PANTALLAS > NATALIA OREIRO
Es una de las caras más taquilleras de la Argentina. Se plantó frente a Canal 13 para evitar que su imagen fuera usada en contra de la aplicación de la ley de medios, al mismo tiempo que sostiene una imagen híper glamorosa desde la tele y desde su negocio de ropa, Las Oreiro. Su condición de estrella le sirve para hacer las campañas que le interesan, como la que protagonizó este año a favor de la lactancia, junto a su hijo Merlín.
Es una de las caras más taquilleras de la Argentina. Se plantó frente a Canal 13 para evitar que su imagen fuera usada en contra de la aplicación de la ley de medios, al mismo tiempo que sostiene una imagen híper glamorosa desde la tele y desde su negocio de ropa, Las Oreiro. Su condición de estrella le sirve para hacer las campañas que le interesan, como la que protagonizó este año a favor de la lactancia, junto a su hijo Merlín.
› Por Rosario Bléfari
El lunes 16 de diciembre, apenas bajó del avión de regreso de sus recitales por Rusia y Polonia, donde miles la siguen por sus novelas y como cantante, Natalia Marisa Oreiro Iglesias se fue en un taxi veloz rumbo a los estudios de grabación para seguir con los capítulos de Solamente vos, la comedia que protagoniza junto a Adrián Suar. No es la primera vez que va a Rusia a cantar: durante el año 2003 dio 30 conciertos, cada uno de los cuales reunió cifras extraordinarias. Esta vez, en Moscú se presentó dos días en el estadio City Crocus Hall frente a más de 10 mil personas, agotando la capacidad de las dos funciones y haciendo suspirar a los fans con su hijo Merlín ataviado con gorro de piel, como un nativo más. Luego fue el estadio Ice Palace en San Petersburgo, agotando de nuevo las entradas. Y antes de regresar, el sábado 14, se presentó en Breslavia, Polonia, por primera vez, con un recibimiento a la altura de una rock star. Es que la Oreiro es una estrella internacional, La reina de las telenovelas. El cine también le dio la bienvenida como actriz, desde Un argentino en New York en el ’98 hasta este año con Wakolda, y en el recorrido fue buscando papeles más interesantes y ganándolos con tesón y talento. Hace muchos años, Natalia fue reclamada como hija de desaparecidos, por eso cuando recibió el guión de Infancia clandestina, la película que protagonizó dirigida por Benjamín Avila, estrenada el año pasado, sintió que tenía que hacerla, no sólo como expresión de su padecimiento personal sino como vocera de dos pueblos que bien saben de los horrores de la dictadura: su Uruguay natal y su adorada Argentina. Ahora la espera la heroína criolla Juana Azurduy, que va a dirigir el mismo Avila, tal vez el próximo año.
Natalia es famosa porque un día cruzó el río para trabajar de actriz, y terminó viviendo acá y casándose con nuestro Mollo de Divididos y teniendo un hijo, Merlín Atahualpa, a quien este año vimos muy feliz tomando la teta en una campaña de Unicef con el objetivo de concientizar acerca de los beneficios de la lactancia exclusiva y a demanda. Además Natalia diseña ropa con su hermana –¡ay, el corte de esos primorosos vestidos de Las Oreiro!–, dándole impulso a un sueño fraternal de la época en que tomaban clases de corte y confección alentadas por su madre en Montevideo. “Somos mujeres” es el lema de la marca que la consolidó también en el mundo de la moda.
Oreiro sabe jugar el juego de los medios sin sacar el ojo de las causas que le importan. Es que, aunque actuar, cantar y maternar le ocupen el grueso de su tiempo, se las arregla para apoyar lo que le interesa, sabiendo que su popularidad y su carisma pesan a la hora de llamar la atención. Estando en Rusia, aprovechó para encontrarse con Camila Speziale, la chica de Greenpeace que estuvo detenida dos meses, acusada de vandalismo y piratería por protestar en el Artico contra las perforaciones de petróleo y que todavía espera que se defina su situación procesal. Y cuando recibió el premio Tato a la Mejor actriz de telecomedia diaria, hace muy poco, recordó en sus palabras al trabajador que cayó de un montacargas y murió a fines de noviembre en el Teatro Colón. A los pocos días de que fuera declarada la constitucionalidad de la ley de medios por la Corte Suprema, firmó un aval junto a artistas como Alfredo Alcón, Cristian Aldana, León Gieco, Nancy Duplaá, Pablo Echarry, Mercedes Morán y Litto Nebbia, entre otros 330, con el lema “Más trabajo, más voces, más contenidos, mejor democracia”, celebrando y exigiendo la aplicación plena de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (LSCA), y cuando su imagen fue utilizada por el multimedios en el que trabaja en una dirección diferente a la que marca su ideología, no dudó en plantarse y pedir que retiraran su cara de las promociones. De ello dio testimonio en el programa de Víctor Hugo Morales sin que le temblara la voz.
Cuando Jorge Lanata hizo el informe en el que criticó los subsidios que le otorga el Estado a la industria del cine, Natalia salió al cruce y declaró: “Yo no mido el éxito de un programa por el rating. No estoy de acuerdo en absoluto. Me parece que el éxito y la cultura de un programa no se miden por la cantidad de gente que lo vea”. Algunos no entienden cómo puede ser que alguien no defienda sólo su propio interés, como el periodista José Eliaschev, que la acusó de hipócrita. Ella siempre gozó de un alto rating, pero se ocupó de aclarar que la cultura es mucho más que eso, que es también el ejercicio de la profesión en muchos ámbitos de distinto tamaño, de distintos gustos y estéticas, para distintos públicos de todo el país, y que lo que garantiza la riqueza cultural es justamente la mayor cantidad de oportunidades para que se manifiesten todos esos estratos y que algún día tenía que empezar a pasar, y que no será ideal tal vez al comienzo, habrá distintas calidades, intentos mejores y peores, pero es un camino. Un camino que ella, aun pudiendo descansar en las mieles de la popularidad, elige defender y recorrer.
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