“La aguja de coser repara”, dice Alejandra Correa tomando prestada la frase de la gran Louise Bourgeois. Alejandra obtuvo el tercer premio del Salón de Arte Textil por Audaz mi pensamiento/ el cenit escaló/ plumas, vestido (2013), y sus trabajos y los de muchas artistas textiles se pueden disfrutar hasta el 28 de febrero en el Palais de Glace con entrada libre y gratuita.

“El vestido permite decir algo en ausencia del cuerpo. Es un puente entre el mundo privado y el público. Tiene ciertas cualidades de ‘envolver’ y son elocuentes. A eso le podemos sumar que aporta una mirada sobre los roles y los mandatos sociales. De la costura me interesa su poder de reunir fragmentos, y eso mismo es lo que siento que hago cuando escribo poesía, reúno fragmentos de mi historia personal, de mi infancia, de la memoria, de la identidad”, dice y cuenta que llegó al arte visual por el camino de la poesía. Publicó Río partido (1998), El grito (2002), Donde olvido mi nombre (2005), Cuadernos de caligrafía (2009) y Los niños de Japón (2011), pero además coordina junto a Marisa Negri el programa Poesía en la escuela y fue una de las creadoras y directoras de la Audiovideoteca de Escritores de Buenos Aires. Es periodista y editora gráfica y actualmente se dedica a la gestión cultural. “Creo que en todo está el trabajo con la palabra. Siempre tuve una inquietud: que la poesía no quedara sólo en las páginas del libro, que tuviera una presencia en el espacio más allá de la voz de una lectura, que se hiciera cuerpo. Creo que ese deseo me fue llevando a experimentar con la fotografía y el video (hice varios trailer, pequeños videopoemas para libros de poesía míos y de mis amigas)”, dice Correa, quien también realizó vestidos blancos de niña que surgieron luego de preguntarse cuántos rituales de la feminidad más tradicional están marcados por los vestidos blancos.

“Presenté una instalación con nueve vestiditos en la 10a Bienal Internacional de Salto, Uruguay. Llevó el título de Aquellas nieves, aquellas cremas, aquellos hongos purísimos en referencia a un poema de Marosa di Giorgio. Desde hace poco más de un año decidió empezar a trabajar con el collage, porque es una técnica que en principio no requiere de un conocimiento previo del dibujo, la pintura u otras. Comenzó un taller con la artista visual Claudia Contreras y sus primeros collages fueron para el lado de los vestidos de papel, hechos en origamis, con cartas escritas o páginas de libros antiguos. Fue casi natural que aparecieran los botones, los canutillos y los hilos y agujas queriendo atravesar el papel. Finalmente llegué a la idea de hacer una serie de vestidos de tamaño natural. Sentía un placer casi infantil en esta tarea, recuperaba cierto juego de la infancia en Uruguay en el que, con los retazos que a mi mamá –quien trabajó un tiempo como modista y siempre cosió para nosotros– le sobraban, yo les hacía vestidos a mis muñecas.” Así fue que le pidió a su madre que le tomara las medidas a su hija Alejandra, de veinte años, y que con ellas le preparara el molde para el primer vestido. “Decidí hacerlo precisamente en papel de molde, porque el color y la textura se asemejan a la piel. Luego realicé otros dos vestidos en papel crepé industrial, con cintas, hilos, encaje, perlas, cierres... Siempre cruzando el papel y los hilos, los textos y lo textil. Los vestidos tienen fragmentos de cartas, de libros, de fotos. Finalmente llegué a la instalación que lleva por título unos versos de Góngora: Audaz mi pensamiento/ el cenit escaló plumas, vestido. Creo que al elegir el papel como soporte también está la presencia de lo efímero, de la fragilidad, del vestido como texto, de todo lo que es escritura más allá de lo que sabemos que es.” 

Hasta el 28 de febrero en el Palais de Glace. Posadas 1795, CABA. palaisdeglace.gob.ar