Vie 28.02.2014
las12

ALBúMINA

Duro, duro

› Por Guadalupe Treibel

La diseñadora y escultora Iris Trstenjak –con sede en Máribor, Eslovenia– a menudo recibe una pregunta capital: “¿¡Y si me clavo una astilla!?”. Si se considera que la consulta está dirigida a los dildos de madera que ella misma fabrica, más que comprensible la inquietud. “Es la primera reacción de todo el mundo, pero no hay peligro: están hechos con altísimo nivel y completamente sellados con un acabado impermeable ultrasuave, libre de solventes, que dura toda la vida”, alivia desde su página web quien ha sorprendido a muchxs con una versión “ecofriendly” del extendido adminículo. Sutiles, elegantes y ergonómicas versiones que, enmarcadas bajo la etiqueta Dee Lee Doo (tal es el nombre de la iniciativa), son ciento por ciento artesanales y vienen en distintas versiones y tablones –arce, cerezo, nogal, caoba, etcétera–. Así, por entre 70 y 140 dólares, la inesperada oferta –que, a priori, luce un poquitín incómoda, aunque su creadora desmienta tal sensación– promete algo más que un juguete: asegura ser toda una obra de arte. “Mi intención es desestigmatizar los dildos y convertirlos en objetos de diseño que, además de disfrutarse, se dejen a la vista. Sensuales, eróticos y naturales”, sintetiza Iris sobre su ¿cruzada?

Aunque original, el proyecto no es justamente “moderno”, visto y considerando que tantísimas civilizaciones de la Antigüedad –egipcios, chinos, romanos– utilizaron representaciones del falo en ceremonias vinculadas con la fertilidad y, más temprano que tarde, cruzaron la frontera de lo religioso para destinarlo ya no al culto sino al placer sexual del ámbito privado. Lo hicieron, claro, con el material a mano: la madera, siempre presente. No fueron, sin embargo, los primeros en darse gozosa asistencia: el ejemplar con más data –encontrado hasta el momento, al menos– tiene 28 mil años, 20 centímetros y fue hallado en una cueva de Ulm, Alemania, aunque –aclaración– es de piedra pulida. Con todo, quizás el más sorprendente de los juguetes sexuales tenga que ver con la “evolución” del inerte dildo a una versión más... movediza. Cuenta el cuento que la fervorosa Cleopatra quiso sazonar su divertimento con una versión hueca que, por dentro, incluía inquietas abejas vivas. Es así: cuando faltan recursos (tecno), la imaginación hace maravillas.

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