Chris Marker, escritor, fotógrafo y director de cine francés, no quería ni mandar fotos cuando le hacían una nota. En su lugar solía mandar una foto de su gato. La mayoría de sus películas fueron documentales salvo una, pero era de ciencia ficción, La jetée, del ’62. En Sans Soleil, del ’82, supera lo que podría llamarse un documental, de ahí tal vez lo de “creador del documental subjetivo”: hay ensayo pero también un clima onírico y hasta ciencia ficción. “El más célebre de los cineastas desconocidos”, como lo llamó Philippe Dubois en una recopilación de artículos sobre su obra, encarna con nombre, apellido y una obra como legado influyente, la responsabilidad sobre un cine que abre su espectro de atención hacia la vida real, esta vez sin la construcción que implicó el ismo del realismo, empecinado en una narrativa, sino tratando de manipularla apenas o enhebrándola con algo más parecido a la forma y la ideología indagatoria del ensayo. En la búsqueda de la proporción exacta nacen categorías nuevas, si alguien quiere poner nombres, pero salteando ese asunto podemos distinguir la influencia de Marker en esta película de Jem Cohen, y si por alguna razón no la distinguimos a primera vista, aparece un agradecimiento en los créditos, aunque con su seudónimo “Krasna Sandor”. Museum Hours es un ensayo ambientado en Viena, donde un guardia del Museo de Arte Kunsthistorisches y una mujer canadiense que llega a la ciudad para visitar a un pariente internado en un hospital se hacen amigos. El ensayo se despliega a través de las obras del museo –que al principio parecen atrapadas en la solemnidad de las salas señoriales, lo que enseguida se desmiente gracias a encuadres y detalles–, en medio de la ciudad, que aparece como otro museo, donde la mirada ejercitada sobre las pinturas continúa sin interrupciones en las calles, y en el diálogo de los personajes –interpretados por Mary Margaret O’Hara, Bobby Sommer y Ela Piplits–. El acierto es la disposición de todos esos ricos y simples elementos de tal manera que son aprovechados al máximo para relacionar profundamente vida y arte desde la delicadeza múltiple que implica provocar una mirada alucinada sobre el mundo y las personas que lo hacemos y habitamos de tan extraño modo. La vida podría tener una parte intensa y una parte tranquila según el guardia, quien en su juventud era manager de pequeñas bandas y manejaba su camioneta por las rutas. Hoy pasa muchas horas mirando una y otra vez visitantes y cuadros, en especial le gustan los de Brueghel, y aunque reconoce que es un lugar común, asegura que es verdad y que siempre encuentra algo nuevo en ellos. Asimismo en esa aparente tranquilidad la vida continuará operando y organizando emociones.

La relación entre el guardia y la visitante avanza lo suficiente como para dejar de verlos como un guardia y una visitante, sabremos de sus vidas sólo por lo que cuentan sus propias palabras, pero no es la relación entre ellos más que un soporte para la conversación sostenida y para este ensayo donde lo documental es la realidad de la ciudad y de las obras, que son ellas mismas y que superan la edad de cualquier observador.

Jem Alan Cohen nació en Afganistán en 1962 y vive en Nueva York. Su trabajo se ha destacado por su forma de retratar paisajes urbanos y también por sus colaboraciones con artistas músicos, como es el caso del film Instrument, donde se enfoca en la banda Fugazi, y que le llevó muchos años de trabajo. Fue rodada entre el ’87 y el ’98 en distintos formatos y la edición llevó cinco años y la realizó junto a los miembros de la banda. Cohen es una figura muy reconocida en el cine independiente, sus películas se encuentran en la colección de varios museos, como el de Arte Moderno de Nueva York y acá, en el Bafici, tuvo su retrospectiva en 2007.

Funciones: viernes a las 22 y domingos a las 18. Malba: Av. Figueroa Alcorta 3415, CABA. Entrada general: $ 35. Estudiantes y jubilados: $ 18. Abono: $ 158.