EQUIDAD Una investigación sobre el reparto del cuidado de niños, niñas, adolescentes y adultos mayores en la Argentina muestra que es inequitativo y que recae, mayoritariamente, sobre la espalda de las mujeres. En el 76 por ciento de los casos son las madres quienes se encargan de sus hijos si no están en la escuela. Por eso, se propone mirar a Uruguay y Costa Rica que implementaron un sistema nacional de cuidados, extender las licencias por maternidad y paternidad, ampliar los horarios escolares, abrir jardines maternales y crear centros de día para la tercera edad.
› Por Luciana Peker
No es lo mismo cocinar –que puede ser un placer, una distracción o una invención cada tanto– que hacer la comida. La diferencia está en la obligación diaria de servir algo que el resto de la familia se lleve a la boca. Tampoco es igual cambiar cada tanto un pañal que ser la que tiene que cambiar –siempre– los pañales. Ni hablar de pasar un peine fino, acordarse de comprar las acuarelas para plástica, coser los pantalones tajeados por el traqueteo del recreo, fijarse si hay hielo en el congelador, pensar fórmulas para que los hijos tomen vitamina C e ingieran verduras verdes o lograr que el cepillo de dientes no sea sólo un palillo decorativo sino que llegue –y se mueva– en la dentadura de los niños y niñas (que suelen más que llorar, trinar al intento de higiene bucal) y así la lista sigue. Porque de eso se tratan las tareas domésticas: una enorme lista de deberes que pesa sobre la cabeza de las mujeres que, generalmente, son quienes las hacen y, si no las hacen, son quienes las organizan.
El problema no es sólo agacharse a agarrar cada calzoncillo dejado en el piso del baño –como si levitara– cuando en realidad la espalda la doblan las madres o esposas en un gesto típicamente cotidiano o correr para llegar a la salida del colegio como si el fracaso en la puntualidad del maratón maternal fuera un bochorno diario. El problema, en realidad, es que no es un problema personal, sino que requiere de políticas públicas y redes sociales para que la primera democracia sea la doméstica.
Esa es la intención del proyecto El cuidado en la agenda pública, del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), la Asociación por los Derechos Civiles (ADC) y el Centro Interdisciplinario para el Estudio de Políticas Públicas (Ciepp) que acaban de publicar el documento “La organización social del cuidado de niños y niñas. Elementos para la construcción de una agenda de cuidados en Argentina”, con el apoyo de la Unión Europea.
“Desde mediados de la década del ’80 en adelante las mujeres se insertan masivamente en el trabajo productivo, pero los varones no se insertan en el cuidado. No hay infraestructura pública de cuidado, no hay licencias o prestaciones otorgadas para mujeres y varones en los regímenes laborales –sin contar los grados de informalidad laboral y, por ende, sin prestaciones– y no hay disposición de los varones para cuidar, en todo caso, lo que hay es una disposición complementaria a la todavía central disposición para cuidar de las mujeres”, explica el famoso “yo te ayudo” de la abogada Laura Pautassi, investigadora del Conicet y socia de ELA. “No se trata sólo de un tema de infraestructura, sino de transformar esta inequitativa distribución y construir marcos sociales más justos”, subraya.
La iniciativa parece elemental. Pero atenta contra un gritoneado sentido común que presiona a las mujeres para que se ocupen del cuidado de ancianos, marido o novio e hijos/as o las jaquea por la falla. Todavía trinan los reproches mediáticos de Luis Ventura que, con 57 años, le reclamó por televisión a su mujer, Estela Muñoz, porque ella, por primera vez en 29 años de matrimonio, decidió en el verano trabajar en Mar del Plata y lo “dejó” solo en su casa. “A mitad de enero tenía una ametralladora encima”, le dijo a la revista Gente, en una frase que preocupa. Y que él justifica así: “Yo exacerbé lo que les pasa a muchas familias, donde la mujer tiene que salir a laburar. Hice una caricatura de la realidad. A mí no me cambia la vida una heladera ni regar una planta, ni sacar a los perros. Pero son pequeñas tragedias cotidianas”.
Esas tragedias cotidianas no se ven cuando pesan en el cuerpo de las mujeres. Por eso, la gran pregunta es ¿quién cuida a quién? Un relevamiento de la situación del cuidado en la ciudad de Buenos Aires, Morón y San Martín, Resistencia, en Chaco, y San Salvador de Jujuy determinó que la actual organización social del cuidado es injusta: no está distribuida en forma equilibrada entre mujeres y varones y que las condiciones socioeconómicas determinan el acceso a distintas alternativas para cuidar a otrxs, cuidarse y recibir cuidado.
Por ejemplo, en Argentina existirían menos de dos personas (1,8) en edad activa para cuidar a cada niña, niño, adolescente o adulto mayor dependiente, pero no lo hacen de manera equilibrada. Mientras que, en la región metropolitana de Buenos Aires, un estudio de ELA indica que en una semana típica –cuando niñas y niños se encuentran en el hogar– en el 76 por ciento de los casos son las madres las responsables de cuidar.
Por otra parte, aun cuando el fracaso de la inscripción online demostró el agujero en las vacantes en las escuelas públicas para los primeros años de vida, no es un problema exclusivo de la ciudad de Buenos Aires. En todo el país, el 91,4 por ciento de los chicos y chicas tienen lugar en un aula a partir de los cinco años. Pero desde que nacen hasta los dos años –cuando las mamás también tienen que ir a trabajar– la cobertura del servicio escolar es inferior al 4 por ciento a nivel nacional y en la ciudad de Buenos Aires, a pesar del mayor presupuesto, apenas alcanza al 13,9 por ciento de los/las más pequeños/as.
La socióloga Lucia Martelotte, coordinadora del proyecto El cuidado en la agenda pública y responsable del área política de ELA, remarca: “En general, son las mujeres quienes se encargan, de manera casi exclusiva, de las tareas que tienen que ver con el cuidado. Esta situación es injusta y podría revertirse, por ejemplo a través de políticas que incentiven la corresponsabilidad”. Ella también propone otras medidas prácticas: “Centros de cuidado infantil y de día para personas mayores, hospitales ambulatorios para personas con enfermedades crónicas, la extensión de la jornada escolar para compatibilizarla con el horario laboral, la ampliación de licencias más allá del nacimiento y el primer año de vida de los niños y niñas. También sería importante que el Estado asumiera su rol como proveedor y regulador de servicios de cuidado y se trabajara para construir un Sistema Nacional de Cuidados como los de Uruguay y Costa Rica”.
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