MONDO FISHION
› Por Victoria Lescano
En el contexto de un ciclo de desfiles variopinto que transcurre en el Tattersall y que culminará hoy con la esperada colección de Ramírez, el martes 1º de abril al mediodía en la presentación de JT –la nueva firma de Jessica Trosman, oficializada en 2012– imperó el uso del cuero, la piel de nutria, las sedas y las lanas aplicadas a morfologías intrincadas pero austeras. Las camisas y faldas que parecen fundirse en una prenda tanto como los vestidos delantal despojados de cualquier entalle y los largos vestidos rojos con drapeados de alta costura fueron algunos indicios de ello.
Entre unos y otros, las modelos que iniciaron el recorrido por la pasarelas desde un podio construido con andamios industriales para difundir el manual de estilo JT (que predica tanto los modismos de las guerreras japoneses en holgados pantalones y chalecos, las prendas rara avis que podrían resultar de una moldería devenida en maqueta arquitectónica) lucieron además bellas chaquetas biker en cuero y bermudas leather. Ese recurso industrial no es arbitrario, dialoga con la estética del nuevo local de JT, situado en Humboldt 291 (y que prologa el espacio consagrado a su laboratorio textil y su fábrica). Fue allí que los asistentes al desfile continuaron la celebración: una puesta de ropajes dispuesta en la entrada, por la experta en textiles Carolina Merea, cual si se tratase de una toldería, ofició de correlato de un fogón con choripanes y de sandwichs vegetarianos en la vereda lindante con la cancha de Atlanta. Corresponde destacar que la existencia de una persiana metálica y un stencil que alude al gusto de la diseñadora por los anillos y el bling bling sofisticado documenta la proliferación de talleres mecánicos de la zona y también el taller que supo funcionar allí. Puertas adentro, el local que combina probadores en madera emulando casitas, así como también antiguos exhibidores que cobijan tanto accesorios como las prendas de la colección hacen lugar a colgantes de helechos que lucen orgullosos de su procedencia, cual si se tratase de algún Calder. Junto a la tienda, un bar con azulejos color verde musgo y una barra que promete cobijar una carta de comida judía y armenia.
El martes en la noche, el sonido de las czardas inició la presentación de Bandoleiro, la colección de Gerardo Dubois que esta vez cambió las odas a la desnudez por el abrigo, mediante un insólito rescate del estilo british y de la sastrería que admitió tanto una larga camisa de tartanes con pantalón en estampa ídem y uso de patchworks de texturas piel sintética combinada con telas color oro y con tweeds. Señaló Dubois: “La música fue el punto de partida; cuando comencé a diseñar pensé que quería hacerlo gitano y barroco como un Leonardo Favio de la avenida Warnes, un lujo paternalense porteño, explorando las tipologías de la marca, los ponchos, las capas, los canguros y joggings, a los que sumé camisería. En esta colección me concentré en la indumentaria, porque si bien trato de no atarme a las normativas del diseño, mi idea fue sorprender. Partí de la monocromía como elemento inédito para la marca (N. de R.: se refería así al uso del negro aplicado a un pantalón de chiffón). Considero que si bien continué con una burla al chic, hice una colección comercial y no me limité a prendas que simplemente fueran para la pasarela”.
El desfile de Bandoleiro fue precedido por la colección Versus, de Emilse Benítez, cultora del leather y del gótico, cuyo manifiesto de diseño para la temporada esgrimió: “La inspiración fueron las reglas para ser aceptados/as en sociedad”. ¿Pero qué pasa cuando ya no se puede seguir y no se aceptan los mandatos? Traducido a ropajes y a no seguir a rajatabla ninguna prédica del fashionismo ni de “lo impuesto”, lo que imperó es el fabuloso abordaje del S&M en sus construcciones de corsés, de arneses, de latiguillos camuflados en la chaqueta de un modelo. Es notoria su habilidad para construir otro cuerpo o elogiar la sexualidad con cinturetes, corpiños ideados con texturas de cuero y también construcciones derivadas de la lencería. Además, sus modelos aludían a una troupe de góticos, mujeres y hombres, listos para la disco dark y con los ojos y ojeras pintadas de negro, ya con pantalones y camisas ornamentados con algún arnés. Hubo además vestidos de cuero rojo que en un gesto punki a lo Westwood dejaron el trasero al descubierto. Vestida con un pantalón negro y con borcegos, Emilse saludó acompañada de sus dos pequeños hijos ataviados en tonos pastel. Corresponde destacar que lejos de su genuino flirt con la estética rock –que se enfatizó y profesionalizó cuando su ex alumna Agustina Troyer la llamó para sumarse como coequiper en desarrollos para vestuarios de la banda Babasónicos–, Benítez es una diseñadora laboriosa: con estudios en la UBA, inicialmente trazó una marca comercial bautizada Ramona Cardozo en honor a su mamá, pero no vaciló en la realización de cortinados y realizaciones de telas para las oficinas del Poder Judicial de la Nación, así como hace dos temporadas fue una de las creadoras de la colección masculina para Ona Saez.
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