese rictus del que se guardó algo durante mucho tiempo y ahora no le alcanzan las palabras para contarlo, Vitali no se pone el saco que le quieren poner: ni cornuda ni desilusionada, más bien sobreviviente. Y hoy, más en riesgo que nunca por haber puesto negro sobre blanco a los que viven de sacarse fotos en los balcones de Manantiales. ¿Resulta que ellos también toman merca? Esa es la “novedad” que viene a traer Vitali, no sólo envalentonada por el micrófono y la custodia sino supurando el dolor del que soporta con tal de que le den algo a cambio, algo parecido al amor o la aceptación. Tal vez de quienes se drogan para que otro las quiera se pueda hablar en esta columna pero serían todas suposiciones; en cambio, del material que sí tenemos podemos decir, retomando la pregunta de más arriba, que Evangelina no se debe haber sentido nada bien con esta mujer asociada a su apellido. Si fuera un poco más sofisticada, tal vez, como la que alguna vez denunciara a Zulemita Menem por robarle el marido y amenazarla de muerte, pero no, no y no. Vitali colecciona frases como “Qué bárbaro, esta piba murió tomando de la mía” (de boca de Bompa) o “Era gente de mucho nivel. No había bailanteros”, para ejemplificar a los clientes vip.
Las redes sociales dicen que mañana aparece muerta y la inquietud se comparte. Verla a cara descubierta decir que jueces y funcionarios compraron de la buena en su propia casa da miedo. Ahora tal vez cuente con protección; en un año, veremos. Lo que es seguro es que Evangelina no va a hacer declaraciones, que la violencia intramuros no es sólo prêt-à-porter sino también haute couture y que en la Argentina las mujeres oscilamos entre dos o tres casilleros estancos: lunáticas, boludas o feas. Pero Viviana Vitali es, ante todo, una mina con dos ovarios de oro.
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