ESCENAS
El Circo del Aire dejó la casona porteña y, plagiándose a sí mismo, se marchó con sus petates a otra parte. Trashumante (nunca nómade), San Telmo (en los meses frescos) y Gesell (en el período estival) son su ruta migratoria, su vía de escape, desde hace seis años. De hecho, su escudo es una carpa levitando sobre una nube cerca del sol.
› Por María Mansilla
El que llevan a la costa es un circo a cielo abierto, ubicado en un predio cedido por la Municipalidad de la Villa. Hay gradas con espacio suficiente para unas 500 personas. Es “al bonete” (modo ad hoc de hacer un show a la gorra). Los pinos son parte del decorado. Las luces de colores también. Hay música en vivo, payasos que no dan pena, troupe de acróbatas voladores, swing, onda, energía, caída libre, ¿algo de cabaret?, buen humor, absurdo, feromonas, torpeza.
La performer que marca el norte es María Bordesio, María del Aire (directora artística de este sueño de una noche de verano). Es actriz, trapecista, mezcla la danza y la acrobacia, es especialista en números aéreos. La mujer voladora se presenta en su blog personal mariadelaire.blogspot.com como “artista de circo, de calle y sobre todo de aire”. Se formó en Río de Janeiro. Dice que creció “entre ángeles que la protegieron, aves que la transportaron, sueños transformados en caídas y caídas sostenidas por el aire”. La acompañan en las pistas su hija veinteañera (que se prepara para seguir formándose en Francia) y su pequeña Indaia, que apenas está dejando los pañales pero es una experta en quedar patas para arriba enganchada de la barra sin ponerse colorada.
El Circo del Aire sigue la línea de las principales compañías francesas, inglesas, canadienses. Lo que el diario The Guardian bautizó “circus for the Facebook Generation”. Tienen acrobacia, claro que sí; pero también exhiben sus emociones y casi su intimidad como una forma de lograr empatía, de acercarse al público, de mostrarse sinceramente. ¡Me gusta!
Un circo Amélie lleno de ilusión y poesía. De omnipotencia y tracción a sangre. Un laboratorio noctámbulo donde los artistas (reunidos en cooperativa) le hablan a su público de lo que sienten, de sus ideales, sus razones para estar ahí. Como rezan en su otra web, circodelaireenvillagesell.blogspot.com.ar, es una “compañía inestable de circo contemporáneo y antiguo a la vez. Una romántica manera de vivir, de crear y de descubrir. Un circo de este mundo, intenso y real. Un espectáculo que llega a los corazones de cada uno de los espectadores. Una hora de risa y asombro, un poco de melancolía también. Emociones muchas. Es un espectáculo de calidad hecho a la gorra en un predio al aire libre bajo una enorme luna que nos recuerda que aún somos libres y que estamos en paz”.
Un mundo mágico que no es para cualquiera y sólo se suspende por lluvia.
Con todo respeto... ¿qué hay de cierto en el estereotipo que encorseta a la tribu de artistas de circo como unos colgados?
–A ver... hay de todo, obvio: superficiales, banales, vacíos, llenos, faltos de creatividad, excéntricos, geniales, sensibles. Pero creo que de colgados, nada. Algunos artistas vivimos la vida de otra manera, sí. Les damos prioridad a otras cosas, vemos la realidad con otros ojos, estamos en la búsqueda de un ser humano más completo y menos esclavo y más lleno de verdades también. La lucha pasa más por ese lado, seguro. Un amigo, Pablo Pais, escribió una vez algo muy lindo: “Los distraídos son atraídos por otros mundos”. Me sentí tan identificada con esa frase, ¡fue casi una revelación! ¡Por fin había alguien que lo decía! Hay otros mundos, ¡¡¡vaaaamooooo!!!, y ahí estamos los artistas siendo siempre atraídos, descifrando cosas que nadie sabe pero todos en el fondo se preguntan. Y nos vienen a ver a nosotros y a nuestros espectáculos porque ahí es donde encuentran las respuestas a esas cosas que jamás se preguntaron frontalmente.
¿Cómo fue volver a la función después de la tormenta eléctrica que en Gesell dejó víctimas?
–Nosotros cerramos durante los tres días siguientes, ya que nos sumamos al duelo. Cuando volvimos a abrir fue como un reencuentro con la gente. Todo fue muy cálido. Yo siento que la gente está de vacaciones, necesita descomprimir por algún lado y el circo es el espacio ideal.
¿Y qué tiene la Villa, por qué cada verano vuelven al mismo lugar?
–El lugar se dio acá y es como un amor que hay con la ciudad y con el público, que fue creciendo año tras año. Hoy creo que nuestro público tampoco se imagina Gesell sin el circo. Por otro lado, también tenemos un gran apoyo municipal. Hay un gran interés gubernamental de fomentar todo tipo de espectáculos culturales.
¿Cómo es el Circo del Aire 2014?
–Es un circo como los de antes, con músicos en vivo, trío de payasos, muchos números aéreos. Nosotros mismos recibimos al público, lo acomodamos en las gradas, les damos la bienvenida. Empieza el espectáculo y a partir de ahí son cincuenta minutos corridos donde las cosas se van sucediendo.
¿Por qué es a la gorra?
–Porque creemos en eso. Creemos que este tipo de espectáculos tendrían que ser para todo el mundo o que, por lo menos, todo el mundo debería poder acceder. El Circo del Aire se desarrolla de manera fluida y frontal ante el sistema de consumo de la cultura que nos plantea la sociedad hoy. Nos abre los ojos a nuevas posibilidades de crear y de consumir espectáculos.
Durante muchos años, sobre todo en los ’90, el Cirque du Soleil no pisaba Latinoamérica. ¿Qué opinás de esas megacorporaciones artísticas?
–Ahora hubo una reactivación de la economía, eso está clarísimo. Pero siento que también eso tenía que ver con un momento del circo en la Argentina, un momento en el que el circo no tenía el auge ni la aceptación que tiene ahora. Y supongo que es muy grande la estructura que ellos mueven. No sé si se la pueden jugar y que no funcione. Igual, ahora vienen pero traen espectáculos viejos, espectáculos que tienen mas de diez años. Los ves, está bueno, es circo. Pero no sé... la música, los vestuarios, la puesta son viejos, dan como antiguos. O te hacen la función con la mitad del elenco. Yo fui a ver Varekai ¡y las trapecistas no estaban! Pagué la entrada, no sé cuánta plata, y las trapecistas no estaban. Yo soy trapecista y quería ver a las trapecistas, malísimo. Respeto mucho al Soleil, pero en lo personal tengo otros referentes en cuanto a grandes compañías, como El Archaos Circus, Cirque Eloize, Circo Zanni, The Seven Fingers.
¿Cómo llegaste a convertirte en trapecista?
–Yo vengo de una familia de mujeres muy fuertes y muy capaces y muy luchadoras, por lo cual no se me hace difícil conectar con esa parte guerrera. Siempre mantuve una convicción muy fuerte en todo lo que hago pero, así y todo, no sé cómo llegué a ocupar este lugar. Me lo pregunto todos los días, y ni idea. Tampoco es que sea un lugar tan grosso. Digo: no estoy haciendo la revolución en Nicaragua, no soy médica ni científica ni voladora de papantla. Soy una artista que tiene una visión un poco frontal del circo y estoy al frente de un circo de nuestro tiempo. Somos un grupo de diez artistas reunidos en cooperativa que nos juntamos para llevar adelante el sueño, la utopía de construir y sostener con nuestras propias manos y con todo su espíritu un gran circo. Cuento con una gran compañía con mucho apoyo de mis amigos y compañeros y con un gran espectáculo. ¡Así cualquiera te arma un circo!
¿Es común que una mujer esté al frente de una movida así?
–No, no es común. Pero ya las mujeres ocupamos lugares cada vez más intensos, y si bien es difícil también tenemos todo lo necesario para enfrentar lo que nos toca. Yo intento no perder nunca cierta sensibilidad y suavidad, y llevar adelante esta tarea desde una visión artística creativa y femenina. Y yo, pequeña trapecista devenida en directora de circo, azarosamente voy atinando las teclas, y pienso... ¿qué circo quiero, qué circo ofrezco, qué puedo decir a través de mi circo? Miro a mis amigos y cada uno tiene un circo también, cada uno de nosotros pequeños artistas tiene el circo que pudo construir y en el mío somos total y absolutamente libres.
¿A qué lugar te gustaría llevar una función, y por qué?
–Al Valle de la Luna. Siempre me imaginé el circo en un espacio de montaña o desierto, y siempre fuera de las grandes ciudades. Lo de la gorra no sé qué tal funcionaría pero bueno, ¡es romántico!
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