ALBÚMINA
› Por Guadalupe Treibel
“¿Por qué nos aferramos a tradiciones pasadas para medir el éxito de nuestro presente?”, anotó para el Huffington Post la fotógrafa y performer norteamericana Suzanne Heintz en un reciente artículo, a cuento de su más viralizada obra, Life Once Removed. En dicha pieza, la artista hace carne (o plástico) el signo de pregunta, al poner en jaque la idea de que la mujer “debe” estar casada, tener hijos o armar familia si quiere llevar una vida plena. Para evidenciar –e ironizar– tamaño prejuicio de antaño y combatir la vapuleada etiqueta de “solterona” (asignada a ella misma por su madre al son de “nadie es perfecto; ¡elegí a cualquiera!”), Heintz decidió tener una familia, sí, e incluso fotografiarse con ella en situaciones idílicas –frente a la Torre Eiffel, cortando el pavo de Acción de Gracias, en la nieve, leyendo el diario por la mañana, etcétera–. La curiosidad, sin embargo, es que tanto Chauncey, su marido, como Mary Margaret, retoño de ambos, no son personas sino maniquíes. Ergo: Heintz no armó una familia, la compró terminada.
Ahora, con 14 años de historia juntos, más de 16 mil kilómetros recorridos (se han ido de vacaciones cantidad de veces) y un pilón de imágenes (“momentos Kodak”, según la artista) como registro, el grupo sigue reunido, y su serie de fotografías y documental son suceso. A tal punto, que S. H. no cuelga las partes y sigue planificando una vida juntos. “Con Chauncey vamos a renovar nuestros votos nupciales el próximo junio”, adelantó en los últimos días, detallando además que habrá banda en vivo, comida, ceremonia y cantidad de muñecos de plástico “invitados por parte del novio”.
“Ya sé que soy una mujer adulta jugando a la casita. Pero tengo mis buenas razones. Y necesitar medicación no es una de ellas. Lo hago porque yo decido cómo se debe ver mi vida. ¡Y todas las mujeres deberían hacer lo mismo! La liberación femenina fue en los ’70; sin embargo, es el siglo XXI ¿y todavía no es correcto andar sin un anillo de casamiento en el dedo?”, explicó la indignada señorita, otrora mormona, que usa la sátira para que su obra “sea aceptada y no se perciba como una crítica social más”. Y aunque la risa es parte de la ecuación, también lo es el shock de los transeúntes que la han visto pasear con su marido e hija de plásticos.
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