EL MEGáFONO
› Por Ruth Zurbriggen *
Es sábado. Voy al encuentro socorrista. Otra revuelta está allí. Me acerco, la escucho: “Son doce pastillas, acuérdense”. Hay cinco mujeres reunidas. Cuatro embarazadas, todas buscando información. Tres decididas a abortar. La cuarta, Miriam, cursa un embarazo buscado, está acompañando a Mariela, su hija adolescente.
Rosalía (29) cursó hasta tercer año de la escuela media. Tiene tres hijxs. “Con tres pibes no te va a querer nadie”, la sentenció quien fuera su pareja. “Y me violó. De esa violación nació mi último hijo. Si ahora me ve embarazada me mata”, cuenta. La bestia la persigue y no deja de mostrar su poderío: “La última golpiza fue hace tres meses”, recuerda.
Rosa (32) es católica. “Voy a misa, a veces”, dice. Paradojas: desde hace meses buscaba quedar embarazada. Tuvo una relación que duró tres años. Su mirada penetra como sus palabras: “No voy a decirle nada a él, no sé cómo reaccionará si se entera. Me separé porque descubrí que tenía una relación paralela con otra. No sé cómo hizo, yo le revisaba hasta el celular. Ella también está embarazada. El caradura dice que está enamorado de las dos. No, yo no me presto a eso”, afirma.
Mariela (17) está cursando el secundario. Sabe, dice, afirma que “no es el momento”.
Nos estamos por ir, reiteramos la importancia del control médico y los métodos anticonceptivos. Miriam dice que hace poco se enteró de que “ahora el DIU se puede usar aunque todavía no hayas tenido hijos”. No es ahora, pienso, es otra perspectiva sobre nuestros derechos reconocida por sectores amigables de salud. Le indica a Mariela: “Pasales tu celular así se hacen compañía y saben cómo va todo”.
Salimos. Comento sobre los altos tacos que lleva Rosa. Nos reímos de quienes llevamos ojotas. Veo a Rosa abrazar a Rosalía: “Estoy preocupada por vos, quedate tranquila, todo va a estar bien”, la alienta. Juntas, las cuatro, caminan en un andar acompasado.
Mientras subo al auto reparo en dos chicas sentadas en un banco de la plaza. Se ven jóvenes. Una lleva puesto un colorido pañuelo en la cabeza. Las miro curiosa. El rostro de una acaricia el cuello de la otra. Ensimismadas en su acto afectivo ahora se besan. No parece importarles la mirada ajena.
Pienso en las libertades, siempre relativas en este sistema.
Pienso en esas mujeres con las que estuvimos recién, en las tres que decidieron abortar y en la que decidió acompañar, en la potencia de sus cuerpos y decisiones. Las veo alejarse por la ancha avenida, tan ancha como la decisión que tomaron para este momento de sus vidas. Diviso a Rosalía caminando del brazo de Rosa. Pienso que –a veces– los sostenes llegan en un momento inesperado. Llegan al producirse una apertura afectiva que nos conecta y encuentra con esa otra.
Ellas abortarán. No hay ley ni artículo del Código Civil que detenga la decisión. Legal, seguro, gratuito: nos lo deben los y las diputadas del país.
(*) Activista feminista abortera, colectiva La Revuelta, Socorristas en Red y Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito.
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