VISTO Y LEíDO
Dani Umpi acaba de publicar Un poquito tarada (Planeta), el soliloquio de una chica que hace de la vacuidad una pose performática a la que el autor suele ponerle el cuerpo.
› Por Cecilia Palmeiro
Un poquito tarada, con su tapa rosada y la ilustración de una joven viajera con cara de soñadora que camina hacia el abismo, anuncia una novela rosa: una literatura “femenina”. Pero por femenina aquí se entiende lo elaborado de su artificio, su alta complejidad, con procedimientos agudos y una madurez literaria en su punto justo: divertida, pero a la vez heavy, llena de sorpresas, misterios y tensiones, mimando el género fantástico.
Es que la literatura de Dani Umpi trabaja siempre con el material subjetivo del último grito de la moda, aunque visto a través de los lentes de hace-5-minutos. Sus novelas constituyen un termómetro, un estado de la cuestión de los debates identitarios. Tratan sobre la mímesis como clave cultural, sobre cómo los cuerpos son construidos por la técnica de reproducción de bienes culturales, y así el género mismo aparece como tecnología.
En sus novelas anteriores, Aún soltera (2003) y Miss Tacuarembó (2004), la percepción de la realidad (y por lo tanto la subjetividad de los personajes) estaba moldeada por la televisión y las revistas “del corazón”: un mercado de consumo para mujeres, es decir “boludas totales”. Sin embargo, debajo de esa pátina de estupidez femenina vendida como mercancía, lo que aparece es la locura como efecto de la inscripción genérica. Ser mujer, parece decir Dani, es volverse loca al ritmo de la técnica (como sus personajes que bailan desatadas en las discos de San Pablo).
Tanto en Miss Tacuarembó como en Aún soltera, trabaja sobre el modo de subjetivación femenina propio del sistema de broadcasting: lo artificioso del género, en su constitución iteracional y citacional. En Un poquito tarada, el carácter reiterativo de los gestos y del modo de ser y estar en el mundo se pone en abismo a partir de la locura explícita y desenfrenada de la protagonista (más que un poquito tarada, muy loca). En esta nueva novela, siempre siguiendo el procedimiento de anacronismo subjetivo, el personaje central tiene como referente identitario el fotolog, una de las primeras manifestaciones sociales de la era de Internet, y pariente pobre y arcaico de Instagram, el cual aparece como recurso literario y no como archivo: para describir una escena de la era del fotolog, se usa el adjetivo “instagrámica”. La primera década del 2000, cuando Daniel Umpiérrez se convierte en Dani Umpi, aparece entonces como marca y momento originario.
En la presentación del libro, Maitena señaló: “Es como Facebook, pero mejor”. Esa conexión vital con la cultura de masas se presenta en su escritura como dato de la realidad sin sublimar. Es que la construcción no sólo de la literatura de Dani Umpi, sino de su figura como artista (es también músico, artista plástico, performer), tiene una estrecha relación con el lenguaje pop que circula en las redes sociales y con el modo en que se construye la subjetividad en la era digital. En ese sentido, da una nueva vuelta de tuerca sobre el tema. La protagonista, si bien construye su identidad en relaciones especulares con sus amigas, propone un nuevo modelo femenino queer: se trata de la mujer puto, o mujer-trava, como ella misma se define, a la que le gustan los trolos que encuentra en los boliches. Su locus amoenus: la Plop, surgida a principios de la década de 2000, una fiesta kitsch de jóvenes queer (ya diferente de la maricoteca clásica de musculocas bigotudas, es decir, lo gay propiamente dicho).
Se trata de un nuevo modo de subjetividad constituido a partir de escrituras éxtimas: son identidades flexibles, cambiantes, construidas hacia afuera, sin densidad psicológica. La ausencia de motivaciones profundas así como la superficialidad de la perspectiva de la narradora hacen al suspenso, la tensión, y los golpes de efecto de la novela (de la nada cae la data más pesada). Esa es tanto la forma (los procedimientos) como el material de la novela: la vida de una hueca. Y en ese sentido, puede decirse que Dani Umpi al escribir, al igual que en sus shows, performa de mujer.
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